Los giros de Ana Tijoux

<P>La rapera chilena está en la cresta de su carrera, con una tercera nominación a los Grammy. A los 35 años y con cinco meses de embarazo, Tijoux se siente cómoda con su estilo y su éxito, algo que no le pasó en otros momentos. De las veces en que renunció a cantar y de cómo se formó habla en la siguiente crónica.</P>




Ana Tijoux (35) camina por la alfombra de los Grammy Latino y agarra con fuerza el chal blanco que le cubre la mitad de su cuerpo. Usa un largo vestido azul con flores blancas y no para de realizar el acto reflejo de toda embarazada: tocar su panza de cinco meses. Al lado de ella, un par de cantantes mexicanas con cortos y ajustados vestidos dejan que los flashes les disparen. Ana se pasea con tranquilidad en el Mandalay Bay Center, en Las Vegas. Es 15 de noviembre y ella es la única chilena nominada a los Grammy Latino.

Al llegar a Nevada, a Ana le informan que tendrá que presentar esa tarde el premio al Mejor Album Pop Contemporáneo, junto a Fonseca, un cantante colombiano. Será la única vez que Ana pise ese escenario. Por primera vez nominada al Grammy Latino, su disco La bala -categoría Mejor Album de Música Urbana- no supera al del reggeatonero Don Omar en la apreciación de los jueces.

Mientras espera sentada en las sillas de cuero para salir al escenario, Ana piensa en voz alta: "Ni cagando gano".

Balas

Cuando Ana aprendió a rapear, le hablaba a su madre sólo con rimas. María Emilia Tijoux, con paciencia, le preguntaba cómo le había ido en el colegio, mientras su hija cerraba los ojos y con rapidez lanzaba palabras como balas. Tenía 14 años y había llegado hacía poco a Chile, pues Ana nació y creció en una de las cunas del rap: Francia.

"Mis recuerdos en Francia tienen mucho que ver con la familia, la casa, los amigos, los chilenos que estaban allá, mis compañeros de curso, los inmigrantes", dice Anamaría Merino, verdadero nombre de Ana Tijoux.

Los padres biológicos de Ana -Douglas Olivares y María Emilia Tijoux- llegaron a Francia en 1976, exiliados. En Chile tenían un grupo de música folclor y ambos eran opositores a Pinochet. Cuando Ana tenía 12 años, su padre se suicidó. Roberto Merino, integrante del MIR, amigo de la familia y nueva pareja de María Emilia, se convirtió en el padre de Ana y la cuidó. Diez años después, ella decidió cambiar de apellido y ser adoptada legalmente por Merino. Después, cuando se convirtió en cantante, Ana reemplazó el apellido Merino por Tijoux.

"Mi infancia y preadolescencia fueron felices, pero con muchas carencias económicas. Fue la época más dura en términos familiares y fue ahí cuando conocí el rap", cuenta ella.

María Emilia, madre de Ana, trabajaba en París como educadora de calle, una profesión que no existe en Chile, pero que es algo así como asistente social en terreno. Trabajaba con niños vulnerables económicamente, y cuando no tenía con quién dejar a su hija de ocho años, María Emilia la llevaba a su trabajo, y Ana jugaba con otros niños extranjeros, que tenían más de 15 años. "Eran argelinos, canadienses, marroquíes que estaban en la misma que yo: soy francesa, pero no parezco francesa", recuerda Ana. Todos los niños estaban relacionados con el rap: cantaban o bailaban. Ana no se atrevió a cantar en público hasta que estuvo en Chile y cumplió 18 años.

Dadaísmo

Ana tenía 18 años cuando caminando por la villa Rodrigo de Araya, en Macul, escuchó a un grupo de jóvenes, de su misma edad, rapear. Se acercó a ellos y los miró sin decir nada. "Se llamaban Los Araya y era lo más cercano al dadaísmo que había visto en mi vida". Ana estaba en cuarto medio en el Colegio Alianza Francesa y en clases de poesía le enseñaron sobre el surrealismo y el dadaísmo. La relación del dadaísmo con el rap la explica así: "El dadaísmo es como el rap: es libertad creativa e improvisación. Hacer y decir lo que uno siente sin pensarla tanto. Yo no me atrevía a cantar, nunca había tomado clases ni nada, pero cuando veo a los cabros que rapeaban, lo encontré tan dada que me atreví a sacar la voz. El dadaísmo es rebelarse contra lo establecido, y rapear, para mí, es lo mismo".

Tijoux comenzó a freestylear con Los Araya. "Me di cuenta de que eso era lo que quería hacer en mi vida. Quizás no iba a ser mi trabajo, pero sí lo que me hacía realmente feliz", reflexiona Ana.

Aunque ser rapero no es un oficio muy tradicional, su madre dijo que la apoyaría en su carrera como cantante. A pesar de eso, Ana entró al Instituto Arcos y estudió por tres años Diseño Gráfico, hasta que dejó la universidad: le quitaba tiempo para rimar.

"Me dio mucho miedo empezar con la música. Ser cantante ya es complicado, mas aún es ser rapera: para algunos, esto ni siquiera es música. Y también está el rollo de ser mujer. Hay un machismo encubierto, como todas las cosas en Chile. Lo malo de ser rapera lo entendí con el tiempo".

Es 1997 y Ana tiene 20 años. Comienza a cantar en la banda de hip hop Makiza, y es la única mujer de los cuatro integrantes. El éxito es rápido para ser una banda de rap en Chile: en 1999 lanzan Aerolíneas Makiza y el single La rosa de los vientos es un hit inmediato. Pero Ana no se sentía cómoda con la fama repentina. "Los otros integrantes lo tenían más claro que yo, pero me parecía sospechoso el éxito tan rápido. Creo que los procesos tienen que ir más lentos. Había mucha propuesta sobre la mesa, sellos y gente interesada; eso me molestó. Yo era una cabra chica que quería rapear, no quería que me tomaran fotos o se metieran en mi vida".

China

Ana Tijoux termina con Makiza en 2000. El mismo año, también deja Chile. Se va sola a Francia y vive tres años allá. Sin tener un plan claro, trabaja como inspectora de colegio, catadora de té, secretaria de una agencia de publicidad, conserje, cuida niños, limpia baños y deja que testeen productos en su piel. En todo ese tiempo, no cantó.

"Quería estar en Francia y no en Chile, porque Makiza estaba teniendo demasiada bulla y no me sentía preparada. No me sentía feliz, no me llenaba. Chile es pequeño, es chaquetero, es isla y es frustrado. Hay que conllevar todo eso", afirma Ana.

Volver a Santiago no estaba en sus planes. Quería vivir en China por seis meses, pero su mamá le dio una advertencia:

-Tú no te vas a China sin antes venir a Chile a despedirte de mí- le dijo María Emilia.

Ana voló a Santiago y se reencontró con su madre y sus amigos raperos. A los pocos días volvió a cantar y no regresó a Francia. Ni a China.

Mermelada

Es diciembre de 2009 y en varias radios han rechazado tocar el primer disco de Ana como solista, Kaos. En algunas le dicen que "es muy popero"; en otras, que es "muy rapero". Para ella ese disco, como dijo en una entrevista en febrero de este año, fue una forma de matarse. "Quería desligarme para siempre de la imagen de Makiza. Me voy a matar y voy a hacer lo que nadie espera que haga: un disco de pop. Me maté súper asumida y con ene costos".

Para esa fecha, Ana ya tiene un hijo: Luciano. Con el niño de menos de un año, ella piensa, nuevamente, en terminar con la música e irse a vender mermeladas a Valdivia. Pero antes de partir al sur, viaja por un fin de semana a Valparaíso y conoce en un hostal a Timothy Bisig, estadounidense y tour manager de Chico Trujillo, Bomba Estéreo y Jovanotti.

De vuelta en Santiago, Bisig le pide a Ana juntarse en Plaza Ñuñoa.

-Hay un festival en Texas que se llama South by Southwest y quieren que vayas. Es sólo la invitación, sin pasajes ni estadía- le dice Bisig a Tijoux.

-Yo me quiero ir de Santiago, pero para no cantar más- responde ella.

-Pero esta es una oportunidad única.

Ana se queda pensando por un rato, mientras toma una cerveza.

-Si hacemos una gira, la hacemos completa. Yo puedo cantar donde sea.

Ana se va con Bisig a Estados Unidos y arma su primera gira, en marzo de 2010. Tocó desde un teatro en Manhattan hasta en una casa comunitaria mexicana. No dominaba el inglés, pero aceptó dar todas las entrevistas que le ofrecieron. Al finalizar la gira, firmó con el sello National Records, The New York Times la alabó y la llamaron de iTunes para preguntarle por sus canciones. Ana olvidó cómo hacer mermeladas. "Hice un cambio de planes a la vuelta. Me cuestioné las cosas y me dije: 'Parece que soy buena'"

Las giras

Es la noche del 27 de noviembre y Ana está sentada en el patio de una casa antigua en el barrio Brasil. Es el lanzamiento de la productora La Makinita, un proyecto de difusión y producción independiente de bandas chilenas, donde Ana participa. Hace dos horas volvió de Estados Unidos y de su gira en México, luego de no lograr el Grammy Latino. Todas las personas que pasan junto a Ana la saludan con entusiasmo. Ella come pan con palta y no deja tranquila su panza de embarazada. Tiene cinco meses de su segunda hija, Emilia.

"Hemos hecho 14 giras en Estados Unidos. Lo quieras o no, te sientes más valorado afuera que en tu propio país. Por ejemplo, toqué en Lollapalooza Chile y en Chicago, donde nadie me conoce, me atendieron increíble. En el de Chile, casi tuve que dar las gracias por estar ahí. Hay una actitud colonial, siempre se mira hacia el norte, y el norte está más interesado en el sur". Todas las giras las financió Ana y la mayoría de los pasajes los compró con sus millas acumuladas. Hasta hoy, sigue endeudada.

El 24 de mayo de 2010, Thom Yorke, vocalista de Radiohead, publicó una lista con sus canciones favoritas. En el primer lugar estaba 1977, del segundo disco solista de Ana. "Yo me enteré de lo que pasó cuando personas se acercaron a decirme: 'Yo siempre supe que eras buena, Ana'. Hasta ahora no entiendo por qué tanto escándalo porque alguien me elogió".

Por el disco 1977, Ana fue nominada al premio Grammy en 2011, pero perdió.

Ana está sentada junto a su actual pareja. Luciano, su hijo, corre alrededor con una pistola de luces. Todos en el patio están de pie, menos Ana.

-Mamá, pásame tu celular para jugar- le dice Luciano, el niño al que le molesta que unas niñas más grandes lo persigan por la fama de su madre.

-Para con esa cosa, que te va a hacer mal- le dice Ana, a quien ni siquiera le gusta tener televisión en casa.

Luciano se queda mirando a cuatro personas que se acercan a felicitar a su mamá. Ana se levanta con dificultad para darles un beso y vuelve a sentarse.

"Fue chistosa la nominación al Grammy Latino, porque estaba en una categoría urbana, con hombres reggeatoneros, y la mayoría usa un lenguaje homofóbico y machista. Estar nominada y embarazada junto a ellos ya era una ironía", dice Ana. "En otro momento de mi vida no hubiera ido, pero ahora sí estoy preparada".

Ocho días después, Ana se va a enterar por internet que por segunda vez fue nominada al premio Grammy. Nuevamente es su disco La bala el que postula, ahora en la categoría Mejor Album Latino de Rock, Música Urbana o Alternativa. Pero con los ocho meses de embarazo que tendrá para la fecha de entrega -el 10 de febrero- es difícil que pueda viajar hasta Los Angeles. En su equipo no se inquietan. Algunos dicen que, con ella presente o no en la premiación, esta tercera vez será la vencida.

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