Germán Marín habla en sus memorias de roces con Pinochet y sus trabajos para García Márquez

<P>El escritor publica <I>Antes de que yo muera</I>, un volumen en que repasa su vida a través de retratos a autores y artistas que frecuentó. </P>




Era una rubia graciosa y buena para reírse. Por unos meses, Marlén Pinochet fue la polola de Germán Marín a inicios de los 50. Andaban por los 17 años y el asunto no era realmente serio. Pero iba bien. Hasta que una tarde, mientras el joven cortejaba a Marlén en su casa, se apareció el tío de la chica: el capitán Augusto Pinochet. Se enfureció al instante. Pocos meses atrás, el uniformado había estado tras la expulsión de Marín de la Escuela Militar y al verlo con su sobrina decidió actuar de nuevo. El tío Tito, que tenía fuerte influencia en la familia, dio un ultimátum: si Marlén seguía con Marín, la mandaría a un convento. La amenaza era preocupante, pero no tuvo efecto: "Seguimos juntos y nos olvidamos del tío", recuerda el escritor.

Al poco tiempo, Marlén se encandiló con un universitario y abandonó a Marín. "Felizmente, desaparecí para siempre del tramado de la familia Pinochet", anota el escritor en Antes de que yo muera, su nuevo libro. Crepuscular y melancólico, se trata de un volumen en que el autor de Idola recorre su vida a través de retratos de decenas de personajes que frecuentó. Va de sus roces con Pinochet a su inquebrantable amistad con Enrique Lihn, pasando por los días en que fue el gosth writer de Gabriel García Márquez, su experiencia como alumno de Jorge Luis Borges o la amable relación que mantuvo con Neruda.

Es una colección de recuerdos en que Marín merodea por los claroscuros de la escena cultural chilena de la segunda mitad del siglo XX. "Antes transformé hechos de mi vida en ficción, pero este libro es el terreno documental. Crónica sentimental", dice. Y aunque hoy suena -y se lee- más benevolente que lo que indica su fama de provocador, Marín puntualiza: "Sigo siendo el mismo. No soy un hombre de buen carácter. Tengo una visión pesimista de la cosas".

Negro literario

Siguiendo un orden cronológico, Antes de que yo muera sigue los movimientos vitales de Marín por Chile, Argentina, México y España. Y aunque narra con intensidad sus relaciones con el universo literario chileno, no habla de sus libros. Con suerte dice que escribe.

En cambio, habla de lo que escribió para otros. Fue en 1974, después de un año en México, tras salir de Chile a raíz del golpe de Estado. Entre otros, Luis Sánchez Latorre le dijo que tuviera cuidado. Al año de instalarse en el D.F., la viuda de Allende, Hortensia Bussi, recomendó el nombre de Marín a García Márquez. Días después, el autor de Cien años de soledad y el chileno tenían un acuerdo: "El pondría la música y yo la letra". Es decir: Marín escribiría por García Márquez textos por compromiso, como prólogos, y respondería sus entrevistas por cuestionario. El colombiano daba los toques finales.

Así fue durante alrededor de seis meses de trabajo. Entre lo escrito por Marín, se cuenta un prólogo para un catálogo de una exposición en el Museo de Allende, de México. Años después, el chileno revisó el texto final: "Me cambió una palabra. Un adjetivo por otro", cuenta.

Fueron seis meses que lo marcaron a fuego. "Yo diría que todavía puedo escribir a lo García Márquez", dice el ex editor de Random House Mondadori. Y revela: "No hace mucho me tocó hacer un prólogo que firmaba García Márquez. No voy a decir el libro. Su autor transformó el prólogo, le agregó cosas y cosas a favor de él".

Nunca para otro autor, Marín ejerció de negro literario. Pero una vez cedió su identidad: a inicios de los 80, en Barcelona, Lihn tuvo un ataque cardíaco. Corrieron al Hospital, donde el poeta, que andaba con visa de turista, fue internado con el nombre de Germán Marín y su número de seguridad social. Tuvieron suerte: los médicos se compadecieron de los escritores chilenos.

Juntos tenían suerte. A mediados de los 60, Marín fue el padrino de Jorge Teillier en un duelo contra Lihn. Sibyla Arredondo los enfrentó: engañó a Jorge con Enrique. Como cuenta Marín en Antes de que yo muera, los poetas se dieron cita al atardecer en la Quinta Normal. Llegaron, pero jamás se encontraron. "El azar quiso a beneficio de las letras que los contendientes se perdieran", anota.

No mucho después, Marín se fue de juerga con Braulio Arenas y Fernando Alegría. Tarde, en el departamento de Alegría en el Parque Forestal, éste asumió la voz de un "patrón hacia su inquilino" y pidió: "Por qué no vas a la esquina con Merced y te traes a unas putas". Arenas, odiado por haberse enfrentado en público a Neruda junto a los surrealistas de la Mandrágora, se sintió ofendido y se largó a llorar.

Años más tarde, Marín se volvió a encontrar con Alegría en Berlín: "Pasa el tiempo, Germán, cuándo vas a publicar", le dijo. Faltaba aún. Recién en 1994, con 59 años, Marín se decidió a publicar. Hoy, con 76 años, no piensa detenerse: escribe una novela y un libro de cuentos. No piensa volver a lidiar con la memoria.

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