La vida es una ópera: el documental sobre Luciano Pavarotti

La nueva película de Ron Howard, director de Una mente brillante y Apolo 13, explora las inseguridades y la expansiva personalidad de uno de los tenores más populares de todos los tiempos.


Creció en una casa de apenas dos habitaciones cerca de Módena, su ciudad natal, y hasta la adolescencia su ambición no iba más allá de dedicarse al fútbol como arquero o de seguir el oficio de panadero de su padre.  Jamás fue a un conservatorio y al menos de acuerdo al director de orquesta australiano Richard Bonynge, uno de sus aliados en los estudios de grabación, jamás aprendió a leer música. Sin embargo, aquellas piedras en el camino estorbaron poco a Luciano Pavarotti: una voz sobresaliente, un diamante que ni siquiera estaba demasiado en bruto, una capacidad para llegar al Do agudo que nadie poseía.

Todos estos aspectos son sólo una parte del documental Pavarotti (2019), del realizador estadounidense Ron Howard, que se estrena la próxima semana en ese país. Producido por el mismo equipo que estuvo detrás de otros filmes musicales de Howard como The Beatles: Eight days a week (2016)  y Made in America (2013), Pavarotti se interna en las diarias batallas, los grandes logros  y también los conflictos que debió sortear uno de los tenores más populares de la historia, suerte de Enrico Caruso (1873-1921) de la segunda mitad del siglo XX.

Aunque la película aún no tiene fecha de estreno en salas chilenas, no sería extraño que Pavarotti aterrice próximamente en alguna plataforma local de streaming: Eight days a week, el filme de Howard sobre las primeras giras de The Beatles, se estrenó comercialmente en Cine Hoyts hace tres años y actualmente está disponible en Netflix. Tal como en aquella cinta, el equipo de Ron Howard es particularmente fuerte a la hora de reunir testimonios de primera mano, desde Bono, el líder de U2, hasta Plácido Domingo, José Carreras o Zubin Mehta.

Una de aquellos rostros frente a cámara es Nicoletta Mantovani, la mujer 34 años menor que él con la que contrajo matrimonio en el 2003, y tuvo a su hija Alice Pavarotti. Es en ese momento que también emerge  una faceta mujeriega no del todo conocida para quien durante tres décadas fue un aparentemente ordenado padre de familia del norte de Italia.  Una de las hijas de su primera relación conyugal también cuenta sintomáticamente  como su padre "jamás planificaba nada en la vida". Ni en términos profesionales ni personales, por supuesto.

Su personalidad expansiva era la parte más visible de un carácter que también se forjó con fobias sorprendentes. Un ejemplo: de su padre, un tenor aficionado, heredó cierto temor a los escenarios que en su caso le llevó a usar siempre un pañuelo blanco a modo de amuleto de la buena suerte.  Por otro lado, su madre fue la que siempre le insistió en que se dedicara al canto lírico, comparándolo una y otra vez con el progenitor amateur. "Me decía frente él: ´tú cantas mucho mejor'", comenta Pavarotti entre risas en una de las varias entrevistas de la películas, varias de ellas poco conocidas o incluso inéditas.

En contraste con muchos profesionales de la música clásica, Luciano Pavarotti siempre sintió una gran conexión con el público, con las audiencias y, a la larga, con los estadios como una versión extendida del abonado a La Scala o el Metropolitan. Varios fruncieron las cejas cuando en 1995 grabó la famosa canción Miss Sarajevo junto a U2, un hit global por el que muchos se acercaron por primera vez al cantante de Módena.

En rigor Pavarotti ya estaba cortejando con el público extra docto desde 1990, en el primero de los conciertos de Los tres tenores, durante el Mundial de Fútbol de Italia. Una de las mejores descripciones de su manera de abordar la música la entrega el propio Bono, que explica así  su capacidad comunicativa: "La razón de su grandeza es que él vivía a través de sus canciones. Los errores que cometes, las esperanzas, los deseos, todo finalmente se expresa en sus presentaciones en vivo".

Ron Howard, un cineasta que en filmes como Una mente brillante (2001), Cinderella man (2005) y Rush: pasión y gloria (2013) ficcionalizó las vidas de matemáticos, boxeadores y pilotos de Fórmula 1 respectivamente, también ha propuesto esta definición para Pavarotti: "Es un nombre familiar para muchos, pero lo que muchos sólo conocen es su voz.  De cierta manera, su propia vida es una ópera".

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