Las huellas de Roberto Matta en sus viajes a Chile
<P>El 10 de noviembre el Bellas Artes inaugura <I>Matta 100, </I>en homenaje al centenario del pintor.</P>
Querían congraciarse con Matta. Agasajarlo, o como dijo Eduardo Frei Ruiz-Tagle, "marcar su pertenencia al acervo cultural de los chilenos". En 1997, el entonces Presidente de la República viajó a París para darle al pintor la Orden al Mérito Gabriela Mistral, con una idea solemne de fondo: "Iniciar con ese premio un proceso de reencuentro y de reapropiación". La respuesta de Matta fue inaudita: "Taca, taca, taca", dijo. Y luego frente los periodistas, agregó: "poto".
Para muchos, la anécdota fue otra muestra de su personalidad irreverente y su desinterés por Chile. Había un antecedente. Siete años antes se le honró con el Premio Nacional de Arte. "¿Para qué me lo dan?", preguntó Matta. "No, por favor, no me hagan viajar. Los aviones y los cambios de horarios son fatales para mí", dijo, y no vino a Chile.
Pero la palabra escasa no siempre fue la tónica de la relación entre el artista y su tierra natal. Entre 1948 y 1972, Matta vino ocho veces: se involucró en política, pronunció discursos, pintó murales y estrechó amistad con las figuras más relevantes de la escena local: Balmes, Neruda y Parra. Fueron sus años de mayor cercanía con Chile, que ahora salen a la luz en Matta 100, muestra que abre el 10 de noviembre en el Museo de Bellas Artes. La curadora Soledad Novoa investigó prensa, fotos y catálogos de la época que reconstruyen la huella de Matta en Chile y que de paso reivindican su figura teñida por la idea de que el pintor renegaba de su patria. "Nos interesa mostrar a Matta en el contexto del museo y de Chile; en ese sentido, esta muestra es única. Matta siempre se sintió como un afuerino; sentía extrañeza de esta sociedad tan conservadora", dice Novoa.
La exposición recoge notas de diarios como El Siglo, La Nación y La Tercera, algunas archivadas por la Biblioteca Nacional y Memoria Chilena, y revela fotos inéditas del archivo de Carmen Waugh, galerista que manejó la obra de Matta en Chile. El material sirve de guía al recorrido por cerca de 80 obras, entre óleos y trabajos gráficos, pertenecientes al museo, al Banco Santander y a coleccionistas privados.
En 1948, Matta viene a Chile por primera vez, desde su salida en 1934. Expone en galería Dédalos y publica en la revista Pro Arte el texto Reorganimación de la afectividad, que se reedita con la próxima muestra. "Es un escrito que ya contiene las ideas que Matta desarrollará en La guerrilla interior, mítico discurso que da en La Habana, en 1968. Es como si Matta hubiese tenido siempre todo en su cabeza, y su obra es sólo el tiempo que le demoró trasladar esas ideas a las telas. Su obra y su discurso son totalmente coherentes", dice Novoa.
Ir más allá
En su segundo viaje de 1954, Matta expone en el Bellas Artes y propone fundar un Centro de Arte Contemporáneo que una a los pueblos: una "desfronterización americana". Su discurso se politizaría aún más. En 1961 viene invitado por la U. Técnica y pinta el mural Vivir enfrentando las flechas y el cuadro La ajenidad, que estuvo perdido por años, antes de que el propio Matta lo encontrara en la casa de Salvador Allende.
En 1967, viaja por sólo 24 horas. Era una misión especial: participar en el homenaje a Cuba que organizó la U. de Chile e intervenir ante el Presidente Frei Montalva para que se reanudaran las relaciones diplomáticas con la isla. No le fue bien. Al año, participó de los movimientos del mayo francés y del I Congreso Cultural de La Habana. De vuelta en Chile, en 1970, Matta es todo un revolucionario. Los artistas y el gobierno lo reciben entusiastas. El se siente más chileno que nunca. "El pueblo actuó como adulto. Se podría decir que ha llegado a la edad de la razón", dice del triunfo de la Unidad Popular. "Allende es ir más allá, e ir más allá significa la gloria", declara.
La prensa de oposición dice otra cosa. Luego de ir al programa A esta hora se improvisa, de Canal 13, Matta es duramente criticado. "Lo ridiculizan como un señor a quien no se le entiende nada, que se viste mal y que reniega de su clase. Un señor medio loco y payaso", cuenta Soledad Novoa.
A pesar de esto, sus visitas de 1970, 1971 y 1972 son fructíferas. Realiza cinco arpilleras en el hall del Museo de Bellas Artes, con tierra, cal y látex, técnica que inauguró tres años antes en Cuba. Pinta en La Granja el mural El primer gol del pueblo chileno junto a la Brigada Ramona Parra. Viaja a Concepción, invitado por Gonzalo Rojas, y se reúne con obreros, encuentro que le inspira a pintar Mira la lucha del esfuerzo del afuerino. En Isla Negra se ve con Neruda, quien en 1939 lo refugió en París. Aunque eran amigos, para el poeta el pintor no era un artista serio, y rechazó trabajar con él. No pasó lo mismo con Parra, a quien lo unió el placer por los juegos de palabras, y juntos harían la serie Verbo América, que hoy se vuelve a exhibir.
El golpe de Estado en 1973 frena la relación de Matta con Chile. No regresa más. En los 80 organiza en España la exposición Por Chile con Matta y es representante chileno en la Bienal de Venecia, pero ya nada es lo mismo. Algo en Matta se rompió. En 1990 lo llaman por el Premio Nacional y de paso le devuelven el pasaporte que le quitaron en 1974. Pero Matta ya está demasiado lejos.
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