La historia del último en llegar a la mesa: el tenedor
<P>El cuchillo y la cuchara le llevan siglos de ventaja. Y su historia está plagada de reveses: fue desterrado por diabólico, cursi y femenino. ¿Quién se imaginaría que un juego de cubiertos puede tener cinco tenedores?</P>
EL USO del tenedor es tan natural que cuando lo tomamos para comer no se nos pasaría por la cabeza la idea de que se trata del último de los cubiertos en llegar a la mesa. De hecho, el cuchillo y la cuchara le llevan varios siglos de ventaja. Tampoco pensaríamos que en su recorrido acogió acepciones tan extrañas como disímiles: diabólico, cursi o femenino. Pero, como sea, ahí está ahora. Indispensable en la mesa.
Vamos por parte. Si el cuchillo le lleva siglos de ventaja es porque es descendiente directo del hacha de mano, una de las más antiguas herramientas humanas. La cuchara, probablemente, tiene una data similar porque derivó de los primeros utensilios para recoger líquido (en latín, su significado está relacionado con una concha de caracol). El tenedor no tiene semejante ascendencia. Al menos, tal como lo conocemos.
Si nos remontamos al antiguo Egipto, las horquillas de bronce eran utilizadas en las ceremonias religiosas para levantar ofrendas en sacrificio. En la antigua Grecia, lo más parecido está en la imagen de Poseidón empuñando con fuerza su tridente, porque era su arma preferida. Pero nada de esto tiene que ver con la mesa: la mayoría de los comensales utilizaba los dedos y un cuchillo. Nada más.
El tenedor aparece en la mesa recién en las cortes nobles de Oriente Medio y en el Imperio Bizantino en el siglo VII y pasó a ser un utensilio algo habitual entre las familias ricas de esas regiones por el siglo X. En otros lugares como Europa, por ejemplo, brillaba por su ausencia hasta ese momento.
Cursi y diabólico
Según algunas reseñas, el tenedor apareció en Europa a principios del siglo XI procedente de Constantinopla de la mano de Teodora, hija del emperador de Bizancio Constantino Ducas. Algunos documentos dicen que ella, incluso, lo habría mandado a fabricar (no se sabe bien si con una o dos horquillas). La historia es como sigue: Teodora se casó con Doménico Selvo, duque de Venecia, y trató de imponer el uso del fourchette -como era conocido en ese entonces y que significa "pincho"- en la corte. No fue una buena idea. Teodora ya arrastraba una fama de en exceso sofisticada y eso no caía bien. Menos gustó que tratara de imponer un utensilio que, en ese tiempo, era en extremo puntiagudo y sin el hábito de usarlo, generaba estragos en la boca de quienes no tenían la costumbre. Peor aún, San Pedro de Damián, representante de la Iglesia en Venecia, consideró demasiado refinado su uso y condenó a Teodora y a su fetiche utensilio: lo llamó "instrumento diabólico".
Ese fue uno de los tantos intentos fallidos. Pero hay más. En Francia, por ejemplo, el tenedor aparece en la mesa en 1533 de la mano de Catalina de Médicis, que llegó a ese país para casarse con el rey Enrique II. Su dote incluía varios tenedores cena que le había fabricado una orfebre italiana. Pero su intento de convencer a la corte tampoco fue fácil. Ella argumentó que era una herramienta de mucha utilidad. La corte lo tomó por cursi y extravagante. Lo rechazaron de entrada.
Es más: un tribunal francés lo condenó al olvido por considerarlo incómodo y hasta peligroso. De hecho, la nobleza no lo aceptó sino hasta el siglo XVII, cuando el protocolo consideraba incivilizado comer carne con las dos manos. La forma de usar el tenedor seguía siendo un misterio incluso para quienes, se supone, debían ser los más sofisticados, como el rey Luis XIV, quien siguió comiendo con los dedos o un cuchillo, según se lee en el libro The Art of the Table, de Suzanne von Drachenfels.
¿Que ocurría en otros países? En 1611, Thomas Coryate, un viajero inglés, escribió entre sus apuntes: "Los italianos se sirven de un pequeño instrumento para comer. La persona que en Italia toca la carne con las manos ofende las reglas de la buena educación y es mirada con sospecha y criticada. Se come así en todo el país. Los tenedores son de hierro o de acero y los nobles usan muy a menudo tenedores de plata... Es extraño que no se pueda convencer a un italiano de que coma con las manos. Yo he adoptado la costumbre y la conservo en Inglaterra, pero mis amigos se burlan y me llaman Furcifer", según cita en el libro La alimentación y la nutrición a través de la historia, de Jordi Salas-Salvadó, Pilar García-Lorda y José María Sánchez Ripollés. Fue así: la utilización de horquillas le valieron ser ridiculizado como afeminado. "¿Por qué una persona necesita un tenedor, cuando Dios le había dado las manos?", le preguntaban.
Sin embargo, el escenario fue cambiando a punta de glamour. Poco a poco, las horquillas llegaron a ser adoptadas por la gente más rica, que apreciaban las posesiones de materiales caros y los destinaban a impresionar a sus invitados. Así aparecieron tenedores de mango pequeños y delgados, con horquillas con dos puntas y que eran utilizados generalmente para los alimentos dulces y pegajosos, o para los que probablemente dejarían huella en los dedos, se lee en un artículo de la revista Slate.
Entonces, cuando ya no era exclusivo ni señalaba estatus por su uso básico, vino la diferenciación propia del siglo XX y el tenedor se puso al servicio del estilo. En Slate se lee que diseñadores como Henry van de Velde, Charles Mackintosh y Josef Hoffman diseñaron horquillas, junto con las ventanas, sillas y lámparas de sus edificios. Aparecieron los de colores, los de plástico, los de hasta cinco púas y artistas de renombre se subieron al carro de la estética.
Pero sus detractores no se rindieron ahí. En la década de 1960, el diseñador Bruno Munari ironizaba con el tamaño del mueble para guardar todo tipo y modelos de tenedores y otros cubiertos con los diseños que se estaban conociendo. ¿Sugerencia? Los palillos chinos. "Cuestan muy poco y millones de personas los han estado usando durante miles de años". La ironía no se impuso como realidad en Occidente. Hoy en día, dependiendo de la necesidad, un juego de cubiertos puede contener cinco tenedores. Harto para una historia tan adversa.
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