La crisis del PSOE




SI LA CRISIS de un partido político puede resolverse mal, lo ocurrido con el PSOE en su pasado Comité Federal supera la imaginación. Luego de 12 horas de debates, entre insultos, forcejeos y llantos, fue finalmente defenestrado su secretario general Pedro Sánchez. En lo inmediato, no habrá terceras elecciones (ya no hay un líder alternativo a Rajoy) y asumirá un conservadurismo de minoría, aunque reforzado por la imposibilidad de la mayoría opositora de articularse.

La crisis del PSOE no es coyuntural sino de identidad y proyecto. Es la implosión de un partido que venía perdiendo el pulso en los tres clivajes más importantes de la política española. Primero, no dio con una fórmula socialdemócrata de enfrentar la crisis económica, plegándose a las recetas neoliberales de austeridad y recortes de derechos sociales (periodo final del gobierno de Zapatero). Sin políticas contracíclicas es muy difícil saber qué distingue a la socialdemocracia de la derecha en periodos de crisis económica. Esta indiferenciación terminó por enajenar parte de su electorado.

El segundo clivaje es el que separa el "nacionalismo español" del "nacionalismo periférico" (catalán y vasco principalmente). Ante el avance de las posiciones independentistas -especialmente en Cataluña- el PSOE se enroscó en la bandera española, transformándose en una fuerza marginal en esas estratégicas Autonomías (alguna vez existió una rica tradición socialista catalana). El tercer pulso que comenzó a perder fue frente a la crisis de la democracia representativa, la emergencia de nuevos movimientos sociales y el recambio generacional, que ha dividido a la política española entre ciudadanos y una elite percibida como abusadora ("la casta").

El vacío dejado por el PSOE y sus indefiniciones, abrió el flanco para la emergencia de una nueva formación política, Podemos, la cual hoy se debate entre acentuar su identidad de izquierda (Iglesias) o ciudadana transversal (Errejón). La configuración de dos izquierdas de fuerza similar -Socialistas y Podemos- con una animadversión que sólo recuerda la de comunistas y anarquistas durante la guerra civil, augura un largo periodo de desunión de la izquierda española y, con ello, de gobiernos conservadores.

La solución burocrática dada a su crisis por el PSOE profundizará su desconexión con las nuevas ciudadanías emergentes, más horizontales y autónomas. Ello contrasta con el laborismo inglés -con otras dificultades para no idealizar- que revalidó a su líder Jeremy Corbyn con el 62% en unas primarias en que participaron cerca de 600 mil adherentes, muchos de ellos jóvenes. Es la diferencia entre tratar de salir de una crisis a través de la facticidad del poder -"barones" y diario El País- en el caso del socialismo español o intentar hacerlo abriendo el partido y sus disputas a la ciudadanía, como lo ha hecho el centenario y hoy rejuvenecido Partido Laborista. Dos miradas estratégicas radicalmente distintas, dos formas de entender la relación entre partido y sociedad en estos tiempos.

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