El origen de "Las Viejas Cochinas"
<P>Todo partió por un rumor sobre un local vecino, dicen sus dueñas. Pero un error les adjudicó un nombre que, lejos de afectarlas, les dio fama y clientela. Es la historia de la picada más conocida de Talca, un lugar de visita obligada para políticos, artistas y turistas. </P>
No eran ellas "las viejas cochinas", pero sí supieron sacarle partido a tal apelativo, que de apetitoso no tenía nada. Marcela Orellana, la menor de las cuatro hijas de doña María Elena Yáñez, dueña y fundadora de este restorán talquino, cuenta que todo partió por un rumor sobre la calidad de un local vecino: se decía que allí "reciclaban" los restos de comida que otros comensales dejaban en los platos. "Y resulta que cuando se murió la dueña del local del lado, un hijo de la señora empezó a decir que éramos nosotras las viejas cochinas y la gente llegaba preguntando si era verdad lo que se decía. Entonces, teníamos que explicar la historia e invitábamos a la gente a pasar para que conocieran nuestro local, siempre limpio, y nuestra comida recién preparada. A la gente le gustó venir y se empezó a correr la voz de que aquí había buena comida y a buenos precios. Así, con el tiempo, nos hicimos famosas".
Marcela cuenta que, en un principio, "era bastante desagradable (lo del nombre), porque la gente nos preguntaba si nos bañábamos o si teníamos agua potable, cuando se sabe que es imposible que un restorán pueda funcionar si no cumple con la normativa vigente para poder hacerlo. Era casi humillante, pero supimos sobreponernos a eso y ahora estamos donde estamos".
De su verdadero nombre -Cabaña El Turismo- ya pocos se acuerdan. "Las Viejas Cochinas" quedó tan arraigado y tan alejado de su sobrenombre, que se convirtió en una de las picadas secretas del circuito gastronómico criollo; un punto de encuentro de una variopinta clientela de artistas, políticos, deportistas, actores, trabajadores y turistas que visitan esa zona del Maule.
Es cosa de aparecer a la hora de almuerzo: más de 200 comensales al mediodía, insertos en una vorágine de aromas exquisitos que se mezclan entre mariscos, carnes, pan amasado recién salido del horno y jarras de ponche que a nadie dejan indiferente. Ni a los sencillos obreros que llegan día a día, ni a los ejecutivos y turistas internacionales que comparten la mesa con ellos.
Ni siquiera en las tardes baja el número de visitantes. Como el miércoles, a las 18.30, cuando con una fría y lluviosa tarde de invierno, el movimiento no cesaba al interior del restorán, con más de 80 personas sentadas alrededor de las cuatro chimeneas a leña, deleitándose con pollos, mariscales o una sabrosa plateada, tras culminar la jornada.
¿Cómo se inició el local? Marcela cuenta que todo partió con una ramada que instaló doña María Elena y su esposo, en la ribera del río Claro, a los pies del cerro La Virgen. "Nuestros padres habían trabajado como garzón y cocinera en los otros restoranes que había en este balneario y quisieron independizarse instalando un negocito. Vendían sandías y pan amasado". Eso fue en 1975 y la cabaña (que era de coligües) se llamó El Turismo.
Con doña María Elena al frente y sus cuatro hijas apoyando en diferentes labores, el recinto se fue expandiendo y terminó en un bungalow ampliado de 54 mesas. Sólo en 1988 se oficializó lo de "Las Viejas Cochinas", cartel que hoy luce la publicidad del local. Hoy tienen 43 empleados, además de la dueña y las cuatro hijas, que siguen trabajando.
A fines de los 90, una fuerte subida del Claro intentó borrar la tradición culinaria instalada por la familia Orellana Yáñez. "El río se llevó parte del restorán, pero mis siete hermanos, que trabajaban en áridos, tardaron sólo una semana en volver a levantarlo. Ahora está más distante del río y a mayor altura", relata Marcela.
Y pese a que hay muchos que no han escuchado de su fama, de voz en voz sus platos se han popularizado en distintos puntos del país. Alfredo Abendaño, el garzón más antiguo del local, relata que "lo que más me gusta de trabajar aquí es la variedad de público que llega, porque yo atiendo gente de los sectores más bajos hasta los más altos". Y Marcela agrega: "Aquí han venido a comer todos los candidatos presidenciales, pero como Presidente sólo estuvo Sebastián Piñera. Además, hemos tenido a Miguel Bosé, que se fue muy feliz con la variedad de mariscos que comió; el "Bichi" Borghi, que le gustan las ranas; Nelson Acosta, el grupo La Noche, Américo... En fin, acá llegan todos los cantantes, artistas, actores y políticos que visitan Talca".
La menor de las hermanas recuerda que "desde pequeña comencé a trabajar en el restorán. Primero me hice cargo de los baños, cuando tenía siete años, y luego fui asumiendo más obligaciones. Mi vida ha estado ligada ciento por ciento al restorán, que nos ha dado todo, pero que también nos ha quitado todo, porque nosotros hemos dejado aquí nuestra juventud, vida familiar, todo, porque este negocio es, por sobre todo, muy esclavizante".
Por ello, según Orellana, está en suspenso el futuro del lugar: "Todos (mis sobrinos) estudiaron otras carreras, que no tienen relación con el restorán, y yo los entiendo, porque si yo tuviera un hijo tampoco desearía que se dedicara a esto (...). Es un trabajo muy esforzado y de mucho sacrificio, ya que tenemos abierto todo el año, excepto las noches de Navidad y Año Nuevo. Es por ello que no sabemos qué ocurrirá con "Las Viejas Cochinas" cuando nosotras ya no estemos aquí".
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