El pionero del riego por goteo en Chile se expande a Perú y evalúa Colombia
<P>No hay hombre de campo que no lo conozca. Porque su empresa fue la primera. Ha sido siempre la más grande. Y la única integrada: fabrica desde el PVC hasta las tuberías de goteo. Andrés Olivos Valenzuela está en Mendoza, este año llegó a Perú, donde compró una firma que ya operaba, y ahora evalúa Colombia.</P>
"Postular a Agronomía en 1973 era una locura. Con la reforma agraria ya no quedaban campos", recuerda Andrés Olivos Valenzuela, el dueño de la mayor empresa de riego tecnificado en Chile. La elección le costó un desencuentro con su familia, que quería que completara su carrera de ingeniería civil, y le obligó a vivir con una prima y pagar su nueva carrera en la UC con crédito fiscal.
Ninguno de sus compañeros podía creer que a partir de la lectura de un artículo en una revista australiana que alababa el riego por goteo, él empezara a cartearse con la primera empresa del mundo dedicada al tema -la israelita Agrifim (hoy Netafim)- y a probar con tomates en una caja de plumavit en la terraza de un departamento. Los que sí le creyeron fueron los israelitas, que viajaron a mirar la incipiente fruticultura en Chile, lo contrataron para abrir una oficina y lo mandaron cuatro meses a observar cómo operaba el sistema en las viñas de Ciudad del Cabo.
"Con el riego por goteo o por aspersión se ahorra un 50% del agua comparado con el sistema tradicional de acequia o canal. Se acrecienta la superficie real de plantación, porque con el otro hay que destinar tierras para construir canales y caminos. Es más eficiente, ya que se puede plantar en cerros", dice este hombre que egresó, pero nunca se tituló.
A Olivos lo conocen todos los agricultores chilenos. Su empresa fue la primera en instalar riego tecnificado en 1982 y ha sido siempre la más grande del mercado, hoy con un 30%.
Partió sin capital ni socios y recuerda que su primer cliente fue el floricultor Carlos Ariztía. "Se sufría mucho en los inicios, había que importar todo -PVC, goteros, filtros, tapones- y no llegaban los pedidos completos. Nos demorábamos meses". Lo peor ocurrió con un agricultor alemán: a falta del tapón para cerrar la tubería principal y permitir que el agua recircule, fabricó uno con cámaras de neumáticos de tractor. "Echamos a andar la bomba de agua y el terreno empezó a deformarse. El tapón explotó y salió un tremendo chorro de agua. El alemán me echó".
Olivos Equipos de Riego -como la rebautizó, porque su apellido era más familiar para los clientes que El Sauce- ha instalado sistema de riego en 60 mil hectáreas. Desde olivos en Arica a praderas para vacunos y ovejas en Coyhaique. Además, en 1.000 hectáreas en Mendoza, todas de Trivento, marca de Concha y Toro, viña que riega todos sus parronales con su empresa.
Tanto o más grande que la agricultura en este rubro es la minería. Para extraer el cobre de las tortas de piedras chancadas se usa riego por goteo de agua con ácido sulfúrico. "Es lo que se conoce como lixiviación", cuenta Olivos en su oficina en San Bernardo. Tiene dos fábricas -una de tubos de PVC y otra de tubos de polietileno- y cerca de 180 trabajadores. Como es la única empresa integrada -con fábricas, diseño de sistema de regadío e instalación- los ingenieros trabajan en oficinas y los agrónomos en terreno.
A Perú, con socios
Una de sus últimas apuestas es Perú. En febrero, Olivos e Ignacio Hortal, empresario ligado al plástico, compraron el 55% de Corande a las familias Lora y Santa María. Era, al igual que Olivos, la pionera, pero desde hace cinco años no podía competir con sus propios proveedores (tres empresas israelitas) "Perdió mucha participación y ahora estamos recuperándola. Somos los cuartos, pero aspiramos a ser los primeros en tres años", asegura Hortal.
Ya tienen contratadas más de mil hectáreas y oficinas desde Tacna hasta Piura, más un equipo de 30 personas. Cuentan con la gran ventaja de la cercanía -una semana versus la competencia israelí, que demora 90 días en llegar con sus productos- el mismo lenguaje y el prestigio en la industria.
A fines de noviembre ambos viajarán a recorrer Colombia para evaluar el mercado. Apasionado por la agricultura, se va todos los fines de semana con su mujer y seis hijos a su campo en Rengo. Tiene 160 hectáreas de ciruelas que exporta deshidratadas. Dice que es un negocio espectacular. "En Europa les encantan y se las comen como las pasas". Con ventas anuales de US$ 20 millones -entre riego y exportaciones de ciruelas- Olivos puede decir orgulloso que de loco no tenía nada.
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