Grandes chilenos: los artistas que el Premio Nacional ignoró

<P>De Violeta Parra a Nemesio Antúnez y de María Luisa Bombal a Roberto Bolaño, los jurados del galardón han dejado pasar a algunos de los más notables creadores del país.</P>




Era una noche de tormenta. Llovía a mares. El viento y el agua comenzaron a hacer estragos en la Carpa de La Reina. Ubicada en el Parque La Quintrala, era el último gran proyecto de Violeta Parra. Y aunque parecía un barco a la deriva, cada noche con menos público, ella no la dejaría naufragar. Salió a la lluvia y comenzó a luchar contra el viento, tirando cuerdas y afirmando palos, "hundida en el barro hasta el alma", según su hija Carmen Luisa. Hacia las cinco de la madrugada el tiempo se calmó. Violeta terminó hecha un harapo, estilando, pero su carpa estaba a salvo.

La escena, citada por Susana Munnich en Casa de hacienda/carpa de circo, retrata a Violeta Parra de cuerpo entero. La artista había pasado tres años en Europa, donde cantó, compuso y mostró sus pinturas y arpilleras en el Museo de Artes Decorativas del Louvre. De vuelta en 1965, tenía el propósito de hacer un centro de artes populares. Por entonces se oían los primeros tiros de La Nueva Canción Chilena, movimiento que la tendría como madre inspiradora, y parecía un buen escenario para armar su proyecto.Pero no tuvo la recepción que esperaba. Sólo consiguió un sitio en La Reina, donde instaló una carpa con ayuda de sus cercanos. Inaugurada en diciembre de 1965, pronto se convirtió en fracaso. En ella Violeta cantó por primera vez Gracias a la vida y en ella también abrazó la muerte el 5 de febrero de 1967. "Ahora que mi madre está muerta, todos le reconocen su valor. Todos ofrecen ahora su ayuda", se quejó su hijo Angel.

A los 49 años, la cantautora más popular y universal del país murió sin un reconocimiento oficial. Y aun hoy es un fantasma que pena al Premio Nacional de Arte.

"Era otra época", dice su biógrafo, Fernando Sáez. "El Premio Nacional era para una elite. El folclor no entraba. Violeta era conocida a nivel popular, pero nadie la apoyó en su carpa y era impensable que recibiera el premio", afirma el autor de La vida intranquila.

Incluso si viviera hoy, los músicos doctos la mandarían a tocar guarachas al Festival de la Sandía. Así se desprende de las palabras del último ganador, Miguel Letelier, compositor y afinador de órganos: "La música popular tiene otros reconocimientos, como el Festival de Viña, el Festival de Olmué o el Altazor", dijo a La Tercera.

Violeta Parra es acaso la más insigne entre los artistas ignorados por el galardón. A menudo cortos de vista y a veces sordos también, los jurados han dejado pasar a algunos de los más notables escritores, músicos y artistas visuales. Es la gran farra del Premio Nacional.

"Se nos murió"

La champaña estaba fría y las copas sobre la mesa. En el departamento de Isabel Velasco, en calle Merced, se preparaban para celebrar. Los amigos de María Luisa Bombal lo habían hecho todo para asegurar su premio. Consiguieron apoyo de la Universidad Católica de Valparaíso y de la Sociedad de Escritores. Editaron La historia de María Griselda y trajeron a Jorge Luis Borges a presentarlo. María Luisa Bombal ya había sido desplazada en el Premio Nacional de Literatura por Arturo Aldunate en 1976, pero quién podría hacerle sombra ahora, pensaban sus amigos en 1978.

No contaban con la astucia del director de la Academia Chilena de la Lengua, institución que es parte del jurado, y la oposición del asesor cultural de la Junta Militar, Enrique Campos Menéndez. No hubo fiesta en calle Merced: el premio fue para el director de la academia, el filólogo Rodolfo Oroz. "Fue un escándalo", recuerda Isabel Velasco. "Y fue muy amargo para ella".

La autora de El árbol murió en 1980, sin premio. No fue por razones políticas, explicó Campos Menéndez 25 años después: "Era una gran escritora, pero tenía muy poca obra. Se dedicó al trago y eso la agarró muy fuerte... Daba vergüenza verla. Estaba botando su talento. Esperábamos una reacción de su parte, pero se nos murió. La culpa fue de todos".

El caso de la Bombal tenía antecedentes: Vicente Huidobro, uno de los fundadores de la vanguardia en la poesía hispanoamericana, también quedó fuera.Estuvo entre los favoritos desde 1944, pero el premio pasó, sucesivamente, de Mariano Latorre a Pablo Neruda, Eduardo Barrios y... ¡Samuel Lillo! ¿Quién? El autor de Canciones de Arauco.

La historia pudo repetirse con Gabriela Mistral. Premio Nobel 1945, sus amigos en Chile tuvieron que montar una campaña política para darle el Nacional en 1951. Menos suerte tendrían Enrique Lihn y Jorge Teillier, protagonistas de la generación del 50. Lihn murió de cáncer en 1986, ignorado por la cultura oficial del régimen. A Teillier lo mató el alcoholismo 10 años más tarde. Ninguno cultivó el lobby, como sí lo hizo Fernando Alegría. El autor de Caballo de copas vivía en EEUU y viajaba a Chile cada vez que se entregaba el Nacional. Luis Sánchez Latorre fue testigo de "su pasión por las 'movidas', su soltura de cuerpo para visitar a moros y cristianos en busca de 'asistencia técnica'". Aficionado a la hípica, Alegría perdió esta carrera. Murió en California en 2005.

Roberto Bolaño fue el último gran escritor omitido por el Nacional. El nombre del autor de Los detectives salvajes sobrevoló la entrega de 2002, pero nadie presentó su candidatura. El premiado fue Volodia Teitelboim. Según diría Bolaño, su nombre apareció "como aparecen los cirros en el cielo primaveral, que se destrozan de un soplo".

Pioneros

En 1997 Raúl Ruiz ganó el Premio Nacional de Arte. No estaba en los cálculos de nadie: lo propuso Bélgica Castro, miembro del jurado ese año. Hasta hoy el director de Palomita blanca es el único cineasta distinguido. Sin embargo, el cine chileno tuvo al menos otro realizador con méritos: Aldo Francia. Creador del Festival de Cine de Viña del Mar, Francia filmó Valparaíso mi amor y Ya no basta con rezar, piezas claves del Nuevo Cine Chileno. Cerrado durante los 17 años del gobierno de Pinochet, el festival reabrió en 1990 con un homenaje a Francia. "Sólo una vez fue nominado al premio Altazor por la trayectoria, oportunidad en que también postularon a Lucho Gatica y Moya Grau", cuenta su hijo Claudio. "El premio se lo dieron a Lucho Gatica".

Con el cine, la segunda disciplina menos premiada es la danza. Sólo tiene dos ganadores. Patricio Bunster pudo ser el tercero. Coreógrafo, bailarín, cofundador del Ballet Nacional y creador del Centro de Danza Espiral, fue un precursor de la danza contemporánea en Chile. A nivel popular se hizo conocido por sus actuaciones en La frontera, El chacotero sentimental y Subterra. Figuró en la premiación de 2001, cuando la elegida fue la bailarina Malucha Solari. "No lo encuentro justo", dijo entonces Lola Botka, pionera también del Ballet Nacional, quien reclamó el premio para Bunster. Dos años después, la Universidad Academia de Humanismo Cristiano lo presentó. "Era un artista que traspasaba los límites de la danza. Era una figura nacional", dice Leopoldo Benavides, a cargo de la postulación. La ganadora fue la actriz Marés González. Bunster murió de cáncer en 2006, luego de recibir el premio Altazor.

La desilusión de Nemesio

Marzo de 1990. Nemesio Antúnez vuelve a la dirección del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), cargo que ocupó hasta 1973. El artista regresará también a la TV con su programa Ojo con el arte. Pintor, grabador, maestro de generaciones y gran difusor de la plástica, Antúnez se ilusiona con el Premio Nacional. Tiene poco tiempo: le han diagnosticado un cáncer. Postula ese mismo año. El jurado debate entre él y Roberto Matta. "Nooo... A los 80 años uno no puede tener estas cosas", fue la reacción de Matta al ganar. Antúnez no dijo nada, pero "estaba desilusionado", recuerda su hija Manuela. "Le entristeció no tener el premio, sobre todo porque a Matta le dio lo mismo".

Milan Ivelic, director del MNBA, anota en la lista a Ramón Vergara Grez, Matilde Pérez y Juan Downey. Adelantado del video arte, Downey se instaló a fines de los 60 en EEUU y es el único extranjero que ha expuesto en el Museo Withney de Nueva York. En 2001 ganó un premio póstumo en la Bienal de Venecia. "En su caso pesó la ausencia. Downey debió ganarlo, como debería ganarlo Alfredo Jaar", afirma Ivelic.

El más pesado

"Chile, que ya ha producido con Claudio Arrau un pianista de primera magnitud, parece tener otro en Oscar Gacitúa", comentó The New York Times en 1952. Gacitúa le daría la razón al diario neoyorquino: es el único músico chileno premiado en el Festival Chopin de Varsovia. Solista de la Orquesta Sinfónica, "tocó con las mejores orquestas, con los más grandes directores y ganó en el concurso de piano más importante del mundo", dice su hijo Roberto. "Merecía el premio, pero no era acomodaticio. Era deslenguado y frontal". De hecho, fue elegido entre los 100 personajes más pesados de Chile. El se reía, pero no le hizo gracia la premiación de Carlos Riesco en 2000: "Riesco ha obtenido el premio gracias a que se incrustó en la Academia de Bellas Artes: un verdadero clan que tiene sus mafias, sus círculos y sus centros de poder. Es un premio para la risa", dijo un año antes de morir.

Si Gacitúa brilló en la música clásica, Luis Advis cruzó la academia y la cultura popular. Compuso para piano, teatro y cine. Sus obras cumbre fueron la Cantata Santa María de Iquique y Canto para una semilla, inspirada en las Décimas de Violeta Parra. Premio Altazor y Presidente de la República, murió en 2004 sin premio, tal como Violeta, la cantautora porfiada que salía a pelear con las tormentas.

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