La taberna de los nuevos españoles
<P><span style="text-transform:uppercase">[Andaluz] </span>Hace tres meses, el español Juan Gómez abrió un espacio en el barrio Italia, donde no sólo se comen tapas, se bebe sangría y se escuchan los cantos viscerales del dueño. El lugar es, también, el punto de encuentro de la nueva oleada de hispanos. Allí van a pasar sus penas y gritar sus alegrías. </P>
JUAN se arremanga su camisa, se sienta en una silla que está sobre la tarima y se larga a cantar. Sevillanas a capela. Eso es lo suyo. Casi inmediatamente se empiezan a oír las palmas y los gritos con un marcado acento "españolao". Mientras, los mozos no paran de cruzar de una esquina a otra, acarreando sangría y coloridas tapas.
La escena transcurre debajo de un parrón ubicado en el patio central de la casa antigua que alberga a la Taberna Andaluza Córdoba. De los muros laterales cuelgan maceteros rebasados de plantas, tal como sucede en cada hogar andaluz apenas se cruza el umbral de entrada.
La taberna de Juan Gómez abrió sus puertas en noviembre de 2012, en pleno barrio Italia. Escogió una de las galerías de moda de Av. Italia, la Italier, en el número 1152. Ahí, comparte espacio con un par de tiendas de diseño. "Me vine a Chile en mayo de 2011, porque la empresa de telecomunicaciones en la que trabajaba en en Madrid decidió trasladarme a Santiago. Estuve en el área de mantención del aeropuerto, pero en agosto de 2012 la compañía me avisó que no seguiría contando con mis servicios", cuenta este ingeniero civil de profesión.
Entonces decidió volver a sus raíces. No viajando de vuelta a España, sino que instalando una taberna que replicara al ciento por ciento el estilo andaluz. "Mi padre había tenido una taberna en Córdoba y en Madrid. Estuvo a cargo por casi cuatro décadas y yo quise seguir la tradición", relata.
Hoy, a tres meses de ser inaugurado, el local de Juan se ha transformado en uno de los centros de reunión de la nueva ola de inmigrantes españoles, de los que han llegado a la capital debido a la crisis económica de su país.
"Es como volver a casa, como estar en el bar de la esquina", explica Ana López, periodista de 33 años y quien llegó hace un año a Chile en busca de trabajo. En Sevilla atendía un call center, pero su contrato era de sólo siete horas a la semana. "No me alcanzaba más que para el arriendo y un poco de mercadería", relata.
Cuando aterrizó en la capital, tardó muy poco en conseguir un empleo como periodista en una fundación. A la taberna va seguido con un grupo de compatriotas que conoció acá.
Como ella, muchos más. Entre 2010 y 2012, la cantidad de visas temporales y permanentes de trabajo para españoles en todo el país se triplicó. Según los datos del Departamento de Extranjería del Ministerio del Interior, de 868 pasaron a ser 1.190 en 2011 y 2.416 el año pasado.
"Creemos que está ligado a la coyuntura económica de allá. Las visas que entregamos a todos los inmigrantes que llegan a Chile cada año aumentan en un 30%. En el caso de los españoles, las solicitudes subieron en un 300%", indica el director del Departamento de Extranjería, Mario Cassanello.
Jaime González es un "habitué" del espacio andaluz. Llegó hace ocho meses a la capital y, tal como Ana, desde Sevilla. Hace dos años que no conseguía trabajo como constructor civil y era uno de los millones de hispanos que estaban dentro de "el paro", como se le llama a la censantía allá.
"Mi novia de entonces, una chilena, me propuso venirnos a Santiago. Así es que decidimos probar suerte acá. Antes de venir terminamos, pero como tenía comprados los pasajes, decidí viajar igual. A los dos meses tenía trabajo y un mes después encontré otro mucho mejor", afirma.
La historia se la saben sus amigos chilenos y españoles que lo acompañan en días laborales y de fin de semana a la taberna. "El ambiente es muy coloquial. Me gusta que nos atienda el dueño, porque eso se hace mucho en Sevilla. Acá, más que ser un cliente, soy parte de la casa", dice Jaime.
El momento que más le gusta es cuando Juan Gómez sube a la tarima a hacer un show los sábados por la noche. A veces lo hace solo; otras, se acompaña de un guitarrista y un grupo de baile flamenco.
El boca a boca, dice el dueño del bar, ha funcionado rápido. "Los recién llegados saben que acá van a conocer a más compatriotas y a chilenos, y los que llevan un tiempo, vienen a comer y tomar como en casa. Es de mucha ayuda para los que están lejos de casa. Acá echan afuera sus penas, pero también celebran sus alegrías", comenta mientras muestra la carta donde se leen platos como "pinchos morunos",
Mientras el local se llena, Juan sigue repitiendo su fórmula: por cada sangría, jugo, cerveza o bebida, él regala una tapa. Eso, y sus melodías, que como "cantaor" le salen del alma.
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