El taxidermista más singular de Santiago
<P>[Fauna urbana] Desde los 16 años, Miguel de la Fuente tiene el hobby de embalsamar patos, tortugas, liebres y hasta un jabalí. Hoy, es su oficio. </P>
El escritorio de Miguel de la Fuente es como cualquier otro. Nada fuera de lo común, excepto por la veintena de animales embalsamados apoyados en la mesa o colgados en la pared. Hay varios patos, algunos de pie, otros en actitud de vuelo. Un par de liebres, tres tortugas y una tórtola. Sobre ellos se impone una enorme cabeza de jabalí con colmillos a la vista. En el lugar, lo único que está vivo, además de Miguel, son los peces que nadan en un acuario.
Este diseñador gráfico de profesión es amante de la cacería. Partió cuando era adolescente, apuntándoles con una honda a los pájaros en el jardín de su casa en Av. Santa María, en Vitacura, donde vive con sus padres y su hermano. Allí montó su oficina, atiborrada de especies embalsamadas, y un taller donde ya cuenta con más de 500 animales que han sido inmortalizados en sus manos. Además, hace ocho años lanzó su web (taxidermia.cl), en la que ofrece sus inusuales servicios. No sólo embalsama animales de caza como ciervos, patos o liebres. Desde hace algún tiempo, también le llegan pedidos de personas que quieren preservar a sus mascotas.
Fue en el Museo de Historia Natural donde Miguel aprendió la técnica. Cuando tenía 16 años y todavía estaba en el colegio, llegó a golpear las puertas del edificio ubicado al interior de la Quinta Normal para que le enseñaran. Pero antes lo pusieron a prueba: "Tenía que trabajar en una paloma. Si me quedaba bien, podía tomar el curso". Tardó dos o tres fines de semana, pero lo logró. Desde entonces, combina su trabajo como diseñador gráfico free lance y su gran pasión: la taxidermia.
Según Miguel, la diferencia entre un buen embalsamador y uno malo está en su habilidad para "captar la expresión del animal cuando todavía estaba vivo". Para eso, él utiliza libros como referencia, en los que estudia los movimientos de cada especie y su anatomía. Además, encarga moldes de las cabezas a Argentina, de los cuales saca una copia hecha de poliuretano o plumavit, la cual luego se cubre con la piel del animal. Los ojos los compra por catálogo en EEUU. Tiene una caja llena: hay de salmón, de ciervo y de gato, hasta de un león africano.
La mayoría de sus clientes son cazadores que viven en el sector oriente de la capital: "De Providencia hacia arriba". Y, por lo general, suelen ser hombres. "El 1 de abril comienza la temporada de caza y dura hasta agosto o septiembre, dependiendo del animal". Entonces es cuando Miguel recibe más encargos. "Al año, hago cerca de ocho especies de caza mayor, como jabalíes y ciervos, y 40 de caza menor, como patos, faisanes o liebres", explica.
La taxidermia no es un servicio para cualquier bolsillo. Una cabeza de jabalí vale $ 180.000, "porque puedo tardar entre uno y dos meses. En cambio, un pato cuesta $ 35.000, porque demora sólo una semana".
Desde hace un par de años, Miguel también agregó un nuevo servicio: arriendo de animales embalsamados. "Me los piden para decorar eventos, pero sobre todo para películas o comerciales". Cuando Miguel no dispone de la especie solicitada, él se encarga de buscarla en los museos o zoológicos de la ciudad.
Lo último que ha comenzado a llegar al taller de Miguel son los animales domésticos, como perros y gatos. "Sobre todo perros. Y en este caso, la mayoría de los clientes son mujeres". Los encargos no son muchos, pero realiza tres o cuatro al año. "El precio desalienta. Por un poodle cobro $ 180.000; por un pastor alemán, $ 320.000", finaliza.
Sus modelos, en efecto, parecen vivos, porque quedan inmortalizados en acción: echados sobre el pasto o mirando hacia arriba, como si intentaran pedir algo a sus amos.
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