Al gimnasio de madrugada

<P>Entrenan entre las 12 y 6 AM en recintos que funcionan las 24 horas. Insomnes y fanáticos del ejercicio, eligen la madrugada para botar las tensiones del día. </P>




Es medianoche y Paula Ramírez (32) no puede conciliar el sueño. Da vueltas por su casa inquieta: la convivencia con sus padres se ha vuelto problemática. Quiere huir. "Voy a salir a caminar para calmar la ansiedad", dice. Pero en las calles hay un grado de temperatura y la mayoría de los locales han bajado la cortina. Quince minutos después, encuentra sosiego en el Gimnasio Pacific de calle Manuel Montt.

Sus piernas corren sobre una trotadora cuya velocidad aumenta conforme el ritmo de los videos de reggaetón que emiten una y otra vez varias pantallas LED. Sudando frente a un reloj de pared, recuerda el cuerpo tonificado que tenía a los 18 años, cuando sus amigos le decían que se parecía al personaje de Sarah Connor en Terminator. De la máquina, no se baja hasta que amanece.

"Trotar es como meditar. Utilizo todo mi cuerpo pero también la mente. Siento adrenalina. Entro en trance", señala quien suele pasar las noches haciendo ejercicio. Al trabajar como cocinera independiente, puede recuperar el sueño durante el día.

Algunos capitalinos habitan los gimnasios entre las 12 y las 6 AM. La mayoría cuenta que sus apretadas agendas no les permiten entrenar durante el día. Conectando con esa realidad la cadena Pacific ha aumentado de 1 a 12 sus recintos "non stop" en los últimos 10 años.

Repartidos en comunas como Las Condes, Providencia, Ñuñoa, Santiago, Independencia, San Miguel, Macul, Peñalolén y Maipú, están abiertos de domingo a domingo y son el reflejo de una tendencia que nació en grandes ciudades de Estados Unidos. En la última década ha proliferado también en Santiago, con 10 a 15 usuarios por sede durante la noche.

Por las jornadas laborales extensas y las distancias cada vez más largas que tiene que recorrer un individuo entre el trabajo y la casa, este es un fenómeno que va en aumento. "La gente prefiere sacrificar las horas de sueño para invertir lo que considera 'horas muertas de producción', en convivencia familiar o social, o bien, en hacer ejercicio", expresa el doctor Pablo Guzmán, neurólogo del Centro del Sueño de la Universidad Católica.

El dentista Rolando Casanova (47) encontró en el gimnasio 24 horas de Avenida Colón, en Las Condes, la posibilidad de terminar con los dolores de espalda que le causan las 12 horas diarias que le dedica a su trabajo, pero también un espacio donde compartir con su hijo Ronald, de 16 años. Juntos asisten al lugar para realizar ejercicio cardiovascular tres veces a la semana. Entrenan siempre a la misma hora: desde las 23:30 hasta las 1:30 o 2 AM. "Traté de ir a un gimnasio tradicional, pero siempre llegaba cuando estaban cerrando. No tengo tiempo. Jamás llego antes de las 21:30 a la casa. Y en comer, estar con la familia y enterarme de sus vidas, ya es medianoche. Entonces recién puedo escaparme al gimnasio. Cuando estoy en la trotadora, realmente me disocio y los problemas quedan atrás", explica secándose el sudor con una toalla de mano.

No son deportistas profesionales ni tampoco aspiran a serlo. "Son gente que luego de cumplir con todas las exigencias que tiene la vida moderna, sienten la necesidad de botar esas tensiones. Si tu cuerpo te pide hacer ejercicio, no es perjudicial", afirma el preparador físico del Centro de Alto Rendimiento, Francisco Ramos.

Algo obsesivos, disciplinados e hiperactivos, además de desestresarse, algunos buscan ganar masa muscular, como Antonio (19), que ejercita de lunes a viernes después de estudiar y trabajar como barman en un restaurante de Vitacura.

Hasta las 2 AM se le puede encontrar en la sede de Colón entrenando los músculos del pecho, las piernas y la espalda. Además, se alimenta religiosamente cada dos horas.Avena y siete huevos al desayuno, medio pollo cocido y sin sal al almuerzo, y también platos de tallarines, papas cocidas y atún, son parte del menú que este joven necesita para conseguir la contextura de un jugador de rugby. En el colegio Bradford aprendió este deporte, pero ahora quiere retomarlo.

"Cuando estoy en mi casa me doy vueltas como león enjaulado y si salgo a fiestas, tampoco me satisface, porque tomarme dos piscolas afecta mi rendimiento. Prefiero venir al gimnasio y canalizar toda la rabia del día aquí. No me cuesta dormir. Termino tan cansado que pongo la cabeza en la almohada y desaparezco", dice Antonio con la respiración sobresaltada, mientras ejercita sus pectorales con mancuernas.

Los usuarios de los gimnasios 24 horas son solitarios. Prefieren ejercitar de madrugada porque pueden realizar sus rutinas sin tener que hacer fila por las aproximadamente 40 máquinas con las que cuenta cada local, como sí ocurre a las 20 horas. "Llegan con audífonos y apenas hacen vida social. Les molesta el gentío", dice Víctor, recepcionista nocturno de la sede de Manuel Montt.

Aunque no hay nadie supervisándolos a esas horas, los clientes dicen solidarizar entre ellos, cuidándose de no lesionarse. Además, se sienten seguros. Estos recintos cuentan con cámaras de seguridad, controles de ingreso y lectores de huella digital.

"Ayer vine más temprano y como hubo fin de semana largo, estaba lleno y me sentía como ahogada. Prefiero la noche. Es más relajado y nadie te mira, uno se relaja más", replica Paula cuando el reloj ya marca las 4 AM. De fondo suena Tito el Bambino. Arriba de la trotadora la vida no le duele y ya ha matado más de 500 calorías.

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