El secreto encanto de la ternura: Un factor clave para la supervivencia

<P>Un cachorro de perro o incluso un dibujo animado generan una reacción cariñosa casi inmediata. La clave está en que estos estímulos presentan rasgos propios de los niños, generando una respuesta que evolucionó con el fin de asegurar la subsistencia de los infantes.</P>




En diciembre de 2005 se produjo un evento mediático y social que tomó por sorpresa a los encargados del Zoológico Smithsoniano de Washington (EE.UU.). Aunque los pandas ya gozaban por años del estatus de grandes atracciones turísticas en la capital estadounidense, el debut en público de Tai Shan -la primera cría de panda que lograba sobrevivir en ese zoológico- cautivó de inmediato a las masas. Sus movimientos torpes y la cariñosa interacción con su madre, Mei Xiang, hicieron que los 13.000 tickets gratuitos repartidos por el recinto para el estreno de Tai Shan se agotaran en dos horas y que varios de ellos terminaran siendo rematados en eBay con valores de hasta US$ 500.

Pero eso no fue todo, porque medios como Washington Post dedicaron amplios reportajes, fans crearon sitios web para vender merchandising de la cría, y un video que registra cómo Mei Xiang se sobresalta ante un estornudo de Tai Shan fue visto millones de veces en YouTube. Un fenómeno similar al que se produjo dos años después en el zoológico de Berlín, Alemania, con el debut del tierno oso polar Knut: la "Knutmanía" tomó forma de juguetes, DVD, libros, una portada de Vanity Fair junto a Leonardo DiCaprio y un aumento de ingresos para el recinto estimada en cinco millones de euros.

Un término que se repitió múltiples veces al describir tanto a Tai Shan como a Knut fue "tierno". De hecho, cuando Knut falleció a los cuatro años de vida -debido a problemas cerebrales-, el portal Berlinonline lo describió como el "más prominente niño animal". Precisamente, para los científicos esa frase encierra una de las claves de por qué los seres humanos somos prácticamente incapaces de no reaccionar ante animales de este tipo y a otros estímulos similares, como los personajes de filmes animados tipo Kung Fu Panda e, incluso, algunos modelos de automóviles "amigables".

A mediados del siglo XX, el zoólogo y etólogo austríaco Konrad Lorenz propuso una teoría que luego fue reafirmada por otras investigaciones. Según el científico, características infantiles como una gran cabeza, enormes ojos y un rostro redondeado despiertan casi de inmediato un instinto protector. Especialistas que estudian la evolución de las señales visuales añadieron otros rasgos claves de la ternura, como una forma de caminar curiosa y torpe (lo que explicaría, en parte, el éxito de documentales como La marcha de los pingüinos).

Raíces evolutivas

Deirdre Barrett, sicóloga evolutiva de la Universidad de Harvard (EE.UU.), dice a La Tercera que, efectivamente, "una cabeza más grande en relación al cuerpo y extremidades cortas son dos factores que consideramos tiernos, ya que son rasgos propios de bebés y niños pequeños". Para los investigadores, estos elementos de la ternura expresan juventud extrema, vulnerabilidad y carencia, por lo que activan una especie de sentido darwiniano de protección.

Después de todo, la humanidad es una especie cuyos niños son notoriamente indefensos, por lo que debemos estar cableados para reaccionar rápida y positivamente ante cualquier señal de necesidad infantil. "El impulso para considerar algo como 'tierno' evolucionó en los humanos para mantener vivos a los bebés", reafirma Barrett.

Sin embargo, la experta agrega que hay otro factor llamado 'estímulo supernormal': "Nuestros instintos se ven alterados por algún factor que gatille una respuesta particularmente exagerada o intensa. Lo vemos en los efectos que tienen los altos índices de azúcar y sal que produce una ingesta desmedida de comida chatarra. Y la ternura explica el éxito permanente que tiene la venta de productos como los osos de peluche y la popularidad de todas esas razas de perros falderos de cabezas enormes y patas cortas, además de la fuerte presencia de caricaturas en la cultura popular".

Precisamente, el efecto de lo tierno no sólo se aprecia en los animales, sino que también industrias como la del entretenimiento. A fines de los 70, el biólogo evolutivo estadounidense Stephen Jay Gould publicó un artículo donde detallaba la metamorfosis de Mickey Mouse: a medida que Disney se volvió poderosa y rentable, este personaje pasó de ser delgado y con rasgos propios de un roedor real a un ícono "tierno" y caricaturesco de gran cabeza y actitud infantil (otro detalle: todos los personajes clásicos de la compañía, incluyendo patos y ratones, tienen grandes ojos 'humanos' que miran hacia el frente, aun cuando los animales reales tienen ojos a cada lado de sus cráneos).

El circuito de lo "tierno"

Una explicación para la respuesta inmediata que genera la ternura salió a la luz en dos investigaciones de la bióloga Melanie Glocker, de la U. de Muenster (Alemania). Sus experimentos muestran que el acto de observar fotos de bebés activa una antigua zona del cerebro llamada núcleo accumbens, que actúa en el procesamiento de la recompensa. De hecho, esta área también participa en el manejo de estímulos sexuales y los generados por la comida y las drogas.

Morten Kringelbach, siquiatra y neurocientífico de la U. de Oxford (Inglaterra) y autor de El centro del placer, señala a La Tercera que estos resultados confirman que la ternura es un poderoso motivador y una ruta hacia el mismo sistema que se activa con otros placeres básicos. En un estudio similar con imágenes cerebrales, este experto demostró que la corteza medial orbitofrontal -ubicada por encima de los ojos y que se dedica a detectar estímulos de recompensa- se enciende en apenas la séptima parte de un segundo ante imágenes de bebés, pero no así ante fotos de adultos.

De cierta forma, dice Kringelback, el cerebro "marca" los rostros con rasgos infantiles como especiales. Un efecto que explica, por ejemplo, el éxito de un icono de la ternura como el personaje japonés Hello Kitty, que genera ventas anuales de mil millones de dólares para la empresa Sanrio.

El país asiático es un caso de estudio en el ámbito de la ternura, ya que el arribo de la cultura americana tras la II Guerra Mundial, en particular de filmes Disney como Bambi, le sirvió al derrotado Japón para recuperarse de la miseria social de posguerra. Así se creó un movimiento llamado kawaii, que sigue hasta hoy: cada jurisdicción nipona y la mayoría de las empresas tienen su propia mascota "tierna" e incluso los carteles policiales tipo "se busca" exhiben estas figuras. Brian J. McVeigh, experto en estudios asiáticos de la U. de Arizona, dijo a Vanity Fair que este culto a la ternura también ha servido "para suavizar una sociedad muy vertical y presentar la autoridad sin ser amenazante".

Autos amigables

La apariencia más amigable de autos como el Mini Cooper, el Smart Car o el clásico "escarabajo" de Volkswagen, uno de los autos más queridos por el público, también tiene sus raíces en el poder de la ternura. "Si miras al auto, debido a la posición del parachoques y las luces, pareciera que está sonriendo", dijo Ken Kettenbeil, vocera de la marca Smart Car a Vanity Fair. Un estudio de Linda Miesler, de la U. de Zurich (Suiza), analizó esta reacción al manipular fotos de autos para resaltar los "rasgos faciales" como focos (ojos) y la toma de aire (boca). Los participantes vieron al azar las fotos originales y las intervenidas para resaltar su "ternura": estas últimas generaron sutiles activaciones en los músculos de la sonrisa facial.

"La ternura es un factor poderoso de venta. Algo tan simple como los osos de peluche se han vuelto cada vez más 'tiernos', con cabezas más grandes. Las únicas personas que no prefieren estos osos son los menores de cuatro años; si se les da la opción optan por osos adultos. Esto tiene sentido, ya que los niños pequeños son los únicos que aún no tienen instintos de crianza; están buscando un adulto que los cuide", afirma Berrett.

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