Guardaparques cumplen un siglo

<P>Más de 430 profesionales se desempeñan actualmente en los 36 parques nacionales, 49 reservas nacionales y 15 monumentos naturales que existen en Chile, bajo el alero de la Conaf. </P>




El 24 de septiembre reciente se conmemoraron los 100 años de la contratación de Manuel Alvarado, considerado el primer guardaparques de Chile, quien patrulló la reserva nacional Malleco, en la IX Región, hasta 1930.

Actualmente, 432 personas se desempeñan en esta función, distribuidas en 36 parques nacionales, 49 reservas nacionales y 15 monumentos naturales, todos administrados por la Corporación Nacional Forestal (Conaf).

Uno de ellos, Fernando Porras, sintió el llamado de esta vocación a los nueve años de edad. En un naranjo que había en su casa encontró un nido de pájaros. Eran unos zorzales que llamaron su atención y que observó hasta que volaron. Incluso, armó una pequeña posa debajo del árbol para que pudiesen tomar agua.

Ese primer acercamiento con la naturaleza cimentó su vida como guardaparques. Trabajó 26 años en la reserva nacional Radal Siete Tazas (VII Región), a la que llegó en una carreta tirada por bueyes. Hoy en día trabaja en el mejoramiento de senderos y mira- dores de otra reserva de esa región: Altos de Lircay. "Este es un trabajo del cual uno se enamora, se crea una mística muy especial, pero que también es muy solitaria", admite Porras.

Similar es el caso de Iván Leiva. Cuando era adolescente vio policías montados de Canadá en la revista La Tierra y Tú. La profunda admiración que le causaron fue suficiente para decidir ingresar a estudiar Ingeniería Forestal. Hace 29 años llegó a la Isla Juan Fernández, como administrador de la Conaf. En estos días está a cargo de organizar a las familias que viajarán durante ocho meses a la isla Alejandro Selkirk, para crear una barrera de bioseguridad, viaje que por ahora está atrasado por razones climáticas. "Ha sido un privilegio para mí el poder estar siempre en terreno. La experiencia con la comunidad es algo increíble", comenta Leiva.

Sólo un 5% de los guardaparques en Chile son mujeres. Una de ellas, Patricia Rodríguez, trabaja en la reserva nacional Malalcahuello (IX Región), mismo lugar donde nació y que abandonó para irse a estudiar a Santiago. Luego de ser madre, se dio cuenta que la capital no era el lugar donde quería criar a sus hijos y volvió a su ciudad natal. Trabajaba en la Conaf como administrativa y no se le permitía estar en terreno. Pero su pasión fue superior y logró que el 2005 la nombraran formalmente guardaparques.

Como ya conocía a casi todos los trabajadores, no fue difícil para Rodríguez desempeñarse en un mundo que, según ella, está pensado para hombres. "Los guardaparques ya eran mis amigos y han sido súper generosos, aparte que puedo ayudar de otra manera", asegura. Para ella, los problemas eran otros, ya que "hay que aprender a compatibilizar las cosas, como ser madre y trabajadora", puntualiza.

Aparte de ser la única mujer guardaparques que trabaja en su región, Rodríguez es la única, de las 22 que existen en el país, a cargo de una vocería dentro del Consejo Nacional de Guardaparques, razón por la cual sus colegas recién llegados se acercan a ella con admiración.

Hace 30 años, Roberto Oratuya era capataz en las obras de construcción del camino del Cerro Soldado, uno de los accesos al parque nacional Pan de Azúcar (III Región). Ahí fue donde se enamoró de la naturaleza. Juan Pinares, un amigo suyo guardaparques, fue nombrado administrador de Pan de Azúcar y Oratuya le pidió que si se abría un cupo para trabajar ahí, se lo diera. Hoy lleva 24 años en ese lugar. Al principio hacía las rondas, pero en 1996 sufrió un accidente. Bajando de un recorrido de rutina, un vehículo no lo vio y lo botó de su motocicleta. Una camioneta que venía atrás no lo pudo esquivar y pasó sobre él. Le amputaron una de las piernas y actualmente usa una prótesis, pero siguió trabajando en Conaf. "Estuve dos meses en la UCI, luego me mandaron a Santiago y se me infectó. Sólo pude volver al parque recién en 1999 y no podía desempeñar mis trabajos habituales. Pasé a un cargo administrativo", relata Oratuya, que a pesar de lo que le ocurrió, asegura estar igualmente satisfecho con las tareas que asumió. Reconoce, sin embargo, que también hay situaciones desagradables para lo guardaparques, "sobre todo porque algunas personas llegan y no quieren pagar la entrada", señala.

Patricia Rodríguez agrega que "a veces la gente nos increpa porque piensa que les prohibimos cosas porque queremos, pero son normas que hay que cumplir". Cuenta que, afortunadamente, estas situaciones no son la regla general y que la mayoría de los visitantes tiene un buen comportamiento y respeto por las áreas silvestres protegidas.

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