El cambio de piel de Rodrigo Tupper

<P> A mediados de este año, el mediático sacerdote diocesano Rodrigo Tupper renunció a la Iglesia, dejando un manto de dudas sobre las razones de su partida. Tupper dejó Chile, pero regresó al país debido a la muerte de su padre. Este es el relato de su proceso antes de dejar el clero y de su nueva vida de laico. </P>




Rodrigo Tupper (52) había llegado a principios de octubre, después de cuatro meses en Boston, Estados Unidos, a estar con su padre enfermo de cáncer. Fueron días en que padre e hijo pudieron despedirse. El 17 de octubre se realizó la misa funeraria en el Parque del Recuerdo. Y Rodrigo, que en mayo de este año cumplía 25 años como sacerdote, no pudo oficiarla.

La muerte de Carlos no sólo era la muerte de un padre. También era el signo y la señal de que la vida de Rodrigo Tupper había cambiado para siempre.

El 17 de junio de este año, el diocesano hacía pública una carta en la que decía que "por razones estrictamente vocacionales" dejaba el ministerio sacerdotal. Dentro del clero, la decisión causó sorpresa, incluso algunos de sus más cercanos en ningún momento lo vieron venir.

Un par de días más tarde, y con la ayuda económica de amigos laicos, Tupper partía a un college de Boston a estudiar inglés. La agonía y posterior muerte de su padre lo traerían de vuelta a Chile unos meses después. De los tres meses que duraba el curso de inglés alcanzó a completar dos.

Ese 17 de octubre, el ex sacerdote vio cómo su amigo, el vicario para la Vida Consagrada Aldo Coda, lideraba la misa que homenajeaba la vida de su progenitor. A diferencia de lo que ocurrió hace 20 años, cuando Tupper lideraba la misa de su primo, el futbolista de Universidad Católica Raimundo Tupper, el ex sacerdote diocesano esta vez era testigo de la ceremonia desde un plano secundario.

Al funeral de su padre llegaron 22 sacerdotes. Y dentro del dolor que significaba su muerte, cuando le preguntaban cómo estaba, algunos cercanos aseguran que se dio el tiempo para bromear con el inicio de su nueva vida.

-Acá estamos-, dicen que decía. -Comprando el diario del domingo para buscar trabajo.

En la hoja de méritos de Rodrigo Tupper -uno de los rostros más mediáticos del clero-, figura la organización del encuentro continental de jóvenes en 1998; haber encabezado la comisión para la canonización del Padre Hurtado y haber dejado en cifras azules a las vicarías de la Esperanza Joven y la Pastoral Social. Fue en su rol de vicario de la Esperanza Joven entre 1995 y 2002 donde afianzó su imagen de un cura abierto, de visiones progresistas en algunos temas. La muerte de su primo Raimundo y su rol destacado en su misa fúnebre permitieron que se hiciera conocido de manera más transversal. Ese rol público, de perfil más alto que el común de la curia, lo acompañaría hasta el final y, en algunos casos en los que pugnaba por llegar a convertirse en obispo, le jugaría en contra con los sectores más conservadores de la Iglesia, que veían en Tupper a un cura especialmente personalista.

El ex sacerdote había dicho en enero de este año que se retiraba del Arzobispado de Santiago para ser párroco, función que no había ejercido nunca. Se esperaba que asumiera en la Parroquia Santa María de Las Condes, la misma que fue parte de una polémica por la salida del párroco Julio Dutilh, acusado de abuso sexual contra una mujer mientras realizaba el sacramento de la confesión. Pero al final no asumió en la parroquia y entró a un extenso período de reflexión. Entre enero y mediados de este año, Tupper cultivó un perfil bajo, recortando sus actividades en la Iglesia. Era comentado entre sus pares diocesanos lo poco que se le veía. Ese período de reflexión terminó con el aún sacerdote viajando a España por un mes. Ahí, en Madrid, se incorporó a los Ejercicios Ignacianos para discernir su proceso vocacional, un retiro que hizo en el Seminario Pontificio de Comillas. En ese retiro, pasó por largos períodos de silencio y fue acompañado por un tutor que escuchaba y orientaba sus dudas vocacionales.

A su regreso a Chile, ya venía con la decisión tomada.

A mediados de junio, escribió dos cartas. Una para la Iglesia Católica y otra para sus amigos y cercanos comunicando la noticia.

La carta borrador escrita por Tupper a la Iglesia parte así: "Después de un largo período de discernimiento personal y habiéndolo conversado con la autoridad eclesiástica pertinente, he tomado la decisión de dejar el ejercicio del ministerio pastoral e iniciar el proceso de solicitud de la dispensa sacerdotal".

Antes de hacerla pública, en la Iglesia le pidieron que cambiara la frase "proceso de solicitud de dispensa sacerdotal" por "proceso de dispensa del celibato". La precisión fue hecha porque, para el clero, una vez que un sacerdote es ordenado, nunca deja de serlo. Dejar el celibato, por otro lado, implica que un sacerdote ya no puede otorgar sacramentos, aunque en caso de extrema urgencia sí puede practicar la unción de los enfermos. Es en esa condición en la que queda Tupper.

Fue el cambio de esa frase la que causó confusión y otorgó un manto de duda a su alejamiento. Muchos en su círculo cercano laico pensaron que se iba de la Iglesia por tener a una mujer. Y como viajó a Boston casi de inmediato después de hecha pública la carta y no volvió a referirse a su renuncia, el tema quedó abierto.

Al interior de la Iglesia, eso sí, las razones estaban un poco más claras. Ya en al menos tres oportunidades en los últimos años Tupper había sido incluido en listas entregadas al Papa para ocupar el cargo de obispo auxiliar de Santiago. Y cada una de esas veces no fue elegido para el cargo. En eso pudo haber influido que los eclesiásticos con un trato más directo con el Papa, Ricardo Ezzati, Francisco Javier Errázuriz y Jorge Medina, no necesariamente favorecían su nominación. En febrero de 2014, por ejemplo, el Papa Francisco oficializó el nombramiento de dos nuevos obispos auxiliares de Santiago: Fernando Ramos y Galo Fernández. A muchos les extrañó que Tupper nuevamente estuviera fuera de los elegidos.

Sus desencuentros con Francisco Javier Errázuriz venían de antes, de cuando éste era arzobispo de Santiago y Tupper estaba en la Vicaría de la Esperanza Joven. Fue estando en ese cargo que el sacerdote quiso retomar un viejo anhelo del fallecido cardenal Raúl Silva Henríquez que nunca vio la luz: la organización de un tedeum por los derechos humanos a realizarse el Día Internacional de los DD.HH., el 10 de diciembre de cada año. Pero encontró una fiera oposición de Errázuriz para llevar a cabo el encuentro. Y fue desde ahí que la relación entre ambos quedó deteriorada.

Todo esto habría gatillado el proceso de discernimiento vocacional que el diocesano comenzó a principios de este año. Tupper habría llegado a la conclusión de que su camino en la Iglesia tenía un techo. Cercanos confirman que por ese entonces ya comentaba que no se sentía cómodo en la institución.

Donde sí hay unanimidad es en la sorpresa que causó el alejamiento de Tupper del clero.

El obispo de Melipilla, Cristián Contreras, entrega su impresión: "La noticia ciertamente no nos dejó indiferentes, fue una noticia triste. Rodrigo fue un sacerdote querido, generoso en su entrega, especialmente apreciado por los jóvenes. Hizo un itinerario serio, largamente reflexionado. En lo personal, me apena su decisión, pero la respeto".

Entre los laicos, la senadora Lily Pérez se hizo cercana a Tupper cuando ambos coincidieron en el Consejo para la Equidad formado por la Presidenta Michelle Bachelet el año 2007. Ella fue una de las que recibieron la carta en que Tupper comentaba a sus amigos su decisión. "Fue algo inesperado, pero no me sorprendió, en el sentido que yo creo que hizo lo coherente. Es un hombre que siempre ha buscado la coherencia entre lo que piensa y lo que hace", comenta la senadora Pérez.

Quienes han coincidido con Tupper en los últimos días lo han visto tranquilo con la decisión que tomó. Con ánimo y mucha espiritualidad. Y partiendo desde cero a los 52 años: buscando isapre, averiguando qué hacer con su jubilación si nunca ha trabajado fuera de la Iglesia e instalándose en un departamento en Ñuñoa que pertenece a uno de sus siete hermanos. También enfocado en resolver las cosas más pedestres de su nuevo estado, como empezar a vestir ropa de civil, ítem en el que se ha hecho asesorar por cercanos, quienes lo han acompañado a comprar.

Fernando Ramos, obispo auxiliar de Santiago, es uno de sus amigos y uno de los que creen que Tupper dejó la Iglesia sin mirar atrás. Ramos es vicario general del Arzobispado de Santiago y entre sus tareas está la de ser moderador de la curia y estar a cargo de las comunicaciones, funciones que antes ejercía Tupper. "No tengo conocimiento de si ha pedido apoyo espiritual, pero no es que él esté mal sicológicamente. El dijo que fue un discernimiento de vocaciones madurado por mucho tiempo que lo llevó a tomar esta determinación".

Otros de sus cercanos coinciden en que al otrora sacerdote se le ha visto conforme y asumido en su decisión. Hace dos viernes, unos 40 primos Tupper se juntaron en una reunión familiar. Para muchos de esos primos, que incluía a los hermanos del fallecido futbolista Raimundo Tupper, el encuentro era especialmente atractivo, al ser la primera vez en que el ex sacerdote se presentaba ante su familia como laico. Los que lo vieron dicen que se veía tranquilo y contento, incluso dándose el espacio para bromear con el resto de sus primos.

Su nueva vida también implica otros dos cambios importantes: por primera vez pensar en formar familia, además de encontrar un trabajo remunerado.

Sus cercanos no se ponen de acuerdo sobre lo que Tupper realmente quiere hacer. Mientras algunos sostienen que quiere tomar algunos cursos antes de empezar a trabajar, y así sentirse con una mejor base para empezar su nueva vida laboral, otros dicen que sólo se está dando el tiempo para considerar la opción que más lo motive. Ofertas ha tenido. Entrevistas laborales también. Aunque sin educación formal, salvo la que tuvo en el seminario, el ex sacerdote es altamente valorado por su paso por la Vicaria Social, donde conoció cómo funcionan los sindicatos, el gobierno y las empresas. Además, están las transversales redes de contactos que ha creado en sus 25 años de sacerdocio. Encontrar trabajo en alguna fundación o en áreas sociales de la empresa privada no le costará demasiado, coinciden en su círculo más íntimo.

Una de sus características, dicen, es que cuando se le mete una idea en la cabeza, por complicada que sea, se las arregla para gestionarla. En 2012, como rector del Santuario de la Inmaculada Concepción del cerro San Cristóbal, quiso hacer un pesebre de proporciones humanas tallado en madera. Movió sus contactos y pudo importar las figuras casi sin costo para la institución.

Galo Fernández, otro de los obispos auxiliares de Santiago, se considera cercano al diocesano. "Es un gran amigo, le tengo mucho cariño", dice. Y recuerda el día del funeral del padre de Tupper como una especie de punto de quiebre con su antigua vocación sacerdotal: "Fue particularmente doloroso por lo que ocurría, y lo normal es que hubiera estado celebrando la santa misa, pero él ya había dado un paso al costado". "Rezo por él y espero que encuentre un camino que le haga muy bien", dice Fernández.

Lo único cierto es que Tupper, a pesar de seguir siendo cercano a la Iglesia, se fue del clero sin mirar atrás.

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