Cómo Diana Ross llegó a ser la figura más poderosa de la música negra

<P>Dos biógrafos cuentan a La Tercera<B> </B>la fórmula que la cantante explotó desde los 60.</P>




A Diana Ross (69) le dio exactamente lo mismo. Cuando en 2000 sus compañeras históricas en The Supremes, Mary Wilson y Cindy Birdsong, rechazaron sumarse a un tour de retorno debido a la desigual repartición de las ganancias, la cantante no dudó en telefonear a otras dos integrantes que pasaron por la banda en sus peores días, durante los 70, y que en esos momentos giraban por cabarets europeos precisamente con un pálido tributo al grupo de You can't hurry love. Estaba claro: daba lo mismo a quien tuviera detrás. Bajo el nombre de The Supremes, la estrella seguía siendo ella.

"Su talento como vocalista no fue mayor que el de las otras dos cantantes del grupo, pero su carisma, su belleza y su ambición fueron las claves que la ayudaron a destacar", sintetiza el periodista Gerald Posner, autor de Motown: music, money, sex, and power, el libro más reputado en torno al célebre sello donde la artista facturó su suceso. De paso, el estadounidense establece los atributos con que Ross se convirtió en la mujer más poderosa del negocio musical estadounidense en los 60, 70 y parte de los 80, perpetuando el modelo que luego guió a herederas como Whitney Houston o Beyoncé y que, hasta 1993, la tenía en el libro Guinness como la figura femenina más rentable de todos los tiempos. Una estela que mantiene hasta hoy, a las puertas de su debut en Chile, el 8 de julio en Movistar Arena.

Eso sí, en un principio, la historia fue distinta. En 1961, la cantante y sus dos camaradas en The Supremes arribaron a Motown en igualdad de condiciones y firmaron un contrato que entregaba regalías casi miserables. Pero, desde ese primer casting, Ross, entonces una adolescente de 17 años, captó la atención del gran jefe de la firma, Berry Gordy, feroz cazatalentos, hábil estratega del negocio discográfico y el responsable de convertir al pop negro en la única fuerza capaz de rivalizar con el fenómeno de las bandas inglesas y la beatlemanía.

"Ellos se enamoraron y empezaron a entrar en ese juego. Gordy estaba deslumbrado con su carisma y estaba convencido de que podía convertirla en el buque insignia de la compañía. Siempre la obligó a ser la mejor, para sacarle el máximo provecho. Sin duda ha sido la persona más importante de su vida, pese a que su noviazgo se transformó en un infierno", apuesta J. Randy Taraborrelli, autor de Diana Ross: a biography (2007). Posner se suma: "Se ganó su amor, lo que devino en una obsesión por transformarla en una estrella en solitario. A veces su relación era inestable, porque debían soportar el estrés que los rodeaba".

El romance comenzó en 1965, cuando Gordy ya estaba separado de su segundo matrimonio. Eso sí, nunca quiso casarse con la artista. ¿La razón? Según contó él mismo en una entrevista de 2007, no deseaba desenfocarla de su ascenso al estrellato y, por sobre todo, no quería que una celebridad negra de aspecto edulcorado, capaz de seducir a la América blanca y lejana al estereotipo salvaje de Chuck Berry o Little Richard, se asociara a un millonario con dos bodas a cuestas. A tanto llegó ese secretismo que ambos tuvieron una hija en 1971, la hoy actriz Rhonda Ross Kendrick, pero que solo supo de la paternidad del ejecutivo cuando tenía 13 años.

Un mito

En esa escalada fulminante, Gordy dejó que en 1967 la banda se rebautizara como Diana Ross & The Supremes y, dos años más tarde, al olfatear otra mina de oro, The Jackson 5, echó a correr esa leyenda que inmortalizó la idea de que ella había descubierto al quinteto. Hasta hizo que su debut se llamara Diana Ross Presents The Jackson 5. "Pero ella no los descubrió, lo hizo gente de menor fama, como la cantante Gladys Knight o el productor Bobby Taylor. Pero el juego funcionó como una utilidad recíproca", explica Taraborrelli en torno a un lazo que obsesionó a Michael Jackson y que le permitió encontrar un refugio lejos de la dureza de sus padres. "Más allá de su enorme talento, es una mujer que siempre se ha manejado con las personas correctas", define el escritor.

En las décadas siguientes, explotó su imagen de diva adulta y elegante y convirtió a Las Vegas en su residencia más segura. "El estilo y el gusto son sus sinónimos. Ella nunca se ha permitido aparecer mal vestida o con sobrepeso. Eso la ha diferenciado de muchas, porque nunca ha entregado la sensación de una estrella en declive. Su impacto iba por un lado muy distinto al de Aretha Franklin o Ella Fitzgerald. Además, muchos de sus mayores hits son solo pop ligero, por lo que, incluso hasta hoy, no requieren de un gran soporte vocal para ser interpretados", culmina Posner.

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