El triste presente de la casona de Mateo de Toro y Zambrano

<P>Ubicado en Alhué, este monumento histórico sufrió serios daños tras el 27/F. A año y medio del terremoto, la hacienda que ha albergado a ocho generaciones de los De Toro, no ha logrado conseguir los fondos necesarios para volver a levantarse. </P>




DICEN que las espuelas de plata de José Santiago de Toro Irarrázaval, aún se sienten por los largos pasillos de la Casa Hacienda Alhué. Su bisnieto, Claudio de Toro, cuenta que lo ha escuchado y que el repicar de sus pasos se deja oír durante el día, cuando empieza a caminar por el corredor, da vuelta el patio de la casona y se devuelve. Claudio, de 74 años, afirma no le da miedo escuchar cómo su antepasado camina por la casa que ahora él habita. Eso, pese a que falleció hace casi 150 años.

Su lápida blanca y carcomida por el tiempo todavía se puede ver en el patio familiar. Es el único. Todos los descendientes de Mateo de Toro y Zambrano, conde de la Conquista y presidente de la primera Junta Nacional de Gobierno, que fueron enterrados ahí, luego fueron trasladados al cementerio de la zona. "Pero cuando a él lo desenterraron no estaba. Y nunca se supo qué pasó ni dónde está", asegura su bisnieto, dándole mayor misterio a su historia.

La hacienda ligada desde 1603 a la familia del militar y político chileno, guarda secretos, mitos y leyendas. Las paredes de la casona, construida en el siglo XVIII, han presenciado la vida de ocho generaciones de la familia.

Por sus recuerdos transita desde la visita, hace 40 años, del entonces obispo de Valparaíso, Emilio Tagle, que alertado por su sobrina acudió a "aplacar a los intranquilos fantasmas que la habitaban", hasta el acoso de bandoleros, la época en que no contaban con luz eléctrica -lo que cambió hace unos 50 años- y la inclemencia de los desastres naturales.

Uno de ellos fue el terremoto de 1985, que dejó la casa prácticamente en el suelo: la construcción de adobe y madera se vio en peligro, pero la familia logró levantarla otra vez. Al menos, la mayor parte de ella.

Un cuarto de siglo después el destino del lugar es incierto. El terremoto de febrero de 2010 volvió a sucumbirla. Desde 2005, la hacienda ostenta el título de monumento histórico nacional, pero no hay financiamiento estatal para su reconstrucción.

La madrugada del 27 de febrero pasado Claudio de Toro, que por una tradición familiar se define como "el quinto nieto" de Mateo de Toro y Zambrano, estaba leyendo como acostumbra a hacerlo diariamente: hasta altas horas de la madrugada. De pronto, "empezó el remezón, y cada vez más fuerte". Pero no se movió de su cama, porque "no teme a los temblores". Recién decidió salir al patio cuando escuchó cómo las tejas empezaban a caerse. Trató de pararse, pero no pudo. "Estaba en el suelo y escuchaba un ruido tremendo, a medida que se iba cayendo mi casa", cuenta.

La escena que vio con los primeros rayos del sol fue desoladora. "Era un poco dantesco. Afortunadamente, dentro del desastre no se cayeron los techos y no se rompió prácticamente nada de las cosas de la casa".

Pero su hogar quedó en muy malas condiciones: al menos un 60% de la estructura se vio afectada. Varios muros se cayeron y otros son tan peligrosos que es imposible habitar dentro de ellos.

Claudio de Toro, que fue concejal y después alcalde de Villa Alhué en la década de los 60, no tiene ninguna intención de abandonar su vivienda.

"Son mis raíces y siempre me ha gustado el campo. Hace como 10 años me vine desde Santiago a vivir aquí definitivamente", dice.

Y agrega que siempre se ha sentido ligado a la casona al igual que sus cuatro hijos, nueve nietos y las generaciones que lo antecedieron.

De Toro comparte la casa con "la Minga" (María Dominga Acevedo), que lleva trabajando en la hacienda más de 20 años.

Entre las habitaciones, otrora repletas de objetos de época, muebles originales traídos desde Francia, colecciones de armas, porcelanas, vajillas finas, libros, alfombras y arrimos de mármol, los cuatro perros de Claudio se pasean inquietos. Quizás añorando la ausencia de estas piezas, gracias a las cuales el hogar de los De Toro es conocido por los lugareños como la "casa-museo".

Hoy, la mayoría de los objetos, que llevan siglos en la familia están embalados y guardados en Santiago. La inclemencia del tiempo y el peligro de que sean robados -como sucedió en octubre pasado- los obligaron a tomar esa medida.

De Toro espera que el embalaje sea momentáneo, porque no pierde la fe de que encontrará los casi $ 100 millones que necesita para levantar una vez más las históricas paredes. Esta vez y a diferencia de 1985 -recalca-, reconstruirá con tecnología antisísmica, pero manteniendo la fachada del lugar. Tal como la han visto todos sus antepasados.

Francisco de Toro, su hijo, explica que están elaborando un proyecto de reconstrucción y apuestan a acceder a la Ley de Donaciones Culturales: "Tenemos que pasar a través de una corporación cultural y así acceder a fondos que te permitan reconstruir".

Una minera de la zona podría cooperar. Han mantenido conversaciones, pero aún no se ha concretado nada. Por ello, están buscando distintas alternativas.

El proyecto que están cotejando y que les diseñó el arquitecto Raúl Irarrázaval, apunta a hacer una propuesta cultural que implique que el lugar sea abierto al público. Antes del terremoto era visitado por colegios y también se realizaban almuerzos a pedido, pero la idea es ampliar esta apertura. Pero Francisco es enfático: "todo esto queda en cero si se construye la cárcel", refiriéndose a la instalación de un penitenciario anunciado por el gobierno para 2.400 reos de baja peligrosidad, que ha generado un fuerte rechazo entre los pobladores y que se instalará cerca de la hacienda.

Mientras tanto, los retratos que aún cuelgan de las paredes de la casona, entre ellos el del propio Mateo de Toro y Zambrano, esperan en silencio una solución definitiva para la residencia colonial de más de dos siglos de antigüedad.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.