Desconocido y cautivante, el Quito de los quiteños

<P>Famosa es la capital de Ecuador por su extraordinario casco histórico. Menos conocida es la fusión precolombina y moderna que disfrutan sus habitantes. Una mezcla que se degusta en su emergente gastronomía, conociendo tradiciones por empedradas calles y gozando una bohemia que acelera el pulso de una ciudad oculta entre nubosas cumbres andinas.</P>




UNA, DOS o una docena. No importa cuantas veces se visite, siempre habrá algo nuevo por conocer. Y no hablamos de todo Quito, sino sólo de su centro histórico. ¿La causa? La zona es la mayor área patrimonial de Latinoamérica, la mejor conservada, incluso sobre Cusco.

Pergaminos suficientes para que la Unesco la eligiera como el primer Patrimonio de la Humanidad, en 1978.

La cantidad de casas y templos religiosos de esta zona impacta, con 27 iglesias, destacando la Catedral (1545), con un impresionante techo mudéjar, y la barroca iglesia de la Compañía (1605), que baña cada centímetro de sus paredes y techos en pan de oro.

Tres docenas de capillas, monasterios y conventos se agregan a la lista de posibles visitas. Un número que se explica por la presencia de jesuitas, franciscanos, dominicos, agustinos que, por siglos, convivieron en pocas cuadras, cuando Quito era una ciudad importante del virreinato del Perú. Súmele 23 plazas y plazoletas, siendo protagonista la plaza San Francisco (con su imponente iglesia) y la de Armas de la ciudad, rodeada por los edificios de la Colonia. Hoy, todos ellos se alzan espléndidamente, tal como lo hicieran a partir de la fundación, en 1534.

Pero este cautivante patrimonio, que se extiende por cuadras, explanadas, bulevares y estrechas calles, no se limita sólo al clásico patrimonio ni al núcleo cívico. Quito es mucho más que eso. No es coincidencia que Lonely Planet y National Geographic hayan escogido a Ecuador y a Quito respectivamente entre los 20 países y ciudades a conocer este 2013.

Venimos a esta urbe de 2,5 millones de habitantes a descubrir los rincones que viven y gozan sus habitantes, los sitios menos evidentes del turismo masivo.

CALLE DE OFICIOS

Uno de esos destinos es la calle La Ronda, aún en el casco antiguo. La primera arteria de Quito, construida antes de la llegada de los españoles, cuando existía en el lugar una ciudad inca, hoy alberga en sus adoquinadas calles una serie de talleres y tiendas de oficios típicos.

Es el caso de Humberto Santa Cruz, "cirujano de pianos clásicos", como se define. Un personaje dedicado por más de 40 años a la restauración de instrumentos antiguos. En una escondida galería, este hombre recibe pianos destruidos, algunos del siglo XIX, que luego de un arduo trabajo son devueltos a la vida. Vale la pena detenerse a escuchar sus historias y oír melodías ecuatorianas que el hombre, también pianista, saca de viejas teclas.

Siguiendo por La Ronda, en el número 166 está la República del Cacao, tienda de chocolates artesanales combinados con variados frutos y especias. Uno es el favorito: chocolate negro con pétalos de rosa.

A cinco pasos se encuentra Humacatama, local de Luis López, quien desde los siete años fabrica sombreros de todo tipo. Si Ecuador es famoso por sus sombrererías, los de Luis deben estar entre los top 10. Panameños, de copa, fedoras, cordobeses, de la década del 20… El hombre es un artista que cada semana fabrica hasta seis sombreros, de excelente calidad, desde US$ 15 (luislopezb@hotmail.com).

El casco histórico es también zona de restaurantes con la variada cocina ecuatoriana. Una riqueza de este país que va en alza, bastante más allá de los camarones.

Otra buena forma de adentrarse en los sabores locales la ofrece Octava de Corpus, restaurante que funciona con reservas anticipadas y un límite de 50 comensales (calle Junín 167). Se ubica en una casa de más de 170 años, finamente decorada con obras de arte y antigüedades. La idea de su dueño, Jaime Burgos, es combinar cultura y gastronomía, con productos ecuatorianos en base a mariscos, carnes y pollo (todo sin grasas) en preparaciones gourmet. Tiene una completa cava que incluye vinos chilenos, franceses e italianos. Inusual es el vino que bebe el Papa, elaborado con jalea de uva y que se puede degustar por US$ 220.

LA COMUNIDAD FUERA DEL ANILLO

Además de los museos clásicos que acoge el casco histórico (destacan el de la Catedral y el Museo de la Ciudad), existen también iniciativas contemporáneas que pretenden refrescar la historia e identidad de este país. Dos visitas recomendadas son al Centro de Arte Contemporáneo y al Centro Cultural Metropolitano, que dan a conocer antiguas y nuevas tendencias artísticas y que llevaron a Quito a ser Capital Americana de la Cultura en 2011.

Saliendo del anillo patrimonial, aflora y bulle toda una ciudad. Una forma de recorrerla es mediante el "BiciQ", sistema de arriendo de bicicletas que se está desarrollando desde septiembre, a la par de nuevas ciclovías y que permite tomar y dejar bicicleta en distintos puntos. Aunque fue ideada para los quiteños, la iniciativa también hace partícipes a los turistas.

Sea pedaleando, caminando, en autobús o arriba del descapotado Quito Tour bus, existen distintos barrios para conocer. Uno es La Floresta, sector de antiguas residencias, muchas refaccionadas y convertidas en restaurantes de comida internacional. Aquí se ubica el pintoresco mercado de frutas y verduras de San Antonio, donde se saborean típicos platos y jugos naturales por pocos dólares.

Vecino a La Floresta se encuentra Guápulo. Para tener una idea de la belleza de este barrio, lo mejor es subir a su mirador desde donde se admira la arquitectura moderna y colonial de sus casas, junto a la empedrada calle Ruta de los Conquistadores, por donde Francisco de Orellana salió a descubrir el Amazonas, en 1541.

LA ZONA

Un barrio imperdible de visitar es el barrio La Mariscal. La zona rosa de Quito, también llamada La Zona, por concentrar en pocas cuadras exclusivas tiendas y oficinas, excelentes hoteles, pulcras áreas verdes y los mejores panoramas nocturnos.

Aquí se ubica también el mercado La Mariscal (Jorge Washington, entre Reina Victoria y Juan León Mera). Sus 100 tiendas aseguran que no es necesario visitar la famosa feria de Otavalo, a una hora de la ciudad, para encantarse con el trabajo en madera, textil y orfebrería que distingue a las comunidades indígenas de Ecuador.

A pocas cuadras de la feria se halla El Arrecife, picada muy concurrida entre oficinistas y residentes. La ngostinos a la plancha, langostas de arrecife, cazuelas de mariscos son platos que llegan a la mesa sin nada que demostrar más que su calidad (www.elarrecife-ec.com).

Algo similar piensan en el restaurante Achiote, donde el seco de chivo, camarones en salsa de coco y uno de los platos más legendarios de Ecuador, el locro, deleitan los paladares, sin grandes lujos externos (www.achiote.com.ec).

Después del banquete resulta un excelente momento para conocer la Galería Ecuador Gourmet. Un nuevo concepto en tiendas de Quito, que busca fomentar productos típicos de exportación, como chocolates, cafés, puros, además de artesanía más refinada que la que se encuentra en sus mercados.

Por la noche, las calles Fosch y González Suárez son el epicentro de la cosmopolita bohemia. Bares como Boca del Lobo, música en vivo en la discoteca Flash Back y fiestas rave cada sábado en el Club Siete son experiencias que asombran, confirmando que hay mucho más que encanto patrimonial en la mitad del mundo.

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