La increíble historia de Asylum, el estudio que "piratea" a Hollywood

<P>Creada en 1997, lanza "clones" de blockbusters en las mismas fechas de sus estrenos en cines.</P>




Corre el año 2005. La productora de cine The Asylum lleva ocho años haciendo cintas de horror de bajo presupuesto que llegan directamente al DVD con poca repercusión. Es una más en la marea de filmes baratos de género que se olvidan al día siguiente, cuando se enteran de que Steven Spielberg está preparando una versión del clásico de H. G. Wells, La guerra de los mundos.

Sus ejecutivos, enfrentados a una disyuntiva, se hicieron una pregunta: ¿Qué pasaría si hiciéramos otra versión de la novela para lanzarla en las mismas fechas? La respuesta fue simple: nada. Al ser una adaptación, el cineasta no tendría derecho a reclamar plagio, y ellos podrían aprovechar el aluvión promocional sin gastar un peso.

Así, el 28 de junio de ese año, un día antes de la llegada a salas del filme protagonizado por Tom Cruise, The Asylum puso 100 mil copias de su versión en los videoclubes. El éxito fue rotundo. Había nacido no sólo un nuevo modelo de negocios cinematográficos, sino que el cine clase B ya nunca más sería el mismo.

Desde esa fecha, Asylum se ha dedicado a vivir de los grandes títulos de Hollywood, sacando sus productos en las mismas fechas, colgándose de sus campañas publicitarias y con presupuestos ridículos.

Y están sus títulos. Su versión de Transformers se llamó Transmorphers; la de El código Da Vinci fue The Da Vinci treasure, y I am legend (Soy leyenda) transmutó a I am Omega. Sus últimos productos son 200 MPH, basada en Rápido y furioso (lanzada el 26 de abril), y la próxima Almighty Thor, particular versión del superhéroe de Marvel que llegará el 10 de mayo, cuatro días después del estreno en los cines de EEUU.

Su método ha enfrentado demandas, como la Blockbuster, que los obligó a no plagiar los títulos de los filmes para no inducir al engaño, por lo que ahora sólo se "parecen", pero en general el modelo funciona.

"Nuestra habilidad es adaptarnos a cada cambio, a cada volátil clima de negocios", dice a La Tercera desde Los Angeles David Michael Latt, fundador y productor de Asylum. Para el ejecutivo, quien creó la compañía con David Rimawi y Paul Bales, en Asylum hay dos máximas escritas a fuego: "Estamos seguros de que no haremos un filme para más de lo que el mercado pueda pagar, y no usamos inversionistas", dice.

Latt se ufana de no haber perdido ni un dólar con sus películas, y ello le ha permitido sostener un demencial ritmo de trabajo de una cinta al mes. "Nuestro negocio sólo usa dinero en efectivo y eso significa producir una película, ponerla en el mercado y recoger el recibo de venta. Y a continuación utilizamos ese dinero para hacer la próxima", resume. Pero no se engañe. Estos tipos son lo más lejano a un pirata cometiendo sus fechorías en un sótano. Tienen oficina en Burbank, visten trajes y van todos los años a Cannes a cerrar negocios.

El éxito del modelo hizo que la revista Empire acuñara el término Mockbuster (mezcla de parodia y blockbuster) para referirse a ellos. Pero Latt prefiere el concepto Tie in (un producto que viene pegado a otro). Las películas de Asylum cuestan entre 100 mil y un millón de dólares, se ruedan entre 12 y 20 días, y usan actores dejados de lado por la industria (C. Thomas Howell), secundarios (Lance Henriksen) o bizarros (Lorenzo Lamas o la ex cantante Debbie Gibson). Las historias se inspiran en el inicio de los filmes aludidos y luego agregan toda clase de estrambóticos detalles. Es el caso de Sherlock Holmes -lanzada pocas semanas después de la de Guy Ritchie-, donde Asylum puso al investigador y su asistente junto a dinosaurios, monstruos marinos, dragones y un robot. Aún así, cierta crítica dijo que era más fiel al original de Robert Downey Jr.

Los de Asylum no descubrieron la pólvora. Seguidores de la clase B que patentó Roger Corman, el oportunismo comercial, la libertad y audacia son fundamentales para entender que la precariedad de los efectos no es ineptitud, sino una estética y una forma de sentir el cine de género. De otra forma no podría entenderse que su mayor éxito, Mega Shark v/s Giant Octopus (2009), una lucha entre un enorme pulpo y un tiburón de 40 metros pone a este último comiéndose al puente Golden Gate. Y de estrenar en cine, ni hablar: "Si gastáramos nuestro dinero en un lanzamiento en cines, dejaríamos de hacer películas. Y eso sería horrible", remata.

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