“Crisis nerviosa” y “a cinco tiros”: así informó la prensa de la época el homicidio que inspira El Lugar de la Otra
Una tarde de abril de 1955, en el Hotel Crillón, la escritora María Carolina Geel protagonizó el crimen que terminó con la vida de su amante Roberto Pumarino. Los diarios de la época reaccionaron de inmediato ante este escándalo de la aristocracia chilena, buscando las razones tras los cinco disparos y vinculando el hecho con los libros de la autora.
Este fin de semana, y tras su estreno el viernes, El lugar de la otra (2024) se posicionó como la película más vista en Netflix Chile. La nueva cinta dirigida por Maite Alberdi se basa en la historia de la escritora María Carolina Geel (interpretada por Francisca Lewin), quien asesinó a su pareja en el Hotel Crillón, en 1955.
Si bien el filme toma como puntapié el crimen de la autora, la verdadera protagonista es Mercedes (Elisa Zulueta), una trabajadora de tribunales quien, infeliz con su rutina, comienza a frecuentar el departamento de Geel y gozar de los privilegios que esta vida ofrece.
El lugar de la otra se basa en Las Homicidas, libro de Alia Trabucco Zerán, que reúne historias de mujeres asesinas. Dentro de los relatos, se presenta el de la escritora María Carolina Geel, seudónimo de Georgina Silva Jiménez, crimen que en su época conmocionó a la opinión pública, y que siguió impactando a lo largo de los años, gracias a diversos reportajes y textos que recordaban el hecho, como María Carolina Geel: cinco balas y un día, escrito por Alejandra Costamagna, en 2011.
Los pormenores del homicidio, que terminó con la vida del periodista Roberto Pumarino, se conocen gracias a la prensa de los años 50, que no escatimaba en detalles al describir el suceso o entregar fotografías explícitas. Parte de este archivo es expuesto al final de la cinta de Alberdi.
El homicidio
María Carolina Geel se había divorciado dos veces, tenía un hijo y vivía sola en Santiago. Trabajaba en la Caja de Empleados Públicos y Periodistas como secretaria y a la par desarrollaba su carrera como escritora. Su primera novela fue El mundo dormido de Yenia (1946), a la que le siguió Extraño hastío (1947) y Soñaba y amaba el adolescente Perces (1949). El ensayo Siete escritoras chilenas (1949) la ubicó en el lado de la no ficción, gracias a sus reseñas de las autoras María Luisa Bombal, Marta Brunet, Amanda Labarca, María Monvel, Chela Reyes y Luz de Viana.
En su trabajo de oficinista conoció a Roberto Pumarino: socialista, dirigente de la Asociación Gremial de los Empleados Fiscales, separado y con un hijo. Era ocho años menor que ella y pronto entablaron una relación intensa. Él, tras la muerte de su esposa en 1955, le pidió matrimonio a Geel, pero esta lo rechazó.
“No puedo entender el matrimonio, institución que denigra la condición humana, ni puedo unir bajo esos moldes de egoísmo tu vida a la mía”, escribió en una carta a Pumarino. Esta misiva fue publicada por Revista Vea el 27 de abril de 1955, semanas después del asesinato.
Después de la negativa, Pumarino anunció su compromiso con otra joven.
El mediático crimen ocurrió el 14 de abril de 1955. La escritora había citado a Pumarino en el Hotel Crillón para una reunión a la hora del té. Ella llegó después que él, con una pistola Baby Brownin, calibre 6.35, en el bolsillo del abrigo. Con esa arma, y a vista y paciencia de los otros comensales, perpetró cinco disparos a quien era su amante, causándole la muerte.
La prensa
“Asesinato y Locura en el Hotel Crillón: Mató a su Amante y Luego Bebió su Sangre”, tituló el Clarín al día siguiente. Se dice que ‘bebió su sangre’ porque, tras disparar, Geel abrazó y besó a Pumarino antes que llegaran a detenerla.
“Trágica, ella: besó esos labios frescos y dejó que la sangre del amante fuera manchando su alcurnioso abrigo hasta que llegó la policía”, relata Alejandra Costamagna en su texto. En El lugar de la otra, los personajes comentan como la prensa se refiere a Geel como “la vampira”.
“‘Mató loca de amor’ tituló al día siguiente del crimen el sensacionalista diario Clarín. Y la revista Vea remató: ‘dramático epílogo de un romance’”, recuerda la periodista Berta Gómez, en Vice.
La Nación, en tanto, tituló así: “La escritora María Carolina Geel mató ayer tarde a su amigo Roberto Pumarino V., a quien disparó cinco tiros”. Más abajo, en la noticia, aseguran que la escritora “padecía una aguda crisis nerviosa” y que “habría comprado el revólver con el propósito de quitarse la vida”.
Medios de comunicación relacionaron de inmediato el acto de Geel con su literatura. “La victimaria, quien habría sido arrastrada a este hecho, más que nada por afán de exhibicionismo y al parecer por irresistible depresión nerviosa”, escribió El Mercurio, según recoge la tesis Escritores criminales chilenos. María Luisa Bombal, María Carolina Geel, Mariana Callejas y Patricio Egaña (2009), de Estefanía Etcheverría Toirkens.
Según los diarios de la época, esta “crisis nerviosa” no solo fue gatillada por su relación con Pumarino, sino por el bajo impacto de sus libros en la escena literaria.
“Su crisis nerviosa parece ser (…) vivificada por su constante amistad con jovencitos existencialistas con afanes literarios y muchachas dispuestas a caer en tentación con el primer barbón que se les cruce en el camino (…) La escritora —que sufría hiperestesia aguda— aumentó sus problemas departiendo todas las noches con la mayoría de los bohemios asexuados que pululan en torno a la literatura, a la pintura y a la escultura santiaguinas”, profundizaba La Nación, dos días después del crimen.
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