Lévi-Strauss: el legado del hombre que dio vuelta la antropología clásica

<P>De la soberbia a la humildad. Así puede resumirse el gran giro que provocó en las ciencias sociales el antropólogo francés que falleció esta semana y que rompió con las diferencias entre "pensamiento civilizado" y "pensamiento salvaje" después de adentrarse en el Amazonía.</P>




La mirada europea vio en la conquista del Amazonía lo que quería ver, o más bien lo que las fronteras de su condición le permitían. Así, a los conquistadores y primeros viajeros el espacio les entregó monstruos y figuras fantásticas: acéfalos, amazonas, hombres con cola, gigantes, orejones y cinocéfalos, entre otros. En realidad, los traían con ellos y acá las figuras del imaginario sólo variaron levemente su perfil.

A fines del siglo XVIII y XIX llegaron los viajeros científicos: venían con el mandato de la modernidad naciente y el del desarrollo de la ciencia, porque las naciones europeas habían descubierto que el conocimiento es una forma de poder. Así lo era y entonces La Condamine, Von Martius, Spruce y Wallace se internaron en la selva, vivieron una experiencia transformadora, observaron durante años y llevaron cuidadosamente las informaciones que les entregaron la flora y fauna, pero sobre todo lo que decía relación con los habitantes de ellas, hasta las academias europeas de la época. Desde allí quedó en evidencia la importancia de la medicina tradicional, la función de ciertas plantas y, entre éstas, la utilización posible del caucho en la gran revolución de las comunicaciones que comenzó en la segunda mitad del siglo XIX y en donde éste iba a ser la pieza clave en la fabricación de bicicletas, automóviles, teléfonos, tranvías, además de calzado y vestimenta.

La mirada colonial sobre la Amazonía, como lo era sobre el continente, se instaló pues con la llegada de Europa a América y tomó distintas formas. La antropología como disciplina social naciente a comienzos del siglo XX fue uno de sus instrumentos. La disciplina surgía como una necesidad de la oposición entre civilización y barbarie, propia del pensamiento moderno. Desde la tribuna de la "civilización", había que observar al "bárbaro", mostrar sus costumbres, poner en evidencia hasta qué punto no era europeo. En síntesis, exhibir su exotismo. Para ello se llevó incluso indígenas al Jardin des Plantes, para su exhibición, en París. Allí se le fotografió, se midió su frente, el ancho de sus pómulos, como quien observa una cucaracha.

Claude Lévi-Strauss se había formado en liceos prestigiosos de la enseñanza nacional francesa en París y luego en La Sorbona. Venía del Derecho y la Filosofía, y estaba como Profesor Visitante en la Universidad de Sao Paulo en 1935, cuando la Amazonía hizo de él un antropólogo singular. Su experiencia la narraría en 1955 en un libro que transitaba por la observación antropológica, la literatura de viajes, la reflexión que pasa de una disciplina a otra y va integrando el pensamiento, titulado Tristes trópicos. Este mismo movimiento lo llevó a incorporar, además de los escritos antropológicos de Marcel Mauss, la lingüística de Saussure y otros conocimientos que le permitieron dar vuelta la disciplina antropológica en un sentido descolonizador. En ese texto ya clásico, titulado El pensamiento salvaje (1962), a través de ejemplos de grupos étnicos de diferentes continentes, evidencia que el pensamiento de Occidente o "civilizado", no es superior al llamado "pensamiento salvaje". Se trata simplemente de dos formas de reflexión diferentes.

Lévi-Strauss plantea que el pensamiento "salvaje" se asienta en lo objetivo, pero no sólo en lo que le es útil. Con esto elabora sistemas de representaciones, sistemas simbólicos complejos, en un trabajo de bricolage que arma, a partir de fragmentos, una memoria. Esto nos hace pensar, actualmente, en la elaboración de la historia dramática del período del caucho que han hecho los indígenas huitoto, en la Amazonía colombiana y peruana, que está armada con mitos dentro de otros mitos, al modo de muñecas rusas. "Los mitos y los ritos ofrecen como su valor principal el preservar hasta nuestra época, en forma residual, modos de observación y de reflexión que estuvieron (y siguen estándolo sin duda) exactamente adaptados a descubrimientos de un cierto tipo: los que autorizaba la naturaleza, a partir de la organización y de la explotación reflexiva del mundo sensible en cuanto sensible. Esta ciencia de lo concreto tenía que estar, por esencia, limitada a otros resultados que los prometidos a las ciencias exactas naturales, pero no fue menos científica, y sus resultados no fueron menos reales. Obtenidos diez mil años antes que los otros, siguen siendo el sustrato de nuestra civilización", escribió Lévi-Strauss.

El pensamiento salvaje, afirma el gran pensador francés, no es previo al pensamiento llamado civilizado: la magia y la ciencia son dos maneras de relación con la realidad, dos formas de pensamiento diferentes. Con esto, el intelectual cambia el lugar no sólo del antropólogo, sino del pensamiento occidental y moderno sobre el "otro", situando a éste como un interlocutor del que necesitamos descifrar los códigos para entender al ser humano en general. Es así como se constituyó en "discípulo y testigo" de estas culturas, dando un vuelco a la mirada forjada desde los primeros viajeros a la Amazonía y trasladando de la soberbia a la humildad el discurso de la ciencia social.

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