Consecuencias de la desconfianza
El Legatum Institute publicó un índice de prosperidad de los países donde Chile aparece en una posición avanzada en fundamentos de la economía, seguridad, libertad y gobernabilidad, mientras que en innovación, educación y salud se sitúa en un lugar intermedio. Sin embargo, llama la atención ver que en capital social figuramos en uno de los últimos lugares.
El capital social, como concepto, incluye factores tales como confianza, normas y redes que pueden incrementar la eficiencia de una sociedad facilitando su acción coordinada y, por ende, la interacción entre sus miembros. La medición de Legatum coincide con las encuestas internacionales que muestran que en el país hay una baja confianza interpersonal y en las instituciones.
La desconfianza tiene dos efectos en el funcionamiento de la sociedad. Primero, produce un incremento en la demanda por regulación del Estado, lo que genera, a su vez, más desconfianza. En efecto, existe una correlación negativa entre la regulación en el mercado de trabajo y los niveles de confianza en una sociedad, ya que cuando la autoridad asume el rol de "arbitrador" -sustituyendo a la negociación directa- se producen mayores conflictos y menos grados de cooperación. Lo mismo ocurre en los mercados de bienes y servicios, en que se encuentra que la desconfianza se traduce en mayores regulaciones por parte del Estado. En ambos casos se pierde el dinamismo que aportan los mercados más flexibles.
En segundo lugar, la falta de confianza disminuye la colaboración entre las empresas y entre éstas y las instituciones generadoras de tecnología, lo que impide sacar el máximo provecho a las interacciones clave de la innovación.
Las conclusiones que se pueden sacar de lo anterior son varias. Para empezar, hay que reconocer que los efectos de las políticas dependen del contexto institucional en que se aplican, lo que nos aleja de los enfoques que piensan en el crecimiento como el resultado de un conjunto de recetas conocidas cuyos frutos pueden ser obtenidos sin considerar a la sociedad como un todo. Entre los determinantes del crecimiento están las prácticas societales, que ocurren tanto en los mercados como en las interacciones entre los diversos actores (individuos, empresas y otros organismos) y, finalmente, el capital social que se mide en la confianza interpersonal y en las instituciones.
Luego hay que considerar que la acción del Estado influye en el capital social, siendo éste el principal instrumento de que dispone la sociedad para modificar sus prácticas y generar confianzas. Esto significa que las políticas públicas deben ser evaluadas por sus consecuencias directas en la materia que quieren resolver y, también, por sus efectos indirectos en el capital social, lo que requiere participación, meritocracia, transparencia, rendición de cuentas, evaluación de resultados, entre otros.
También existen políticas que generan integración social -como la educación o la organización urbana- que están en la base de la confianza. Por último, los excesos del paternalismo, ya sea por el rol arbitrador del Estado o por la ausencia de reciprocidad en las prestaciones son una práctica que deteriora el capital social.
Chile enfrenta el desafío de dar un nuevo impulso a su crecimiento para alcanzar la aspiración de llegar al desarrollo. Si queremos tener éxito, necesitamos renovar nuestra mirada a las razones que nos ubican entre las naciones que tienen mayor desconfianza y a las consecuencias que eso genera en la sociedad.
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