Los secretos y pecados de las Torres de Tajamar
<P>Fueron un ícono y vivir ahí era un lujo, pero con el tiempo han perdido brillo. Aunque hace cinco años se repararon las fachadas, el complejo aún está lejos de sus mejores épocas. </P>
Una mañana de invierno de 2006 Paula Vidal notó que había demasiada oscuridad en su departamento del piso 16 de una de las torres de Tajamar. Cuando abrió las cortinas de la habitación para que entrara un poco de luz, se percató de que un tremendo toldo plástico tapaba su ventana. "Cubría toda la cara que da a Av. Santa María. En un principio me asusté, pero luego recordé que una empresa de tarjetas de créditos iba a instalar publicidad en la fachada", recuerda.
Gracias al sistema llamado Building Wrap, en que una compañía utiliza un espacio urbano con publicidad a cambio de remodelar el entorno, hace cinco años se intentó darles otra cara a las emblemáticas torres de Providencia. "Se colocó la cubierta con la aprobación de los vecinos y la empresa pintó la fachada de las torres", explica Bernardo Iturra, administrador del complejo. "Todo fue gestionado por la municipalidad y la comunidad no vio un peso. No sé si fue un éxito, pero al menos aumentó la plusvalía del algunos departamentos", agrega.
Este conjunto de edificios construido en 1962 por la oficina de arquitectos BVCH (Carlos Bresciani, Héctor Valdés, Fernando Castillo Velasco, Carlos Huidobro) fue un hito arquitectónico en la ciudad. Vivir ahí era un lujo. Tenían estacionamientos subterráneos y ascensor, eso sin contar con los 100 locales comerciales en las primeras plantas para dotar de equipamiento al nuevo barrio. El presidente del directorio del Banco de Chile, Carlos Vial, y el senador Rafael Gumucio vivían ahí. Algunos hombres adinerados, aprovechándose de la privacidad que ofrecían los estacionamientos subterráneos, compraron departamentos para reunirse con sus amantes. Nadie, aunque sea para deslices, quería quedarse fuera de las torres.
"La ubicación y el gran valor del terreno justificaron la altura de los edificios, que se construyeron con tecnología de último nivel. Su tamaño y la cuidadosa composición de los edificios, lo hacen un hito urbano casi escultórico", explica Fernando Pérez, arquitecto de la UC.
Sin embargo, el poco uso de sus locales comerciales deterioraron el espacio, que siempre se ha visto vacío, pese a que la idea era que fuese una continuación y remate del Parque Balmaceda. Durante un tiempo, además, cargó con el estigma de ser un lugar donde se comercializaba drogas y prostitución.
Cinco años después de ese intento de "hermoseamiento", el smog volvió a ennegrecer la fachada de las torres. Aunque el tamaño de algunos departamentos -de 125 metros cuadrados- los hace apetecible para la venta, el espacio está muy lejos de recuperar el esplendor de antes.
Luis Eduardo Bresciani, jefe de magíster de proyectos urbanos de la UC y nieto de uno de los arquitectos de las torres, dice que las torres funcionaron en lo arquitectónico, pero no en equipamiento comercial. Estos, que debían incluir almacenes, supermercados, y hasta un cine, nunca se ocuparon.
"Los vecinos siempre se opusieron de que hubieran muchos comercios para evitar que viniera gente de afuera", cuenta Matías Antonio, quien tiene una peluquería hace 50 años.
Según Genaro Cuadros, académico de la Escuela de Arquitectura de la UDP, el crecimiento de la ciudad dejó aislada a las Torres de Tajamar. "Providencia era una comuna residencial, no comercial, pero cuando llegaron los negocios a Av. Providencia, en los 70, esos locales quedaron abandonados", explica.
Pero si los vecinos lograron evitar la llegada de muchas tiendas, nunca pudieron sacar el centro nocturno ubicado en el que deberían ser el teatro de las torres ¿La razón? El espacio que hoy ocupa el Passapoga siempre contó con todos los permisos necesarios. "Con mi hermano compramos el espacio, sacamos los permisos y abrimos el Cabaret 1100, pero este era un lugar para caballeros, sin mujeres. Nos fue mal y lo vendimos a unos argentinos. Ellos lo trasformaron en un prostíbulo", explica Eduardo Atal, ex dueño del espacio.
Matías Antonio cuenta que varias veces le vinieron a preguntar a la peluquería por mujeres. "Yo les decía la verdad: en 50 años sólo sé de un caso de prostitución en la calle o en los departamentos", cuenta. Sin embargo, en lo que se refiere a la venta de droga, su respuesta es distinta. "Hubo en unos locales fuera de las torres. Unos mozos vendían y los pilló un canal de televisión, pero se tuvieron que ir y nunca más ocurrió", remata.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.