El regreso del Samurái

<P>Desde 1990, Carlos Ominami ha viajado 16 veces a Japón, país de origen de su abuelo paterno. En su último periplo, el ex senador fue condecorado por el emperador Akihito. Aquí, un relato del homenaje y de la historia que une al ex senador con la nación oriental. </P>




Tras hacer tres reverencias y recibir el visto bueno del encargado de protocolo imperial, el ex senador Carlos Ominami ingresó en solitario, vestido de frac, a las 9.30 horas de ayer, a la pequeña sala Los Pinos del palacio imperial de Japón, en Tokio. Frente a él estaba Akihito, emperador del país asiáico, a quien pudo acercarse hasta un par de metros, según estipula el estricto protocolo de la corona nipona. A un costado del soberano, el primer ministro, Naoto Kan.

En persona, Akihito se acercó a Ominami y con sus propias manos lo condecoró con el Cordón de la Orden del Sol Naciente en primer grado. Luego, de manos del primer ministro Kan, recibió el certificado. El galardón es una de las máximas distinciones del imperio nipón, que en el caso de Ominami, premió el trabajo por estrechar relaciones entre Chile y Japón, y que ese mismo día recibieron el vicepresidente de Perú, Luis Giampetri y algunos ex ministros y funcionarios, entre ellos el ex primer ministro Toikishi Taifú.

Para Ominami, el reconocimiento llega a casi un siglo del arribo de su abuelo paterno a Chile, historia que marcó a su familia y que el ex parlamentario repasa desde Tokio. "Fue algo extremadamente simbólico. Para mi fue volver a estar con mi abuelo y mi padre", dice Ominami.

"Mi abuelo llegó a Chile en 1914. Era un marino que hacía el servicio militar. Le dio tifus y lo desembarcaron en Iquique. El barco tenía que ir al Estrecho de Magallanes y volver a buscarlo, pero comenzó la Primera Guerra Mundial y la embarcación tuvo que volver a Japón".

"El se quedó trabajando en Iquique sin hablar español. Nunca logró aprenderlo del todo. Fue mozo en el ferrocarril de Arica a La Paz. Tuvo distintas ocupaciones, pero finalmente fue peluquero".

"'Minami' significa sur y 'o' es un prefijo, que se utiliza como señor u honorable. El nombre de mi abuelo era 'Maza'. Pero cuando lo inscribieron en Chile, el oficial del registro civil le dijo: '¿Cómo se va a llamar Maza?', y le puso Carlos. Maza quedó como su segundo apellido.

Rebautizado como Carlos Ominami Maza, el fundador del clan emigró a Santiago, formó familia, continuó con el oficio de la peluquería e intentó sin resultados regresar a Japón.

"Se trasladó a Santiago, se casó y terminó con una peluquería modesta en calle Eleuterio Ramírez. Mi abuela, Amalia Daza, era chilena. Se separaron jóvenes, cuando mi papá (Carlos Ominami Daza), que era hijo único, terminó el colegio. Mi abuelo consideró que había sido una relación complicada, mi abuela era buena para el casino, se gastaba la plata. Ese fue un choque cultural importante".

"En algún momento él juntó la plata para volver. Iba a hacerlo para la Segunda Guerra, 30 años después. Pero en vez de volver, con el desastre que había en un Japón destruido, derrotado, él optó por mandarle la plata a su familia. Eso, en los recuerdos familiares, lo tienen como un momento importante. Era un japonés de clase media baja. Haber juntado la plata para volver a Japón eran palabras mayores".

"Desde muy chico íbamos con mi abuelo y mi papá a recepciones a la embajada de Japón, al Día del Emperador. La colonia japonesa era pequeña. La relación era por mi abuelo, sus amigos. Había un señor que vendía artículos japoneses: se llamaba La casa Hombo. Otro de apellido Yamada, padre del paisajista que hizo los jardines de Américo Vespucio".

"En mi papá, que era hijo único, se notaba (la ascendencia nipona). Tenía esto de 50% japonés, ordenado, medio rígido también, potenciado por la formación militar. A él le encantó haber estado en la Fach. Lo que lo mató fue el final: preso por sus compañeros".

"A mi papá lo usaron de rehén. Para el golpe yo era joven, tenía 23 años, militaba en el MIR. Lo acusaron de traición a la patria y lo condenaron a cinco años y un día por haber entregado información estratégica a través mío. A mi abuelo le costó mucho entenderlo. Fue muy duro cuando lo fue a ver a la cárcel, porque consideraba que era una cuestión denigrante".

Luego de casarse por segunda vez con una descendiente de japoneses, "Maza" no volvió a ver a su hijo ni a su nieto tras el golpe militar. Con ambos en el exilio, el Ominami japonés murió en 1978. Ahí comenzaron los intentos del ex senador y su padre por retomar el contacto con la familia.

"Mi papá fue el primero que intentó retomar la relación. Al salir de la cárcel en 1976, se va a España. A comienzos de los 80 iba a ir a Japón, pero lo pescó la crisis económica. No funcionó y luego empezó a enfermar y murió en 1992".

"El de mi padre iba a ser un tremendo regreso. Se había comunicado por carta con la familia. Iba a alojar en el pueblo en el que nació mi abuelo, uno chiquitito que se llama Mikata. (Incluso) construyeron en la casa un 'baño occidental', con taza".

"A partir del 90 empiezo una relación con Japón más bien política y me apliqué en el aspecto familiar. No los conocía, era una relación medio fantasmagórica. Los busqué, tenía una deuda, por mi abuelo que no había vuelto, y por mi papá, que no pudo ir. La tercera era la vencida".

"Los contactos que yo tenía eran los de mi papá, que se había escrito en inglés con la familia. Mi papá me insistió mucho en que tratara de recuperar estos vínculos".

"Debo haber sido el primer ministro del gobierno democrático que fue a Japón. La primera vez, en junio-julio del 90. Esta vez es mi viaje 16. Vine con los cuatro presidentes de la Concertación por lo menos una vez. Para el centenario de las relaciones Chile-Japón también, a raíz de un coloquio chileno- japonés con Hernán Büchi y Raúl Zurita. Ellos hablaban de economía y cultura y yo de política".

"Con la familia, me junté la primera vez que vine, el año 90, a almorzar en Kioto. Después fue en Tokio. La relación es con un poquito de inglés y un intérprete".

"La visita más intensa fue en 1997. Llegué a Mikata un día en la tarde, nos recibió el alcalde, nos quedamos a alojar en un hotelito. Hubo un gran almuerzo familiar, fuimos al cementerio a ver a los antepasados, algo bien intenso. Me regalaron un árbol genealógico, escrito con caligrafía japonesa para explicarme qué había pasado con la familia".

"La persona con quien me veía permanentemente era Tatsuo Ominami, sobrino de mi abuelo, que murió en 2010. Ahora me voy a ver con su viuda y sus hijos".

"Las conversaciones giran en torno a la familia, los antepasados, su origen y ocupación. Tatsuo tenía un aserradero, entonces hablábamos mucho de cosas de madera".

"Tengo la suerte de tener tres partes; Chile, Francia y Japón, que he ido descubriendo cada vez más cercano. Sentí al emperador como alguien no distinto a mi abuelo, moreno, bajo de estatura".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.