Lo que aprendió Piñera en Boston

<P>A propósito de la visita que realizó ayer el Presidente a la Universidad de Harvard, la periodista Loreto Daza -coautora del libro Sebastián Piñera, Historia de un Ascenso- da cuenta de cómo el Mandatario consolidó algunos de sus rasgos personales durante su paso por la casa de estudios.</P>




Tenía 23 años. Acababa de titularse como el mejor egresado de su promoción de Ingeniería Comercial de la Universidad Católica, con un promedio de 6,87. Nada impidió a que el entonces tenaz e hiperquinético Sebastián Piñera cumpliera uno de sus sueños más preciados: ingresar a la Universidad de Harvard, fundada en 1636 y donde años antes había estudiado el Presidente de EEUU, John Fitzgerald Kennedy, uno de los grandes ídolos del actual Mandatario. "Yo tenía una obsesión con Harvard, con tanta historia, premios Nobel, número uno en grande, era la universidad de los Kennedy. Me fascinaba la mesa redonda del rey Arturo… buscaba mucho más que un buen programa de economía", declaró en una oportunidad Piñera.

Obtuvo la beca Fulbright y en apenas tres años (1973-1975) terminó su magíster y doctorado en Economía. Aquel período fue suficiente como para que Piñera formara redes de contactos, interactuara con una elite intelectual a nivel mundial, consolidara algunos de sus rasgos personales -como la competitividad- y, además, se empapara de las características que suelen adjudicarse los ex alumnos de la universidad número uno del mundo.

Sebastián Piñera creció en una familia que fomentaba la competitividad. Su padre educó a sus hijos de acuerdo con una máxima desarrollada por él mismo: nadie nacía inteligente, sino que esa virtud se cultivaba a lo largo del tiempo. Por lo tanto, él mismo se preocupó de incitar a los hermanos a resolver problemas y memorizar información. La vida cotidiana de los hermanos Piñera estaba salpicada de interrogatorios y competencias. Se formó en un ambiente donde destacar era un precepto sagrado. Pero fue en sus años en Harvard donde el actual Mandatario fraguó y consolidó su pasión por ser el mejor.

Como todos los que llegan a Harvard, a Piñera lo atraía estudiar en la universidad número uno del mundo. Ingresar a ese club selecto no era un desafío fácil. Si a la Universidad de Chicago entraban 20 alumnos, a Harvard ingresaban sólo dos. Por ello, la competencia entre el alumnado es permanente e intensa. "Si algo lo motiva en el mundo, es la idea de ganar", coinciden sus cercanos sobre Piñera.

Allí donde han estudiado ocho presidentes norteamericanos, entre los que se encuentra Barack Obama, y 44 Premios Nobel, no sólo respiró un nivel académico de excelencia, sino también la arrogancia intelectual de quienes saben haber estudiado en la mejor universidad del mundo.

"Son pragmáticos, con una sólida formación académica y también presumidos", señala un académico que también estudió en Harvard.

La forma en que el actual Mandatario enfrenta los problemas está marcada por su paso por Harvard: "La manera de distinguir a un hombre de Harvard es por su capacidad de debatir y nunca dejar de escuchar argumentos. No temer a las visiones distintas. Estudiar en Harvard es una continua conversación y debate", señaló Nicholas J. Melvoin, un egresado, durante la ceremonia de titulación del 2008.

Esta fórmula fue la que Piñera replicó de regreso a Chile. En Bancard y luego en Citicorp, incentivaba permanentemente el debate y no tomaba una resolución hasta haber escuchado todas las versiones. Hoy, en el gobierno, antes de tomar una decisión escucha todas las visiones y pide a sus asesores posturas con argumentos. "¿Crees o sabes?", dispara Piñera cuando sus asesores analizan basándose en la intuición. Respeta a quienes son capaces de enfrentarlo ante una discusión, argumentar con datos, mostrarle y aportarle una óptica diferente. A la hora de discutir, es duro y no se toma ninguna molestia para ahorrarse un conflicto.

Fue en Harvard donde por primera vez se enfrentó a un inédito estandar de exigencia en los estudios. "Todos mis compañeros aspiraban a ser Premio Nobel", contó el propio Presidente. Los alumnos de la Escuela de Economía, a diferencia de los de Administración -en Harvard están separadas-, se preparan para dedicarse a la enseñanza o la investigación y saben que tienen que destacar de inmediato. Piñera, con compañeros brillantes, estudiaba desde las 8 AM hasta las 12 de la noche, incluidos los sábados. Pese a que intervenía constantemente en clase, tal vez nunca descolló.Exigido al límite, debió poner a prueba su tenacidad, rasgo que más tarde aplicaría en los negocios y en la política para llegar a La Moneda.

La Universidad de Harvard apuesta por la macroeconomía y eso hace que sus alumnos tengan una mirada más pragmática de los problemas globales. Es una diferencia con otras universidades, como la de Chicago, que pone su foco en la microeconomía y su análisis es más dogmático. Un rasgo que Piñera acrecentó fuertemente en aquellos años. Su forma de razonar es absolutamente pragmática: evalúa los escenarios, las distintas variables y adopta un camino sin mirar atrás. "Si los alumnos de Chicago se van directamente a las cosas económicas, en Harvard le incorporan factores sociales, sicológicos. Harvard en ese sentido es más amplio y abierto", explica un académico de la Universidad Católica.

Pese a que Chile vivía tiempos agitados con el gobierno de Salvador Allende (1970-1973), los años de Sebastián Piñera en la Universidad Católica (1968-1971) fueron plácidos. El campus de Ingeniería Comercial estaba Los Dominicos, lejos de los paros y desórdenes callejeros de entoncess. Casi una especie de burbuja, donde sus compañeros eran casi todos de colegios privados, hijos de empresarios o abogados. "No recuerdo aquellos tiempos con especial angustia", ha señalado el Mandatario, en referencia a los crecientes signos de confrontación que se manifestaban por todo el país.

Pero Boston lo insertó en un mundo globalizado. Tras estudiar en el Verbo Divino y en la Universidad Católica y vivir en el extranjero como hijo de diplomático (Bélgica y Estados Unidos), fue en Harvard donde profundizó su contacto con una elite intelectual de todo el mundo. El curso de Piñera tenía 25 alumnos de distintas latitudes. El era el único chileno. "El solo hecho de vivir en un entorno tan variado, marca profundamente", ha declarado el propio Piñera.

Tras haber obtenido el Premio Nobel de Economía, Kenneth Arrow se convirtió en una de las influencias más importantes del Presidente, durante su paso por Harvard. Arrow, autor de varias teorías en el campo de la microeconomía y sobre cómo actúan los agentes económicos, fue su profesor guía de su tesis doctoral. Piñera aprendió con él a razonar y a sacar la esencia de los problemas de la economía. Como también lo marcó Mark Feldstein, hombre liberal y ex asesor del Presidente Ronald Reagan, experto en finanzas públicas y macroeconomía: le transmitió la importancia de analizar desde una perspectiva macroeconómica las políticas públicas.

En los tres años que Piñera estuvo en Harvard estrechó lazos con gente de todo el mundo, la mayoría de ellos futuros líderes en distintas áreas. La única mujer del curso, Nancy Stroke, poco después se convirtió en profesora de economía en la Universidad de Chicago. Gordon Buthune llegó a ser presidente de una línea aérea. También compartió con el tunecino Yuri Dadusch, futuro director del Banco Mundial. Dos generaciones más abajo estudiaba el reconocido economista Jeffrey Sachs.

Al terminar su tesis, el profesor Richard Muske lo contrató para una asesoría sobre cuentas nacionales al gobierno de Hugo Banzer. Formó entonces un equipo con el argentino Domingo Cavallo, el mexicano Pedro Aspe, el peruano Rodrigo Bolaños y el chileno Jorge Desormeaux. Cazar talentos fue una de sus habilidades más tempranas.

Harvard es una universidad muy liberal en el sentido americano. El doctorado reforzó en él este prisma, que ya lo traía de la la Universidad Católica y que, a su regreso a Chile, lo alejaría del mundo DC que provenía de su familia.

En sus años en Boston también aprendió a vivir con lo mínimo, algo que no le costó demasiado. Pese a que sus padres, José Piñera y Magdalena Echenique, tenían lazos con la elite chilena de entonces, el actual Mandatario creció con el fantasma de la inestabilidad económica. La remuneración de José Piñera como empleado de la Corfo debía cubrir todos los gastos: educación de los seis hijos y además, las extravagancias de su padre, que no solía medirse en lujos.

Tras casarse con Cecilia Morel, vivía en un departamento de la universidad, con un dormitorio, a la orilla de Charles River. Los muebles los recogió el propio Piñera y se las arreglaba con una beca de sólo 200 dólares. De ese presupuesto, 150 dólares se destinaban al arriendo del departamento, 25 dólares iban a cubrir los gastos comunes y 15 a financiar la comida semanal. Los 10 dólares de remanente eran los que se dividía con su esposa, Cecilia. También compró un auto, que le costó 25 dólares. Lo vendería tres años después en 50. Todo un signo de la estrella que lo acompañaría después.

"De lo único que me arrepiento de mi estadía en la Universidad de Harvard fue que me apuré mucho en salir y terminar mis estudios, para volver a Chile", ha dicho Piñera.

Su tesis de doctorado la realizó en apenas unos meses y curiosamente versó sobre educación. El tema -parece- estaba en su destino. El trabajo se titula La economía de la educación en países en desarrollo y consistió en tres ensayos (de los cuales dos fueron coescritos con su profesor Marcelo Selowsky). Ahí analiza los retornos sociales de las inversiones en este sector y también la fuga de cerebros. Posiblemente nunca más trabajaría tanto. Para el primer ensayo cuenta que se sentó a escribir a las ocho de la mañana y no se detuvo hasta el día siguiente: 30 horas seguidas sin levantar cabeza. El segundo lo terminó en una semana. En el tercero tardó dos meses y medio.

No ha de extrañar su impaciencia. "Siempre está pensando en el siguiente desafío", cuenta un asesor cercano al Mandatario.

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