Gratitud Nacional
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No me es posible quedar impávido y mudo frente al destemplado, irrespetuoso, ignorante y cobarde ataque que sufrió el templo de la Gratitud Nacional el pasado jueves 25 de agosto. Al ver una y otra vez las imágenes de la puerta principal en llamas, no logro enmarcarlo dentro de lo razonablemente imaginable para un acto de alguien que se dice chileno.
Esto no tiene que ver con credos religiosos ni fundamentalismos estériles, ni con la eventual valoración o defensa del patrimonio arquitectónico que pudiere representar el edificio; sino más bien tiene que ver con el respeto que nos debemos a nosotros mismos, a nuestra historia, a nuestras familias, a nuestra memoria traspasada de generación en generación. Mi indignación tiene que ver con que estos actos violentan los más profundos fundamentos de nuestra sociedad, que aunque a algunos les parezca y a otros no, ligan hechos religiosos con sucesos históricos, sociales y políticos a lo largo de toda nuestra historia.
La basílica de la Gratitud Nacional fue concebida a fines del siglo XIX por monseñor Ramón Angel Jara, con motivo de celebrar el triunfo chileno en la Guerra del Pacífico y honrar el heroico desempeño de nuestros compatriotas. Desde 1915 fue la parroquia para los inmigrantes italianos, conocida por esa razón como la "parroquia italiana". Desde 1954 toma, además, el nombre de Santuario de María Auxiliadora. Este mismo templo ha sido lugar de ceremonias en diversos contextos político-sociales y ha acogido sin distinción alguna a ciudadanos comunes y también a personalidades de todos los colores y sensibilidades cuando sus seres queridos los han acompañado al momento de su despedida. Fue aquí donde se realizó el tedeum de septiembre del año 73 en medio de un Chile convulsionado. Fue aquí donde hace 40 años el cardenal Silva Henríquez señaló que "si no matamos el odio, el odio matará a Chile". Fue aquí también, en el año 1991, donde se velaron los restos del asesinado senador Jaime Guzmán.
Pocos saben que la iglesia de la Gratitud Nacional, declarada monumento histórico en 1970 y hoy en proceso de reparación por los daños del terremoto del año pasado, es un proyecto inconcluso. Es más, yo mismo lo descubrí con motivo de escribir esta columna. Aunque al mirarla parece "terminada", el proyecto de la iglesia desarrollado por el arquitecto Ignacio Cremonesi -el mismo de la Catedral de Santiago- consideraba una gran torre con campanario sobre la entrada principal del templo, la cual nunca se construyó. Ese elemento daba aún más prestancia al edificio proyectado en la esquina de Ricardo Cumming con Alameda.
Sin duda, tenemos aquí una gran oportunidad frente a nosotros, en que a partir de un hecho lamentable y condenable, podamos nuevamente honrar y celebrar como chilenos toda nuestra historia, antigua y reciente, que está contenida en este lugar y que seguirá sucediendo entre sus muros. Aun más, podemos contribuir con esta obra a mejorar nuestra educación, en el más amplio sentido de la palabra. Terminar el proyecto inconcluso para este templo sería ciertamente un profundo acto de Gratitud Nacional.
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