El héroe olvidado en Argo

<p>Ken Taylor es un héroe en su país, Canadá. Y la razón tiene que ver con que fue el hombre que permitió el rescate de seis norteamericanos desde su embajada en Teherán, durante la crisis de los rehenes, en 1977. La película <i>Argo,</i> ganadora del Oscar 2013, recreó ese rescate, pero le otorgó a Taylor una presencia mínima en la historia. Poco a poco, los hechos reales han visto luz pública. </p>




¿Ken Taylor? ¿Quién es Ken Taylor? Probablemente, los millones de espectadores que han visto Argo, la película de Ben Affleck ganadora del Oscar 2013, no sabrían qué responder. El filme cuenta la historia del rescate de seis estadounidenses que se refugiaron en la Embajada de Canadá en Teherán, luego de que una turba de partidarios del Ayatollah Ruhollah Komeini se tomara la Embajada estadounidense en Irán y mantuviera, por 444 días, a 52 rehenes durante el mandato del Jimmy Carter.

En la película, los héroes son la CIA y el agente Tony Méndez. Pero esa no es la historia real. Tanto así, que cuando se estrenó Argo, el ex Presidente Carter salió en defensa de la verdad. "El 90% de las ideas y la consumación del plan fueron canadienses. Y la película le da todo el crédito a la CIA. Y con esa salvedad, la película es muy buena. Pero el personaje que hace Ben Affleck en el filme sólo estuvo un día y medio en Teherán. Y el verdadero héroe fue Ken Taylor, el embajador canadiense que orquestó todo el proceso".

El mismo embajador Taylor ironizó al respecto hace algunas semanas en una conferencia en el Council of the Americas, en Nueva York, donde estaba acompañado de su mujer, Pat, diciendo que había hecho bastante más que servir tragos y abrir la puerta, que es más menos el papel que se le ve haciendo en Argo. "En todo caso, espero que aprecien lo bien que servía el vino", dijo.

Teherán en llamas

Uno de los seis refugiados, Mark Lijek, publicó en 2012 el libro The Houseguest: A memoir of canadien courage and CIA sorcery, donde reivindica el papel de los canadienses.

“Parte de mi motivación (para escribir el libro) era corregir los errores”. Y si bien es cierto que se trata de ficción, si la película no hubiera estado basada en hechos reales, no habría tenido ni la mitad del impacto que tuvo.

En septiembre de 1977, Ken Taylor había llegado a Teherán en su primera destinación en el extranjero, junto a Pat y a su hijo Douglas. Estaban muy entusiasmados con el destino exótico que les había tocado. Su mujer, una destacada científica doctorada en química, trabajó durante ese tiempo en el Banco de Sangre de Teherán y logró un vínculo cercano con sus compañeros de trabajo. A ella no le gustó Argo por la forma como mostraba a los iraníes. "No son tan fanáticos como refleja la película y sin ellos yo hubiera tenido muchas dificultades", contó en el Council. Un día, ya casi saliendo del trabajo, supo que había violentas manifestaciones en la calle. Un compañero le ofreció llevarla. "En su auto tenía una foto con el Sha por un lado y de Khomeini por el otro. Y en la radio, una emisora de música religiosa y otra de rock. Iba cambiándola según con qué grupo de manifestantes nos encontráramos".

En esa época, Taylor tenía 43 años y, como cuenta Lijek en su libro, un mes antes de que el embajador aterrizara en Teherán, la CIA había dicho en un informe respecto de la situación del Sha Reza Pavlevi, que estaba firme y que no existía amenaza evidente a su poder.

El embajador no tenía experiencia política, pues gran parte de su carrera en el Servicio Exterior la había hecho en la Comisión de Comercio y la principal misión que le habían encomendado era impulsar el comercio exterior entre ambos países. En 1977, más de 90 países tenían embajada en Irán. En 1980 no quedaban más de 25, lo que ilustra el impacto de la revolución islámica.

Cuatro días después de la toma de la embajada, Taylor recuerda que recibió una llamada de su primer secretario, John Sheardown, diciéndole que seis norteamericanos que habían escapado de la embajada pedían refugio. Uno de ellos, su amigo Robert Anders, era el que llamaba. En el convulsionado Irán de entonces, los canadienses arriesgaban la vida si los descubrían.

Antes de consultar con Ottawa, Taylor y Sheardown les aseguraron que los esconderían, hasta que pudieran escapar. Pese a su rol, el primer secretario canadiense no aparece en el reparto.

A diferencia de lo que muestra la película, donde los seis se instalan en una forzada convivencia en la casa del embajador, el grupo se dividió. Joe y Kathy Stafford partieron a la casa de los Taylor y los otros cuatro -Mark y Cora Lijek, Robert Anders y Lee Schatz-, a la de Sheardown. Ahí permanecieron los 79 días que se demoraron en montar la fachada para la huida.Tres planes se barajaron para sacarlos, y el agente de la División de Operaciones Técnicas, Tony Méndez, se empecinó en que la historia de la película de ciencia ficción era la más plausible. Sólo unos locos de Hollywood podían estar pensando en hacer una película en un país que estaba en medio de una revolución.

El rescate

Con los hechos consumados, el gobierno de Canadá envió a apoyar a Taylor a Louis Delvoie, director de inteligencia del Ministerio de Relaciones Exteriores y a Pat Black, a cargo de seguridad.

De parte de la CIA aterrizó un agente llamado “Bob”, que también participó activamente en el plan y cuyo nombre no se ha revelado hasta hoy, pese a que ciertos archivos fueron liberados en 1997, cuando la CIA cumplió 50 años de existencia. Durante ese tiempo, los diplomáticos cooperaron estrechamente con la CIA, pero eran los canadienses “los que tenían el veto final para la operación de sacar a sus huéspedes de Irán”, recuerda Taylor, desmintiendo que él fuese espía de la CIA.

Otros dos embajadores también participaron. "No sé incluso si lo sabían sus cancillerías", dice mencionando el apoyo de los embajadores de Dinamarca y Nueva Zelandia. Era mucha la gente que sabía, pero lo más impresionante fue que nada se filtró. El corresponsal en Washington del diario La Presse de Quebec, Jean Pelletier, supo de la historia y se comprometió a no sacarla hasta que los norteamericanos estuviesen a salvo. La publicó el 29 de enero de 1980.

Un aspecto clave del plan era conseguir los pasaportes y los papeles de entrada y salida. Taylor logró que el gobierno de Canadá autorizara la entrega de seis pasaportes. La CIA se encargó de llenar los datos, pero se equivocó en unas fechas de las visas escritas a mano, las que afortunadamente descubrió Roger Lucy, uno de los funcionarios canadienses.

La escena de suspenso que se produce cuando el grupo sale con sus equipos de rodaje al mercado de Teherán para ver las posibles locaciones, nunca sucedió en la vida real. La salida por el aeropuerto de Mebarad fue mucho menos dramática de lo que muestran las escenas finales, pero la película no habría sido tan entretenida si se hubiera contado que pasaron sin ningún tipo de interferencia con sus pasaportes. La persecución final por la pista del aeropuerto tampoco existió. “La verdad es que los funcionarios de inmigración apenas nos miraron y el procedimiento fue completamente regular. Tomamos el vuelo a Zurich y luego nos llevaron a la residencia del embajador de Estados Unidos en Berna”, relata Lijek en su libro.

La empleada de la embajada, tal como la retratan en el filme, también fue un personaje de ficción. Los Taylor tenían cinco empleados iraníes que los ayudaban con las tareas domésticas, pero según recuerda Pat Taylor, si bien eran curiosos y preguntaban, se quedaron tranquilos con la explicación de que los huéspedes eran turistas, aunque nunca salieran de la casa.

El embajador Taylor contó que sus mayores temores no eran tanto por su propia suerte si eran descubiertos, sino por lo que pudieran sufrir los norteamericanos. Y por eso tenían montado un albergue de emergencia, por si llegaban los guardias revolucionarios. “Calculaba que teníamos unos 20 minutos de ventaja si nos descubrían”.

El día D, el 27 de enero de 1980, el embajador ya había hecho los arreglos para cerrar su embajada. Los miembros del staff habían partido y, al final, sólo quedaban cinco canadienses, incluido él mismo, que saldrían rumbo a Londres. Una vez allí, le informarían oficialmente a Irán que la embajada estaría cerrada por algún tiempo.

Todo salió sin contratiempos. El único problema fue que el vuelo de Swissair se atrasó una hora en partir, algo que la película no cuenta. Tras su regreso de Irán, Taylor fue nombrado cónsul general de Canadá en Nueva York y recibió la medalla del Congreso de Estados Unidos. En 1984 renunció al cuerpo diplomático y se convirtió en vicepresidente senior de la fábrica de galletas y snacks Nabisco, hasta 1989.

Hoy, él y su mujer viven en el Upper East Side, en Nueva York. A los 77 años, el ex embajador sigue trabajando en la consultora en temas públicos Taylor y Ryan, que fundó hace unos años.

Los Taylor no fueron invitados a la premiére de Argo en el Festival de Toronto, donde se estrenó el filme el 7 de septiembre de 2012, ni consultados por Affleck durante el rodaje.

En Canadá, el ex embajador es un héroe nacional, pero él no le resta méritos a Tony Méndez, a quien considera “un tipo genial y valiente”.

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