La pastelera de la Vega Central: una dulce tentación

<P>Una chef peruana deleita a sus clientes con tortas de chocolate, cheescake de maracuyá, cremas volteadas y suspiros limeños.</P>




No hay número ni nombre que identifique su pequeño negocio. Sólo una referencia: su carrito se instala siempre al lado del local 635 del pasillo 4 de La Vega Central, el de los productos peruanos.

El dulzor de las exquisiteces que prepara todos los días la chef repostera, de 32 años, Norma Mallma se mezcla con el impregnante aroma del cilantro molido que acompaña al seco de cordero, la salsa a la huancaína y las suaves estelas del rocoto.

Egresada de la Universidad de San Ignacio de Loyola de Lima, la mujer decora todos los días su carro con tortas de durazno y manjar, cremas volteadas, selva negra y el clásico y merengado suspiro limeño, servido en copas desechables. "Para que no sea tan empalagoso, le pongo bolitas de merengue con canela sobre la preparación de manjar", explica Mallma.

Los ingredientes necesarios para comenzar su negocio los compra con anticipación. Como la ?leche evaporada "Gloria", vital para la crema volteada, típico postre peruano, similar a un flan hecho con huevos y leche condensada, además de cocoa.

No sólo la pulcritud de su negocio es lo que llama la atención. También la presentación de la repostera. Vestida de impecable chaqueta blanca, en el bolsillo superior se lee, bordado con hilo rojo, su nombre y la institución donde estudió en Perú.

Una chef popular

Fue cuando hacía sus compras que conoció al chileno apodado "El Regalón", dueño del local 635, quien tenía en sus estantes los productos que ella utilizaba.

"En La Vega se vende de todo, menos buena pastelería. Entonces le pregunté si me arrendaría este rinconcito", dice Norma. Mientras, corta un pedazo de torta húmeda de chocolate, decorada con manjar y chocolate en ramas, para ponerla sobre un plato plástico y acompañarla de una cuchara ante la mirada atenta de una niña de 10 años.

La respuesta de "El Regalón" fue positiva y desde hace siete meses que la pastelera se instala viernes, sábados y domingos, de 11 a 17 horas. Vende alrededor de 10 tortas diarias, cada una partida en 15 pedazos a $ 1.300 cada uno, $ 1.500 si se trata de cheesecake de maracuyá o suspiro limeño.

No es raro ver cómo a mediodía se agolpan los clientes a pedir su cuota de glucosa. A veces, la fila impide el paso del resto de los transeúntes.

Norma no tiene clara la hora en que despierta. Sólo sabe que es temprano. Entonces se pone a decorar los bizcochos para luego subirse a un taxi que la lleva desde su casa en Ñuñoa hasta el sector de Recoleta.

En poco tiempo se ha hecho conocida. No sólo recibe pedidos de particulares, sino también de un par de restaurantes que ofrecen sus tortas de postre en sus locales. ¿La más demandada? La de chocolate húmedo.

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