El cerebro de Einstein, una maquinaria perfecta
<P>Fotografías nunca antes reveladas del cerebro del genio fueron analizadas por una antropóloga de la U. Estatal de Florida. Sus hallazgos dan cuenta de ciertas particularidades que definen al cerebro de este físico alemán, ganador del Nobel en 1921, como una estructura única. </P>
EN 1905, Albert Einstein publicó la teoría de la relatividad especial, a partir de la que dedujo la ecuación de la Física más conocida a nivel popular: E=mc². Diez años más tarde presentó la teoría de la relatividad general, que reformuló completamente la idea de la gravedad y que hizo surgir el estudio científico del universo desde la Física. Sólo un hombre estuvo detrás de eso. Sólo un cerebro que, al menos desde la lógica, no podría ser igual al de todos nosotros.
Y, ahora sabemos, no lo era. Porque si bien el trabajo de Einstein tuvo mucho que ver con el rigor intelectual y con la persecución infatigable de determinados temas a lo largo de toda una vida, la particularidad fisiológica de su cerebro justifica casi completamente sus extraordinarias capacidades cognitivas.
"Hasta ahora no se ha encontrado ningún cerebro con las mismas características del de Einstein", dice a Tendencias la doctora Sandra Witelson, profesora del Departamento de Siquiatría y Neurociencia del Comportamiento de la Escuela de Medicina Michael G. DeGroote de la Universidad McMaster, en Canadá. La investigadora lleva más de 15 años estudiando las particularidades cerebrales de Einstein y está convencida de que éstas habrían sido las responsables de sus capacidades de pensamiento abstracto y de planteamiento matemático, así como su facilidad para imaginar nuevos escenarios teóricos.
150 fotografías
Einstein tenía 76 años cuando murió en 1955, producto de una hemorragia interna ocasionada por la ruptura de un aneurisma en la aorta abdominal. Ahí comenzó esta historia. Si bien no hay registros de que el científico hubiera hecho arreglos específicos para el estudio postmortem de su cerebro, sí era sabido que apoyaba fuertemente la idea. Así, por lo menos, lo deja entrever una publicación de 1951 del The New York Times, donde entrega detalles de cómo él y otros científicos destacados de la época se habían sometido a mediciones electroencefalográficas. La idea de que su cerebro funcionaba de manera distinta al del resto de los mortales ya parecía evidente. Aunque en ese momento no existía la tecnología suficiente para probarlo.
Siete horas después de su muerte, el cerebro de Einstein fue removido por el patólogo Thomas Harvey. A simple vista, no tenía nada de extraordinario. Pero en la mente de Harvey era impensado que fuera así. ¿Qué, sino algo formidable ocurriendo en sus neuronas, lo había convertido en uno de los hombres más brillantes de los que se tuviera registro?
Tratando de dar con respuestas, el patólogo tomó cerca de 150 fotografías al cerebro de Einstein y luego lo diseccionó en 240 bloques de unos 10 cm3 cada uno. Días después, distribuyó los trozos entre algunos de los mejores neuropatólogos de la época. Y casi 30 años después comenzaron a asomar las primeras pistas.
En 1985, un análisis de la investigadora Marian Diamond descubrió que el cerebro de Einstein sí tenía algo distinto: en la corteza de asociación, un área involucrada en la integración de la información que se procesa en diferentes partes del cerebro, había un número mayor de células gliales que, según varios estudios, ayudan a que las neuronas y las sinapsis (las conexiones que dan vida al pensamiento) funcionen adecuadamente.
Y hace una semana, 57 años después de la muerte del hombre que revitalizaría el estudio de la Fïsica en el siglo XX, un nuevo estudio, que analizó 12 fotos que albergaba el Museo Nacional de Salud y Medicina de Silver Spring, en Maryland, corroboró estos resultados y sumó muchos otros.
Más evolucionado
La antropóloga de la Universidad Estatal de Florida y autora de esta investigación, Dean Falk, explica a Tendencias que una de las cosas que más llama la atención del nuevo análisis es que "Einstein tenía una corteza prefrontal extremadamente circonvolucionada", es decir, con mayor tejido cerebral o más desarrollada. Esta área es en donde radican las funciones cognitivas superiores, que distinguen al ser humano de los otros mamíferos que pueblan el planeta. Entre varias otras: la regulación de la memoria de trabajo, la planificación y ejecución de acciones, la divagación y la resolución de dilemas.
No es todo. "También tenía grandes, y muy especialmente asimétricos lóbulos parietales", dice Falk. Estos comandan una amplia variedad de funciones, como la conciencia espacial, el dominio de las matemáticas, y el izquierdo colabora con el lóbulo temporal en la comprensión del lenguaje.
El neurólogo y docente de la Facultad de Medicina de la UDP, Rodrigo Galeno, tuvo acceso a estos estudios y está convencido de que el grosor particular de la corteza del físico podría explicar, sobre todo, la capacidad de pensamiento creativo de Einstein, conocido por ser capaz de diseñar teorías allí donde todos los demás sólo veían realidad sin explicaciones concretas.
Pero lo más impresionante lo explica Witelson tal como lo descubrió en su propia investigación sobre el cerebro de Einstein, publicada en 1999 en The Lancet. La siquiatra señala que en un hemisferio izquierdo común y corriente existe una estructura llamada opérculo parietal, una zona que es claramente reconocible porque siempre está bordeada por dos fisuras, entre las que existe una porción de corteza cerebral. Dicho de otra forma, estas dos fisuras fraccionan la corteza. "Esto ocurre en el hemisferio izquierdo o derecho, en bebés o en personas mayores. Pero si miras el cerebro de Einstein, verás que no existe esa estructura. Y eso es porque allí las dos fisuras se fundieron, o sea, confluyeron, generando una mayor densidad de tejido cerebral en esa zona". Al tener esa anatomía, agrega, Einstein tenía una extensión mucho mayor de corteza sin dividir detrás de la fisura de Silvio, que se ha conocido por más de 100 años por ser muy importante en el pensamiento visoespacial, en la rotación de tres dimensiones y en la cognición espacial, todas aquellas áreas involucradas en el tipo de pensamiento que dominaba Einstein. Galeno explica que esta zona también se conoce por estar relacionada con el dominio matemático.
A pesar de que hace ya varios años se conoce de la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de este órgano de modificar las conexiones neuronales a partir de la experiencia o las condiciones que rodean a una persona, Witelson está segura de que en el caso de Einstein, el motor principal de su poderosa inteligencia estaba dado por una anatomía privilegiada, de la cual no se conoce el origen, pero que no está dada por el ambiente. Dean Falk, sin embargo, prefiere no desconocer que fue el tesón y las acciones de Einstein los que pusieron en marcha esa maquinaria perfecta. "El cerebro funciona como una reatroalimentación de morfología y experiencias. El cerebro de Einstein y sus habilidades cognitivas fueron influídas tanto por la naturaleza (la neuroanatomía con la que nació) como por la crianza, ambiente e intereses (sus experiencias de vida, incluyendo su proclividad a seguir su curiosidad)", concluye.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.