Lutherstadt Wittenberg, el origen de la Reforma protestante

<P>Llegar a esta ciudad es como abrir la puerta de una máquina del tiempo, sobre todo si se viaja en el ICE, el tren de alta velocidad alemán, y el punto de partida es Berlín. Bastan 45 minutos para entrar al mundo de Martín Lutero y, a la vez, en el mundo de la ex RDA. </P>




En Wittenberg Ciudad de Lutero, como se llama hoy, viven unos 50 mil habitantes. Está situada al suroeste de Berlín a orillas del río Elbe, uno de los más largos de Alemania y Europa Central. Hasta mediados del siglo XV había sido una ciudad de comerciantes, luego Federico III, el Sabio, al trasladar su residencia a Wittenberg, en 1486, favorece el apogeo cultural al fundar la Universidad Leucorea, generando un escenario propicio para lo que ocurriría después.

Luego de cinco minutos de caminata desde la estación de trenes, en dirección al centro, se topa uno sin querer con el Roble de Lutero (Luthereiche), el lugar donde el reformador alemán quemó la bula papal "Exsurge Domine" del papa León X el 10 de diciembre de 1520, en presencia de estudiantes de la Universidad de Wittenberg. Hoy, señalado con una pequeña glorieta y con un banco, quizá para sentarse a reflexionar sobre tan importante hecho histórico o simplemente para contemplar a los habitantes del ex eje soviético, la mayoría adultos mayores paseando sin apuro en sus bicicletas. La extrañeza de la escena y el asombro de haber entrado a otro mundo sin previo aviso generan una rara mezcla de ambición turística, le darán ganas de ver más y de saberlo todo. Para ello la ciudad tiene bastante que ofrecer; cuatro Patrimonios de la Humanidad, un museo de la RDA e incluso una escuela de Hundertwasser.

La sensación de haberse transportado en el tiempo no se debe solamente a la arquitectura renacentista y a la impresionante torre del castillo, sino que, naturalmente, a la muy presente figura de Martín Lutero. En 2017 se cumplen 500 años de la Reforma y hoy más que nunca la ciudad y la iglesia evangélica alemana quieren dar a conocer al mundo el legado de su reformador.

Los preparativos del aniversario se respiran tanto en las calles como al interior de los edificios. Las iglesias claves en la historia de la Reforma están siendo renovadas a tiempo completo, incluso durante las visitas guiadas se sigue con el trabajo de restauración. Algunos hoteles lo usan como publicidad: "Si Lutero estuviera vivo, habría vivido y comido en este hotel". Los restaurantes, por su parte, ofrecen menús de Lutero y su círculo, como "Luther Rostbraten" (carne mechada Lutero) u "Hoy Cranachsteak" (hoy bife Cranach) y para los vegetarianos las verduras llevan el nombre de Katharina von Bora, la mujer de Lutero. Haus des Handwerks se llama el restaurante que ofrece estas creaciones, donde los dueños aseguran que en su sótano hay un pasadizo secreto que daría a la casa de Lutero, que está justo al frente.

Existen diferentes visitas guiadas. Sin embargo, una buena opción para entender el contexto histórico es el minitrencito que cada dos horas atraviesa la ciudad contándole al visitante los entretelones de la Reforma y dónde tuvieron lugar. Después, se puede empezar recorriendo la Casa Museo de Martín Lutero, donde vivió 35 años, al principio como monje agustino en 1508 y luego en 1525 como padre de familia, al casarse con Katharina von Bora, una monja fugada de un convento. La casa se abrió al público en 1883 y hoy no sólo es el museo de la Reforma más grande del mundo, sino también Patrimonio de la Unesco. En ella se encuentran, además de la vida cotidiana y sus manuscritos, la habitación donde Lutero trabajaba (Lutherstube), dando charlas y discutiendo con sus estudiantes, parte de la casa que se ha conservado intacta hasta el día de hoy.

Siguiendo por la misma calle, está la iglesia del castillo (Schlosskirche), donde Lutero clavó las 95 tesis en su puerta el 31 de octubre de 1517, fecha que se considera como el inicio de la Reforma Protestante. Hoy, grabadas en la puerta de bronce del impresionante edificio, también Patrimonio de la Humanidad. Dentro de la iglesia están las tumbas de Lutero y Melanchthon. Un detalle que no se puede dejar pasar es la pintura que se encuentra sobre las tesis en la puerta. Cristo clavado en la cruz y abajo Martín Lutero y Philipp Melanchthon, filósofo y teólogo que apoyó el proceso reformador. Su casa es un interesante museo interactivo especialmente para niños y jóvenes.

La torre del castillo se ve prácticamente desde todas partes y de noche, iluminada, es un espectáculo imperdible. Si se sube a ella, la vista es fascinante. Sobresalen en el horizonte las dos enormes torres de la iglesia Marien Kirche, importantísima para el mundo luterano, ya que en ella se celebró por primera vez una misa en idioma alemán, el 25 de diciembre de 1521. En el altar se encuentran las pinturas de Chranach, quien retrata la nueva interpretación del mundo cristiano y, en él, los reformadores junto a Katharina von Bora. Lucas Chranach, pintor renacentista, nació en 1475, no sólo retrató la Reforma y a sus protagonistas, sino que además colaboró con Lutero haciendo públicos los manuscritos de la Reforma. En 1524 Lutero tradujo el Nuevo Testamento al alemán y Chranach se encargó de la impresión, haciendo posible su divulgación en toda Alemania y en Europa. Luego, en 1534, una nueva versión de la Biblia de Lutero aparecería con las ilustraciones del pintor. Se puede visitar su casa y un patio (Chranach-Höfe) donde existen diversos proyectos artísticos.

Recorrer Wittenberg es una suerte de juego, donde cada nueva pista que se descubre lo invita a uno al siguiente capítulo de la historia. Algunos de ellos se pueden presenciar en vivo, cada año del 7 al 9 de junio se celebra el casamiento de Lutero y Katharina, fiesta de tres días donde participan unas 2.000 personas y cada 31 de octubre se realiza la conmemoración de la Reforma.

Si aún le queda energía puede hacer un salto en el tiempo visitando el museo de la RDA, un recorrido de una hora por el diseño, el consumo y la vida cotidiana de alemanes y rusos desde 1945 a 1992, años de la ocupación rusa en Wittenberg después de la Segunda Guerra Mundial. Al final del día, se puede relajar a orillas del río Elbe y si todavía tiene ganas de ver más, un paseo en barco con una cerveza bien fría es la mejor de las ideas.

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