Botox también puede ser utilizada en incontinencia urinaria
<P>La misma inyección usada en cosmética ayuda a controlar la vejiga.</P>
Reducen su consumo de agua al mínimo, con tal de no pasar apuros, y cuando salen siempre se aseguran de tener un baño a la vista para sentirse tranquilos. Así viven hombres y mujeres que sufren de vejiga hiperactiva o incontinencia urinaria por urgencia.
Se calcula que el 16% de las personas mayores, hombres y mujeres, puede tener este cuadro, que provoca contracciones de la vejiga y la incapacidad de frenar el reflejo de orinar.
En estos pacientes la vejiga está a medio llenar, pero ellos sienten que está llena y se contrae para eliminar la orina. Además, aunque la micción es en parte automática, otro porcentaje es voluntario, pero en ellos el cerebro no es capaz de postergar este deseo para después, provocando la urgencia.
Como primera línea de tratamiento se utilizan relajantes (anticolinérgicos) y ejercicios kinesiológicos, pero en algunos pacientes éstos no son suficientes.
Cuando los medicamentos, la reeducación del músculo y el control cerebral no funciona, la toxina botulínica tipo A -la misma que se utiliza en procedimientos estéticos- puede ser de gran ayuda.
Se trata de un procedimiento en que se inyecta la sustancia en el músculo de la vejiga del paciente. "La sustancia causa una parálisis parcial y temporal de los músculos de la vejiga. Lo suficiente para disminuir los episodios de apuro por orinar, la frecuencia de ir al baño y la pérdida de orina", señala Arturo Dell Oro, urólogo de la Red Salud UC, parte de un equipo multidisciplinario que usa el sistema en estos pacientes.
El procedimiento fue recientemente aprobado por la IMB, la agencia certificadora de medicamentos europea, y aunque todavía no cuenta con la venia de la FDA -la agencia estadounidense- en Chile, se realiza desde hace cinco años.
El procedimiento debe repetirse en promedio cada nueve meses, aun cuando se sabe que en algunos casos el efecto puede durar hasta un año.
Cada ampolla cuesta 250 mil pesos, más los gastos que involucra un pabellón ambulatorio, mucho más barato de lo que puede costar un tratamiento de neuromodulación, en el que se instala una especie de marcapasos en la zona baja de la espalda que envía impulsos eléctricos a la vejiga para evitar su contracción. Sólo el dispositivo de estimulación cuesta alrededor de 25 mil dólares (cerca de 12 millones de pesos), un tratamiento que no está cubierto por Fonasa ni isapre.
Víctor Miranda, ginecólogo de esta unidad, indica que después del procedimiento, el 75% de los pacientes mejora sus síntomas, y alrededor del 50% elimina el problema en el largo plazo. "Lo importante es que el ginecólogo y urólogo realicen una evaluación integral del paciente. Comenzar primero con los medicamentos y ejercicios, y si eso no da los resultados esperados, recién entonces se puede intentar con esta herramienta", indica.
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