¿38, 10, 42, M, 28, L? Una pésima talla

<P>A muchas les ha pasado. Entrar en un pantalón 40 en una tienda y que en la siguiente en ese mismo número no entre ni el pie. Los malos ratos en los probadores se explican porque en Chile conviven distintos estándares, no hay una norma que regule las medidas y, por lo mismo, estamos expuestos a lo que se llama <I>vanity sizing</I>.</P>




Seis tiendas de ropa al azar. Seis pantalones de tiro medio, es decir ni a la cadera ni a la cintura. Todos talla 42, considerada la más común en Chile. Una huincha para medir la cintura de cada uno. ¿Los resultados en centímetros? H&M: 89; Mango: 87, Zara: 82; Umbrale: 80; Marquis: 80; Index: 78, Urb: 78. Es decir, hasta 11 centímetros de diferencia, lo que según las tablas de medición utilizadas por los médicos y nutricionistas, puede corresponder a perder entre 5 y 10 kilos de peso.

El dato demuestra que para una mujer dar con una prenda de su talla requiere tiempo y paciencia. A la falta de uniformidad entre los números se suma la variedad de formas de medición, lo que se traduce en una sopa de letras y números. El estándar más común en Chile va de la 36 a la 48 (pero que pueden subir o bajar más dependiendo de la voluntad de las marcas con las que tienen más o menos kilos), pero también están las tradicionales letras S, M y L y sus versiones extra (X) cada vez más populares. De un tiempo a esta parte, además, ha habido que acostumbrarse a las fórmulas europeas (del 26 al 38, es decir, diez números menos que las nuestras) y americanas (del 0 al 14, aproximadamente). Y es en esta última medición que se ha masificado mucho, donde se pueden encontrar grandes diferencias. Según las tablas de conversión, una talla 42 equivale a una 12 americana, pero en las etiquetas locales comprobamos que algunas la clasifican como un 8 y otras como un 10.

La razón detrás de esto es, en parte, un fenómeno que se conoce como vanity sizing, que es cuando las tiendas de ropa deliberadamente aumentan las medidas de una talla para que las mujeres se sientan mejor con respecto al número o letra que usan y que también es un argumento que se utiliza en contra de la anorexia y los desórdenes alimenticios. Por eso, una mujer que hace 15 años usaba un pantalón 42 hoy podría entrar perfectamente en uno 38.

El vanity sizing o "la inflación de las tallas" busca, por una parte, adecuarse al tamaño de la población que no se mantiene estable en el tiempo. Pero también apunta a que las mujeres se sientan más delgadas y felices con su apariencia. Y se mantengan fieles.

Aunque parece razonable que la ropa responda a las medidas reales de la población, se han producido grandes distorsiones de las que se ha estado hablando con insistencia en las últimas semanas, desde que la cadena de ropa estadounidense J.Crew lanzara la talla XXXS o "000" que es para una mujer con una cintura de 58 centímetros. Por una parte se acusó a la marca de estar promoviendo la anorexia, pero otros vieron detrás de la jugada el resultado del afán de empequeñecer cada vez más las etiquetas para hacer sentir mejor a las compradoras. "El vanity sizing de J Crew ha alcanzado un nuevo nivel de locura", opinó el blog de modas Racked. Mientras, la empresa se defiende diciendo que la triple S está dirigida a los mercados asiáticos, donde las mujeres son más menudas.

Pese a que el debate ha reaparecido, no es nuevo: la inflación de las tallas empezó a masificarse en Estados Unidos, a principios de los ochenta, tal como lo demuestran los catálogos de la popular tienda Sears. En 1937, una mujer con 80 cm de contorno de busto correspondía a un vestido talla 14, en 1967 ya era un 8 y el 2011 usaba talla 0. Esta tendencia de achicar a las mujeres se contradice con la realidad, ya que según un estudio realizado el 2003 por SizeUSA, la mujer promedio americana pesa 68 kilos, nueve más que hace 40 años.

En Chile también es un hecho que los chilenos, y sobre todo las chilenas, hemos aumentado de talla. Así lo confirma el doctor Fernando Vio, académico de la Universidad de Chile y ex director del INTA, quien explica que entre el 2003 y el 2009 la suma entre personas con sobrepeso y obesidad subió en un 6%. "Y en mujeres es mucho mayor que en hombres, con el 30,7 % de obesidad y un 3,34% que se consideran mórbidas".

El doctor explica que el sobrepeso ha dejado de llamar la atención. "Hoy ver a una persona con sobrepeso es normal y, por lo mismo, nos parece supernatural que alguien que antes usaba talla 42 hoy utilice un 38. La gente se percibe más flaca de lo que es. Es así como del 70% de las personas que presenta algún grado de obesidad, sólo el 30 por ciento lo asume. Menos de la mitad", explica el doctor Vio.

Pero lo que finalmente permite que existan tantas distorsiones en los tamaños de la ropa es que en Chile no existe una norma acerca de las tallas. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente que nadie regula si la 42 es efectivamente un 42 y no un 44 o un 46. El estándar más común usado en nuestro país es el europeo, particularmente el francés, pero esto nada tiene que ver con una coincidencia entre nuestros cuerpos y los del viejo continente. "Toda nuestra tradición en el ámbito de la moda y la confección es francesa. Las primeras costureras que se instalan con sus casas de moda en Santiago aprenden el oficio en ese país y más adelante traspasan sus experiencias a las chilenas que trabajan como ayudantes o aprendices", aclara la historiadora de la moda Pía Montalva, quien a la vez explica que no tiene referencias de que alguna vez haya habido aquí un sistema de regulación. "Lo único que existía era que las escuelas que enseñaban a construir moldes tenían sus propias tablas y los especialistas que egresaban de allí las reprodujeron en la industria", explica.

Ella misma lo comprobó en los 80 cuando trabajó en un par de fábricas locales: "Para los pantalones y faldas, las mediciones se efectuaban a partir del cuerpo de una modelo que representaba el ideal. Esto determinaba arbitrariamente la talla 40. A partir de allí se sumaban o restaban cuatro centímetros en pecho, cintura y caderas. Para chaquetas y blusas era más flexible, porque en ese tiempo se usaba ropa muy amplia. En otra fábrica se manejaba una escala que, supongo, representaba el cuerpo de las chilenas diferenciadas entre contornos de cintura y cadera y estaba determinada por el funcionamiento del tallaje en el mercado. Cuando yo tuve mi propio taller me guiaba por las tallas alemanas que publicaba la revista Burda, que me parecían adecuadas, pero estaban pensadas para una estatura mínima de 1,65 metros", recuerda.

Hoy la mayoría de las tiendas de fabricación en Chile etiquetan su ropa comparándola con la competencia. Es decir, compran pantalones de otras marcas y los cotejan con los suyos y ponen las medidas. Y no sólo eso, según explica la gerente de diseño del Área Mujer de La Polar, Marcela Frost, la curva de las tallas también es diferente de acuerdo al perfil de las usuarias, que en una tienda más "popular" puede ser el de una mujer un poco más ancha que en otro. "Buscamos similitudes, pero también las adaptamos a nuestros clientes. Visitamos mucho los puntos de venta y analizamos los números con el área comercial. Así podemos darnos cuenta de que si en un producto las ventas se concentran en las tallas L y XL, es porque puede haber quedado un poco chico".

Sin embargo, incluso si en Chile existiera una norma más precisa, no solucionaría el problema, porque mucha de la ropa que llega es importada de otros mercados, en los que tampoco hay estándares unificados (ver recuadro).

El problema es que en una época en que las ventas por internet se han masificado, la dificultad para dar efectivamente con la talla puede desincentivar la compra, porque a no ser que se vaya siempre en el mismo lugar y el mismo modelo, nadie asegura que el producto final sea el que las usuarias desean.

Es por eso que muchas marcas de ropa globales, como por ejemplo H&M, publican sus tablas de tallas en las que indican las medidas que usan para cada número y conversiones. Pero también hay marcas de ropa que han lanzado campañas anti vanity sizing como Levis, que creó con mucho éxito una nueva línea femenina de pantalones Curve ID, cuyo lema proclama "es cuestión de forma, no de talla". Para desarrollar este sistema, la marca asegura haber medido a más de 65 mil mujeres para dar con el modelo de jeans perfecto para cada tipo de cuerpo.

La experiencia de compra a través de sitio web es muy específica: en una primera etapa, las consumidoras definen las formas de su cintura y cadera, eligiendo entre las opciones Recta, Poco Curvada, Curvilínea y Muy Curvilínea. En el paso siguiente realizan el mismo ejercicio con el trasero, eligiendo entre Pequeño, Proporcionado, Curvilíneo o Muy Curvilíneo. En la tercera etapa debe identificar qué tipo de problemas tiene al comprar pantalones: la cintura le queda apretada, que se abren en la espalda o no se ajustan completamente. Este test definirá el modelo adecuado para cada mujer a partir de cuatro categorías: Slight, Demi, Bold y Supreme.

La idea de fondo es asumirse, poniéndole más atención a la forma del cuerpo que a los centímetros.

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