¿Incerteza o incertidumbre? ¿Temperatura o sensación térmica?




Más interesante que la discusión sobre quién se va y quién se queda en el país, discusión que por lo demás parece obsoleta en un mundo globalizado donde hay gran movilidad de personas y de capital, es entrar al debate de fondo, ese que pareciera plantearnos una contradicción vital entre la temperatura y la sensación térmica del Chile de hoy.

La temperatura es la que captura aspectos como son las clasificaciones de riesgo internacional, las tasas de los bonos soberanos, los rankings internacionales de competitividad y de facilidad para hacer negocios, el funcionamiento de las instituciones, entre otras variables, y muestra que Chile sigue destacando en el concierto regional.

La sensación térmica, por su parte, muestra bajos niveles de confianza expresada por empresarios y consumidores, no sólo en su retórica, sino que, más importante, en las decisiones de miles o millones de ellos, que redundan en menos inversión y en un alicaído crecimiento potencial, que va más allá del menor crecimiento cíclico asociado a la caída en los commodities.

Lo capturado por la temperatura dice más relación con la historia de los últimos 30 años. La sensación térmica, en cambio, captura una película, que se relaciona más con los procesos y tendencias que se están desarrollando, con las incertezas e incertidumbres que se respiran. Dos conceptos -incertidumbre e incerteza- que merecen diferenciarse.

La incertidumbre da cuenta de que son múltiples y volátiles las variables que condicionan la actividad empresarial. Las hay de naturaleza económica, como es la volatilidad en los precios de los commodities, o de naturaleza social, como es el empoderamiento de una mayor diversidad de actores en torno al desarrollo de cualquier proyecto, o incluso de naturaleza política, como es la volatilidad regulatoria. Todas son parte de un entorno más complejo e incierto propio de una economía globalizada y de una sociedad moderna, que es natural a la actividad empresarial y que, por lo tanto, nos corresponde asumir y gestionar sin lamentos. Y tenemos desafíos relevantes en estas materias.

La incerteza, por su parte, es aquella que se produce cuando las instituciones del Estado actúan discrecional o arbitrariamente. No está en la naturaleza de la actividad empresarial gestionarla, y debo agregar que si miramos en qué se han transformado algunas empresas de países donde prevalece un Estado grande y de actuar discrecional, no debiéramos reprocharnos por ello. Mención que dicho sea de paso es especialmente oportuna si consideramos que no hace mucho el modelo de "capitalismo estatal" de países como Brasil se presentaba como un ejemplo a seguir en Chile.

¿Hacia dónde vamos en materia de fortaleza institucional y seguridad jurídica? Todo actuar de una institución del Estado tiene un espacio interpretativo a discreción de las personas que ocupan cargos públicos. La ley no puede ser suficientemente precisa como para evitarlo. Además, existe una razonable evolución de la aplicación de la ley según los cambios de contexto. Sin embargo, estimo que hay dos tendencias en Chile que van más allá que esta razonable evolución.

La primera tendencia dice relación con la promulgación de leyes con altos grados de complejidad y con amplios espacios para una interpretación discrecional. Para muchos, leyes mal diseñadas. Y en parte esta tendencia tiene relación con ese espíritu refundacional que relativiza el valor de los acuerdos políticos y de los consensos técnicos, que incentiva más la premura que la reflexión, la ansiedad legislativa más que la pulcritud. Y también se relaciona con ese voluntarismo que se observa en ciertos sectores políticos, que explícitamente sostienen que los mayores espacios de discrecionalidad con que quedan las leyes, unidos a la mayor judicialización de distintas decisiones económicas y sociales que eso provocaría, permitirán lograr lo que sólo parcialmente lograron en el proceso legislativo.

La segunda tendencia se relaciona con un Estado con mayores riesgos de ser capturado por intereses políticos de corto plazo, por grupos de presión o por intereses privados. Son legítimas las orientaciones pro Estado de ciertos sectores políticos y sociales y pro mercado o pro sociedad civil de otros. Al país le haría bien un mayor equilibrio entre ellas, por cuanto en el debate de hoy se hace evidente una sobre-idealización del Estado, en contraste con una estigmatización de los mercados y una indiferencia al rol de la sociedad civil, más allá de las imperfecciones y malas prácticas que cada uno de estos ámbitos puede tener, de las cuales hemos tenido ejemplos en el último tiempo. Nadie duda de que el gobierno de la Nueva Mayoría plantea, legítimamente, un mayor rol del Estado en una diversidad de materias que van desde la educación hasta la energía. Pero ¿qué Estado? Nos referimos a instituciones públicas autónomas, con alta competencia técnica y gobiernos corporativos modernos, o simplemente a instituciones dependientes del gobierno de turno y de sus partidos políticos. ¿Hacia dónde vamos en Chile en esta materia?

Leyes con altos niveles de complejidad y amplios espacios para el actuar discrecional, combinadas con un Estado capturado por intereses políticos de corto plazo o por intereses privados y excesivamente sensibles a la acción de los grupos de presión son condiciones que redundarían en una mayor incerteza jurídica y, por lo tanto, arriesgarían el salto que Chile requiere en su crecimiento potencial y productividad. Y aquí cabe hacerse la pregunta: ¿Es esta una tendencia del Chile de hoy?

Hay dos procesos en curso que pueden representar una oportunidad para darles protagonismo a estos debates. ¿Por qué no aprovechar el debate constitucional para discutir sobre qué otras instituciones del Estado deben ser autónomas y cuáles deben estar bajo el control de los gobiernos, entre otras materias? ¿Por qué no aprovechar las comisiones de productividad formadas por el gobierno y el sector privado para que, junto con otros actores, les den una necesaria mirada técnica a tantos proyectos de ley que plantean nuevas regulaciones y atribuciones para el Estado, de manera de asegurar una mayor coherencia regulatoria y un Estado eficiente y moderno? De hacerlo, ambos procesos habrán dado un paso relevante para despejar las dudas sobre su legitimidad, credibilidad y relevancia, y pasar a ser, en cambio, un aporte en el necesario proceso de recuperación de confianzas.

Finalmente, y lo planteo con convicción, Chile sigue destacando en la región en términos de seguridad jurídica y fortaleza institucional. Pero como dije antes, lo relevante es la película, el proceso y las tendencias que marcarán el Chile del mañana.

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