El menú de la "embajadora" de Chiloé en Santiago

[hechizo chilote]Fue nombrada diplomática ancuditana en 1996. Desde entonces en su casa de Lo Espejo, María Teresa Pérez Silva pare curantos, orfebrería y tejidos a telar. </P>




María Teresa Pérez Silva tiene 51 años y suda. Suda como si estuviera en un sauna, pero en verdad está en una cocina de tres metros cuadrados. Lleva una falda negra y larga que le tapa los tobillos, una punta rosada colgando de sus hombros, un pañuelo colorinche en la cabeza y no para de reír. Este es su rincón favorito en el departamento de 40 m2 en Lo Espejo que arrienda hace siete años. Desde aquí salen curantos, milcaos y chapaleles. Marité usa una cocinilla de un plato que pone sobre el suelo. Allí posa sus ollas de 10, 20 y 30 litros. Pone en unas mallas medio kilo de mariscos, pollo, longanizas, papas y chancho y espera por dos horas a que todo esté cocinado. Cada una de las mallas es una porción de curanto. El resto es chuparse los dedos y dormir.

Ser una cocinera experta no es casual. Es parte de su obligación. El año 1996, un decreto edilicio de Ancud -su ciudad natal- la nombró "embajadora cultural" de Chiloé para el mundo. Y desde entonces no ha parado. ¿Qué significa tener este rango con el que no se gana plata ni se tiene apoyo económico? "Tengo que representar mis tradiciones donde vaya, pero también ayudar a los chilotes que vienen a la capital. Si llega algún colegio de Ancud tengo que buscarles dónde alojar y si quieren ir a pasear al zoológico, los tengo que ayudar a agendar. Si hay algún enfermo que necesita hospitalizarse en Santiago, le presto el segundo dormitorio de mi departamento", cuenta mientras se seca el sudor. Acaba de dar la primera mirada al curanto que prepara para un almuerzo donde invitó a seis amigos. "¡Esto está quedando…!", comenta y se sienta en una de las sillas de su comedor.

Ella parece una postal sureña trasplantada. Es robusta, rosada y alegre. Tiene una hija, María Elisa (29), quien vive con sus tres hijos en Ancud. Marité llegó en 1978 a la capital. Entonces, no quería ser profesora igual que dos de sus seis hermanos. Ella quería ser monja, por eso estuvo durante dos años en la Congregación Hermanitas de la Asunción, también en Lo Espejo. Allí, mientras hacía servicio de nana-monja para la familia Morales Delpiano y a punta de elogios por sus comidas y amabilidad, consiguió fuerzas y un empujón para dejar su idea de usar hábito y convertirse en lo que es hoy: improvisadora de vals con guitarra, profesora de telar, tejedora compulsiva y récord Guinness.

Hace 30 años que Marité hace clases de telar en talleres municipales de Santiago. Teje a palillos con lanas que ella misma prepara, hilando y tiñendo, tal como se hace en la isla. También fabrica aros de concha de ostras. Todo eso: lanas enrolladas, una rueca a pedal y los aros puestos en un bastidor de fondo rojo, está esparcido por su pequeño departamento. El año 2007 hizo un curanto para 10 mil personas en el terminal pesquero. Eso la convirtió en cocinera de marca mundial: nunca nadie había parido tantas pailas de este plato típico. De esto también vive, porque vende sus curantos a quien quiera comprar y cobra $ 5.000 por comensal. Todo esto hizo que el músico floridano Víctor Cáceres Díaz hiciera un vals para ella el año pasado. El video llamado "Vals de Marité" ya registra casi cinco mil visitas en YouTube.

Marité, además, tiene otro talento. Es una especie de sicóloga. Desde que se vino a la capital se da tiempo los fines de semana para hablar con alcohólicos y drogadictos para sacarlos de la calle. Así conoció a su marido, Luis Ortega (64), que aunque aparece por primera vez mencionado en esta nota no se ha separado de su lado. Vive hace 15 años con Marité, se iba a suicidar por amor, amarrado a una botella de pisco, cuando ella lo impidió. Entonces compartían una residencial en el centro de Santiago. Estaban a tres habitaciones de distancia.

Luis trabaja en una bomba de bencina y habla menos que notario de TV. Es delgado. Sólo emite tres o cuatro veces la misma frase: "Ella hace todo sola, yo no existo". Ella se ríe y lo interrumpe. Ambos se casarán al alero de un curanto, el próximo 27 de noviembre.

Está listo el curanto -grita Marité desde la cocina. Los comensales aplauden.

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