El mito de la chica cool

<p>El best seller <i>Perdida</i>, de Gillian Flynn, acaba de llegar a los cines convertido en una taquillera película dirigida por David Fincher. El <i>thriller</i>, una oscura reflexión sobre el matrimonio, se ha hecho famoso por describir, acertadamente, un fenómeno pop: la Chica Cool, la nueva -e imposible- forma de ser una mujer perfecta. </p>




Es el pasaje del libro que se ha vuelto lo más popular del libro: el discurso de la Chica Cool. En Perdida, el best seller de Gillian Flynn -su versión cinematográfica acaba de estrenarse en los cines locales-, la protagonista, Amy Dunne, describe en una de las entradas de su diario de vida cómo, por un malvado y masculino control de los medios, las mujeres hoy tienen que ser una mezcla de bomba sexy, que a la vez disfrute con los partidos y nunca le diga que no a la hamburguesa con doble queso.

El discurso de la Chica Cool ha sido infinitamente citado en blogs, sitios web, y se ha convertido en tema de charlas y debates. Y dice así: "Ser una Chica Cool significa que soy una mujer bonita, brillante y divertida, que adora el fútbol, el póker, los chistes cochinos, eruptar, que juega videojuegos, toma cerveza barata, hace un trío, se mete hot dogs y hamburguesas en la boca y sigue siendo talla 2. Porque las Chicas Cool son, sobre todo, hot. Hot y comprensivas. La Chica Cool nunca se enoja".

La descripción sigue y se va enojando. Porque básicamente, la Chica Cool es un ideal creado por las mentes masculinas, que lentamente ha obligado a las mujeres reales a mantener una actitud relajada pero chistosa, inteligente pero no aburrida, y sobre todo, a que disfrute las cosas que le gustan a los hombres, como hombre.

El estereotipo no siempre ha sido así. Para no ir demasiado lejos hay que recordar que a principios de los 2000, la mujer soñada de las películas era otra: eran los tiempos de la manic pixie dream girl, como la bautizaron los gringos: Natalie Portman en Garden State (2004), o Kirsten Dunst en Elizabethtown (2005), la chasquilluda Zooey Deschanel en 500 días sin ella (2009) o Francisca Lewin en Se Arrienda (2005) de Alberto Fuguet en la versión chilena. Era la mujer un poco loca, un poco hippie, definitivamente alternativa, que había que saber querer y amar por su espíritu libre. Un ave rara, que generalmente tenía aversión al compromiso. Aunque parecía querer salvar al hombre de la película con su aura especial, era él quien terminaba salvándola a ella. Es Kate Hudson en Casi famosos (2000) y es Charlize Theron en esa máquina de generar lágrimas llamada Dulce noviembre (2001).

Pero este modelo, un formato femenino protohipster si se quiere, fue olvidado porque la manic pixie es más que nada una chica frágil necesitada de amor y un problema a punto de explotar, aunque sea la mujer más linda del mundo. A la Chica Cool en cambio no hay que salvarla de nada: no se atormenta, es simple, probablemente gana más que el galán, y está dispuesta a gastarse su dinero en comprar el mejor pack deportivo de la televisión satelital.

La Chica Cool vive en las películas, generalmente comedias. Cameron Díaz en Loco por Mary (1998) fue probablemente la primera Chica Cool (y la directa referencia en la que se inspiró la autora Gillian Flynn, según ha contado en entrevistas): primero, se ve como Cameron Díaz, es decir dos kilómetros de piernas y una sonrisa que detiene el tráfico. En la película le dice a su amiga: "Quiero un hombre que pueda jugar 36 hoyos de golf, y que todavía tenga suficiente energía para llevarme a mí y a mi hermano al juego de baseball, comer un completo y tomar cerveza. Cerveza no light". El equivalente chileno sería: quiero ver el superclásico universitario, mientras prendo yo misma la parrilla, me tomo una cerveza muy helada, para que después juguemos Play Station. No quiere ir al mall a cambiar la plancha que se estropeó, no quiere que la acompañen a visitar a su abuela con torta, no quiere tomar espumante. Es básicamente, un mejor amigo que se ve como una supermodelo. Cameron Díaz ha potenciado al máximo el papel de Chica Cool que tan bien le queda; este año estrenó Mujeres al ataque, donde es la amante de un casado. Es un abogada de Manhattan top, con un departamento top, que sale y se entretiene mucho más que la aburrida esposa en la casa de las afueras de la ciudad. Igual la cambian por la joven Kate Upton, probablemente porque una Chica Cool de 40 no puede competir con otra Chica Cool de 22, con talla de bikini doble D.

Otros ejemplos de este estereotipo son Kate Hudson en Cómo perder a un hombre en 10 días. Cuando la periodista no está engañanado al galán haciéndose la mujer con el vestido de novia en la cartera, toma cerveza de la botella y le gustan los partidos de basquetball (tiene su propia polera del equipo). Mila Kunis en Amigos con beneficios (2011), es una joven sexy, simpática, head hunter profesional, que disfruta el sexo como deporte y no pues, no quiere compromisos ni enamorarse. En Amigos con derechos (2011) un clon de la película anterior, Natalie Portman es una versión más cerebral de este estereotipo.

En la película Perdida, el discurso de la Chica Cool es un poco más breve, y se funde con las imágenes: Amy -interpretada por Rosamund Pike- maneja libre por la carretera, mirando a las mujeres de los autos a su lado, y se pregunta quiénes serán ellas y qué estarán haciendo para hacer creer a sus hombres que son Chicas Cool. Recita con veneno las palabras del libro: "si es que él es vegetariano, a la Chica Cool le gusta la hamburguesa de proteína de trigo y es muy buena con los perros; si él es un artista hipster, ella tiene tatuajes y anteojos tipo nerd. Hay variaciones, pero créanme, él quiere una Chica Cool, que es básicamente la chica a la que le gusta cada maldita cosa que él hace y nunca se queja".

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