El regreso de la silla del Bellas Artes
<P>[ESE MAMARRACHO] Fue uno de los primeros escándalos artísticos de Santiago. En 1981, un grupo de rugbistas que venía de una despedida de soltero se robó la polémica obra, que al día siguiente tiraron al río Mapocho. El periodista Fernando Paulsen fue uno de ellos. La silla de la controversia hoy se exhibe de nuevo en el museo del Parque Forestal.</P>
Venían de un topless de la calle Merced. Acababan de celebrar la despedida de soltero de un amigo. Los jóvenes rugbistas enfilaban hacia el oriente de Santiago en un ochentero Fiat 147. Cuando conducían por José Miguel de la Barra, se encontraron con una obra de arte de grandes dimensiones. Estaba en el frontis del Museo de Bellas Artes, junto a la escultura Icaro y Dédalo, de Rebeca Matte. Era una tarima de metal que tenía encima varios objetos, entre ellos una silla de playa de fierro que no tenía tela.
Los enfiestados amigos la vieron y tuvieron la ocurrencia de llevarse la silla. El objeto estaba empotrado a la base, pero a los rugbistas no les costó sacarla. Un par de intentos y salió volando. La metieron en el portamaletas del Fiat, pero la mitad de la silla quedó afuera. "Por eso, cuando pasamos a una estación de servicio, algunas personas se quedaron mirándola. Parece que la reconocieron", cuenta Fernando Paulsen. El periodista de Chilevisión era parte del grupo de amigos que esa noche protagonizó la humorada.
Era raro que alguien en el Santiago de julio de 1981 no reconociera la silla de fierro. Desde fines del año anterior, la obra era tema obligado en las conversaciones y en la sobremesa de los capitalinos. Algunos la defendían, otros la aborrecían, pero nadie quedó indiferente.
"Apuntes" se llamaba la obra, y su autor fue Humberto Nilo. Estaba compuesta por una base de metal que tenía empotradas una silla de playa de fierro, una pirámide del mismo material y un cactus. Un cilindro era el único objeto que estaba suelto. "Quise establecer una relación entre objetos que no tuviera una lectura concreta y que generara anarquía y crisis", explica Nilo.
Era parte de una colección de 15 obras que buscaba acercar dos mundos lejanos: el arte y la industria. Cuenta la entonces directora del Museo de Bellas Artes, Nena Ossa, que la idea fue de Lily Lanz, dueña de la desaparecida galería Epoca, que estaba en Providencia con Orrego Luco. "El objetivo era que un grupo de empresas asociadas a la Sofofa eligiera un artista que hiciera una obra con los materiales de sus fábricas", recuerda Ossa. Nilo trabajó con la barraca de fierro Sabimet, que estaba en el Paradero 1 de Santa Rosa. Ahí nació "Apuntes", que pesaba una tonelada.
Por su peso y su tamaño fue la única obra de la colección que se exhibió en el frontis. "La losa del museo estaba suelta y se balanceaba, por eso no me atreví a entrarla", explica Ossa. La polémica estaba a la vuelta de la esquina.
Cuenta Nilo que el primero que comentó la obra fue el conductor de TV Pepe Guixé. "Acostumbraba a hablar de problemas en las calles y de repente dice que hay un artefacto fuera del museo. Ahí empieza la batahola", asegura el artista. Luego, el escritor Enrique Lafoucarde en su comentario televisivo de arte la calificó como "un mamarracho". Ossa agrega: "Dijo que era una porquería y que había que hacer algo en contra del museo".
Cuando el grupo de rugbistas se llevó la silla no había santiaguino que no hubiera hablado sobre ella. "El público, muy conservador, no estaba acostumbrado a obras que se apartaran de los soportes tradicionales", sostiene el actual director del museo, Milan Ivelic. Esa noche de julio, el objeto robado terminó como regalo para el joven que celebraba su despedida de soltero. "A la mañana siguiente, su mamá encontró la silla en el jardín de la casa y casi le da un soponcio. Le dijo que teníamos que devolverla el mismo día", relata Paulsen.
Antes de hacerlo, los rugbistas se tomaron una foto con la silla y la adornaron con un vestido de la mamá de la polola de uno de ellos. Esa noche tenían entrenamiento en el estadio Santa Rosa de Las Condes. Antes de llegar, abandonaron la silla en el río Mapocho, bajo el puente Lo Saldes. Dejaron una nota firmada por el Comando Vengadores del Arte. "Todo fue una humorada de despedida de soltero. No fue ni planificada ni nada", asegura el periodista.
Aunque las obras de la exposición pertenecían a cada industria, Sabimet nunca quiso llevarse la suya. "Todo el revuelo era un desprestigio para ellos", asegura Nilo. Finalmente, el "mamarracho" fue donado al Bellas Artes. Hoy, sólo se conservan la silla y la pirámide, que estuvieron guardadas en una bodega del recinto por 30 años.
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