Las huellas de Borges en Buenos Aires

<P><I>Hoy se cumplen 30 años de la muerte del autor argentino, quien reinventó su ciudad natal en la ficción. Su vida y obra están ligadas a los barrios de Buenos Aires, de Palermo a Retiro y Boedo.</I></P>




Borges y Buenos Aires. Una relación tan intensa como profunda. Alguna vez dijo que no podría haber nacido en otra ciudad. Siempre quería volver a ella y la angustia de que alguna circunstancia "entorpeciera" el regreso lo invadía en los días previos al viaje. Como un enamorado era celoso de su ciudad, al tal punto de que no le gustaba que a otros les gustase. Cuando le preguntaban por ella , él recomendaba visitar otras ciudades, temía que se llenase de turistas. La quería solo para él.

Muchos de sus cuentos se inspiran en los personajes de los barrios de las orillas, en los arrabales de fines del siglo XIX. Ese mundo mítico poético que concibió. El patio, un zaguán, una esquina, un tango, un compadrito, una riña. Milongas. La ciudad guarda el recuerdo del escritor, fallecido el 14 de junio de 1986, hace 30 años; su figura ronda en los cafés donde se reunía con sus amigos, o en las casas donde vivió. Y aunque su cuerpo descansa en Suiza, Borges nunca se fue de aquí. "Esta ciudad que yo creí mi pasado es mi porvenir, mi presente; los años que he vivido en Europa son ilusorios, yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires", escribió en el poema Arrabal, de Fervor de Buenos Aires, en 1923.

Entre cuchilleros y guitarras

Más que el tiempo, el descuido por lo patrimonial derribó las viviendas donde pasó sus primeros años. Borges nació el 24 de agosto de 1899, en el corazón de la ciudad, en una casa a la que se habían mudado sus padres -Leonor Acevedo y Jorge Guillermo-, en la calle Tucumán 840, entre Suipacha y Esmeralda. A los dos años, la familia se mudó al barrio que marcaría para siempre al escritor de El aleph: Palermo, a la calle Serrano 2135. Un 24 de agosto de 1996, aniversario de su natalicio, la renombraron Jorge Luis Borges, homenaje póstumo y paradójico, ya que el escritor manifestó en alguna entrevista: "Sería horrible pensar que algún día habrá una calle que tenga mi nombre. Yo no quiero una calle". Por los 90, la casa fue demolida. La otra paradoja es que el cartel austero que marca lo que ya no está tiene una falta de ortografía. Una construcción de dos pisos de ladrillo a la vista reemplazó a la casa con azotea y jardín protegido por un muro con una reja de hierro forjado. "Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses", escribió en el prólogo de Evaristo Carriego (1930). Un ensayo sobre el poeta de principios de siglo, vecino y amigo de su padre, del que escuchó las historias de ese Palermo del cuchillo y la guitarra.

Borges sitúa una mítica fundación de Buenos Aires en su poemario Cuaderno de San Martín (1929): "La manzana pareja que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga". Refunda la ciudad donde él creció a principios del siglo XX. De aquellos años, sólo queda en pie el bar El Preferido, en la famosa esquina rosada. En sus inicios, en 1885, fue un almacén; desde 1952 es almacén y restaurante. "Esa esquina ya era rosada cuando Borges era niño, y estaba pintada de rosa porque era el único color que se permitía porque la pintura era de la sangre de los animales. El famoso Hombre de la esquina rosada -aunque en el cuento sucede en Villa Santa Rita- es muy probable que se haya inspirado en esta", dice Lara Mirkin, que realiza visitas guiadas sobre escritores.

El tiempo borró el Palermo de "despreocupada pobreza", los guapos, la caña, la milonga, el hembraje, el facón. Pero, sí hay un lugar que conserva sus libros, sus bastones y sus fotos: es la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en Anchorena 1660, en Recoleta. El edificio está pegado a una casona colonial, en la que Borges habitó entre 1938 y 1943 y en donde en una semana escribió Las ruinas circulares. "Nunca ni antes ni después pude escribir un cuento con la intensidad que yo escribí ese", le dice a Victoria Ocampo en Diálogo con Borges. Esta fundación fue creada en 1988 por María Kodama, su viuda y heredera.

Libros y bibliotecas

El otro barrio donde Borges pasó gran parte de su vida es Retiro, alrededor de la Plaza San Martín. Solía caminar por la plaza o sentarse en uno de los bancos, siempre en charla amena con algún interlocutor. "¡Qué bien se ve la tarde, desde el fácil sosiego de los bancos!", escribió en el poema La Plaza San Martín.

Sólo hay que caminar una cuadra desde la plaza para estar frente a lo que fue su última morada en Buenos Aires, el departamento de Maipú 994, 6to. B, donde se mudó en 1944. Allí vivió por más de 40 años, gran parte de ellos con su madre. Una placa acredita este hecho. Muchas de las entrevistas que daba las hacía sentado en un sillón de ese living.

"Georgie", como lo llamaban sus amigos, cruzaba todos los días la calle para ir a la Galería del Este, el centro cultural de Buenos Aires por los 60 y 70. La galería era su "segundo hogar", como cuenta su amigo Mario Salcedo, dueño del bar que funcionaba allí por los 60: "Bar Barbudos, aunque todos los conocían como el bar de la galería". Y también estaba la librería La Ciudad, del librero y editor Luis Alfonso, que el escritor frecuentaba por las mañanas, donde reanudó su diálogo con Ernesto Sábato luego de años en silencio.

Hoy cerrada, aún ostenta en los vidrios el logo original, y a través de ellos, se puede ver el escritorio donde Borges se sentaba a firmar libros.

Salcedo puede hacer una larga lista de los lugares gastronómicos frecuentados por el autor de Ficciones. Sigue en pie uno de los sitios donde solía tomar un té, o citar para realizar entrevistas: el hotel Dorá. Justo al lado de la galería, en Maipú 963. La remodelación de este cuatro estrellas dejó intacto el rincón donde estaba la mesa reservada para el escritor. La pared está revestida en madera y por detrás se despliega un gran mural costumbrista de Castagnino.

Las bibliotecas fueron una parte importante en la vida de Borges, desde aquella paterna en Palermo. No es casual que su primer trabajo haya sido en una. En 1937, Borges comenzó a trabajar en la Biblioteca Municipal Miguel Cané como auxiliar bibliotecario. Este local de pequeñas dimensiones está en Carlos Calvo 4321, en el barrio de Boedo. Contaba Borges que tomaba el tranvía 27 y aprovechaba el viaje para leer La divina comedia. En el primer piso se conserva el escritorio donde trabajaba catalogando libros y escribiendo en sus ratos libres algunos de sus cuentos.

Completa la trilogía, la Biblioteca Nacional, en México 564, donde fue nombrado director en 1955. Junto con ese nombramiento recibió la noticia de que su ceguera sería total en poco tiempo. Allí pasó 17 años.

En 1992, la biblioteca se trasladó al moderno edificio en Agüero 2502, Recoleta. Cuando Borges hubiera cumplido 114 años, se inauguró un monumento en el parque que la rodea. La escultura es del artista Antonio Oriana. Borges apoya sus manos sobre el bastón, un par de libros reposan sobre el asiento, la biblioteca se eleva por detrás. Tal vez, por las noches, el Borges de hierro se levante de su banco de piedra y viaje a dormir entre libros, entre cuentos donde cuchilleros se baten en duelo hasta que sale el sol.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.