Generación Waldorf
Lleva 36 años en Chile, es uno de los métodos de enseñanza alternativa más populares del país y en el último tiempo se han abierto nuevos colegios y jardines. En esta pedagogía, basada en las ideas de Rudolf Steiner, el énfasis no está puesto ni en el Simce ni en la PSU, y en la mayoría ni siquiera les ponen notas a los alumnos. Eso genera dudas sobre cómo se insertan sus estudiantes en otros ambientes cuando salen de ahí. Les preguntamos a siete egresados qué hacen y cómo les ha ido.
Gastón Aranda, profesor de historia y geografía, trabajó 20 años en la educación tradicional y así le explicaba a sus alumnos qué es el viento: "Atentos, alumnos. Viento es el desplazamiento de las masas de aire desde las altas a las bajas presiones...". Ahora, en cambio, hace clases en el Colegio Rudolf Steiner, un establecimiento con pedagogía Waldorf, ha tenido que cambiar el discurso. "Acá tengo que ser capaz de que los chicos capten algunas características del aire sin mencionarlas, para que logren imaginarse qué es el viento. Eso se hace mediante un diálogo y ellos mismos me van diciendo cosas para que yo haga un dibujo en la pizarra. Algunos, no todos, van a llegar a decir: 'oye, pero si el viento es el aire que se mueve desde las altas a las bajas presiones' con un lenguaje muy simple, pero finalmente van a haber descubierto por su cuenta qué es".
Si la diferencia no queda clara, Aranda lo explica de otra forma. En la enseñanza tradicional "se repite como loro" lo que se estudia en los libros; "los cabros me quedaban mirando y yo creo que nunca aprendieron nada". En la pedagogía Waldorf, en cambio, "se requiere de más trabajo, más pensamiento y ser creativo porque en ninguna parte tengo escrito lo que debo decir, se me tiene que ocurrir".
El primer colegio Waldorf en Chile fue el Giordano Bruno, fundado en 1979, por Claudio Rauch. Pero en los últimos años han comenzado a experimentar un crecimiento. Si en 2007 había cinco escuelas de este tipo, hoy se cuentan al menos 25 entre colegios y jardines infantiles.
Basada en las ideas del alemán Rudolf Steiner, creador de la Antroposofía (una filosofía y medicina), la pedagogía Waldorf tiene como pilar fundamental la comprensión del humano como un ser espiritual. Esto se traduce en desarrollar un respeto por los ciclos de la naturaleza y la vida (septenios), el aprendizaje a través del juego y una permanente exploración del arte. Luego de todo eso viene el pensamiento abstracto, con el fin de no intelectualizar precozmente a los niños.
En un sistema donde las pruebas de selección a niños de cuatro años para postular a un colegio son una pesadilla para los papás, y las exigencias de las notas y pruebas como el Simce agobian a los grandes y los chicos, la pedagogía Waldorf es un respiro. "Yo encontraba absurdo que a los tres años a mi hijo le tomaban unas pruebas tremendas y lo seleccionaran sólo por lo intelectual. Me parecía antihumano. Pablo quedó en todos los colegios, pero estaba buscando otra cosa", recuerda Marcela Guerra, apoderada del Rudolf, sobre la experiencia con su hijo Pablo (ver recuadro). Recuerda que no fue simple elegir un sistema no tradicional para sus hijos y que su familia le hacía comentarios del tipo "pero cómo no les ponen notas", "¿por qué no sabe leer si está en segundo?" o "no va a poder entrar a la universidad". Ella se lo tomó con calma: "Opté porque los niños se criaran en un ambiente emocionalmente equilibrado y si no aprendían a leer en primero, aprenderían en segundo, no es una gran cosa". Y tiene buen recuerdo de esa etapa: "Con mi marido pasamos la básica súper tranquilos, mientras veía a mis colegas que tenían a sus hijos con Ritalín. Mis dos hijos son niños muy equilibrados y fueron a universidades tradicionales".
Aunque todo parece muy hippie, no hay que confundirse: los colegios de este tipo pueden ser tan estrictos e incluso más demandantes para las familias que uno tradicional, sólo que sus énfasis son distintos. Son colegios sin uniforme y sin notas, pero donde hay muy poca tolerancia a la televisión o los dispositivos electrónicos, los niños tienen que trabajar disciplinadamente en el huerto o en sus manualidades, tienen que aprender a tocar un instrumento desde chicos y comer saludablemente.
En general son particulares costosos (algunos tienen mensualidades de hasta 300 mil pesos) y sólo dos de ellos están reconocidos por el Mineduc: el Giordano Bruno y Colegio Waldorf de Santiago. En todos los demás, los estudiantes necesitan certificar sus conocimientos a través de exámenes libres para conseguir sus licencias de enseñanza básica y media.
Los profesores Waldorf se capacitan mediante seminarios que duran dos años y no todos pasaron por la carrera de Pedagogía. "De hecho, de los que hacemos clases en el Rudolf, tres o cuatros tenemos el título de educadores. Pero no tengo ningún rollo con eso. Me parece fantástico que otros profesionales quieran ser educadores", explica Gastón Aranda y agrega a los interesados en ser profesores Waldorf les ha faltado iniciativa emprendedora para gestionar un colegio -partiendo por un jardín, por la básica o la media y desde ahí expandirse-. "Hay muchas personas que hacen el seminario y que buscan espacio en los colegios existentes, pero no hay cupos para todos".
Quienes han pasado por establecimientos Waldorf también entregan algunas críticas. "A mí me tocó una buena profesora, pero está muy condicionado a eso, a que te lleves bien con ella, porque es como tu mamá. Tengo amigos que se retiraron porque eran súper rebeldes", recuerda Rafaela Behrens. Isabel Castillo, que luego de egresar del Rudolf Steiner entró a estudiar Historia en la U. Católica, dice que echó de menos algún esfuerzo de su colegio por guiar la transición hacia lo que viene después, sea la PSU, la universidad u otro camino. Es una crítica que se repite y que se soluciona, dice Pablo Guerra, ingeniero civil y ex alumno del mismo colegio, con un taller u otra instancia que prepare a los alumnos.
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