Manifiesto: Miguel Tapia, ex baterista de Los Prisioneros




Mi mamá me estaba peinando para ir al colegio -tenía alrededor de siete u ocho años- cuando le dije que quería tener un grupo de música cuando grande. "Yo quiero ser músico", le dije. Ella me dijo "qué bueno". Me dijo que sí de inmediato. Con que me dice que no, quizás Los Prisioneros nunca hubiesen existido. Nunca habría motivado a Jorge y a Claudio a armar un grupo, porque ellos tenían otros proyectos en sus vidas. Quizás muchas cosas habrían cambiado. Los padres son súper importantes. Ellos te guían. Si un padre te dice "no, cómo se te ocurre", eso seguro que te marca. A mi me marcó que me dijera que sí. Me dio la libertad y la confianza. Yo no soy músico por casualidad.

Soy el más olvidado de Los Prisioneros. Y me encanta. Me siento afortunado por eso. La fama para mí es un daño colateral. Quiero ser una persona normal. Cuando uno tiene 17, 18 años y quiere armar un grupo es una buena motivación: viajar, conocer niñas y ser conocido. Después eso pasa. No necesito ir sacándome fotos ni andar dando autógrafos. Y no lo digo ahora con cincuenta años, lo digo porque eso empezó a darme vueltas cuando tenía veinticuatro, cuando de verdad éramos famosos. He llevado muy consciente el peso de ser uno de los ex integrantes de Los Prisioneros. Sé que estamos hablando de una banda que fue famosa acá en Chile, nada más. Con suerte en unos países en Latinoamérica. No estamos hablando de Soda Stereo, no estamos hablando de Los Beatles, de The Clash, de Madonna. Estamos hablando de un grupo bien poco conocido más allá de Chile, Colombia y una parte de Perú.

La afición por la Astronomía, por las estrellas y el espacio, me llevó hace muchos años a darme cuenta de que en realidad somos nada: una cosa muy pequeña al lado de esta tierra, del sistema solar. A entender que somos ínfimos. Eso me lleva a cuestionar muchas cosas de la vida, de los egos, por ejemplo. Soy observador, suelo quedarme pegado mirando, contemplativo. A mí la astronomía me gusta desde niño, está ligada a lo que es nuestra tierra, a lo que somos nosotros y el daño que nosotros le estamos haciendo. El tema del medioambiente me preocupa. Debería preocuparnos a todos. Por eso es que en las últimas elecciones voté por Alfredo Sfeir. Por eso y porque me decepciona enormemente lo que pasa con nuestras, entre comillas, autoridades.

Piñera y Lagos fueron lo mismo. La gente, la que anda en el metro, la que anda en la micro, la que tiene que hacer cola, a la que le pagan un sueldo miserable obviamente opina igual que yo. Yo toqué en las concentraciones del NO para que llegara la democracia y abajo del escenario estaba toda la clase política. Ahora están todos con sus contactos empresariales, sus sueldos millonarios. Sus señoras trabajan acá y ganan 10 millones mensuales. La vuelta a la democracia para mi fue y sigue siendo una decepción gigante.

Yo creo que si no hubiéramos sido una banda tan tremendamente reconocida, nos habría pasado algo en su momento, bajo la dictadura. Habríamos tenido que irnos al exilio, porque lo nuestro era muy grande. Pusimos el pecho y contagiamos a la gente de un pensamiento y una actitud que llevaba a decir "ya basta".

A Los Prisioneros siempre nos han pintado como que éramos pobres. Nunca fuimos pobres. Afortunadamente, porque la pobreza es horrible. Nosotros veníamos de una clase media muy propia de la década de los sesenta. Una clase media que no es la misma de ahora, porque ahora hay un tema de consumismo muy potente. La clase media en la que yo crecí es una clase media noble. Mi padre era obrero, trabajaba en una fábrica como todos los padres de mis amigos y vecinos. Ninguno de mis vecinos fue pobre, ninguno. Fuimos clase media criada con valores que ahora yo siento que se han ido perdiendo y que he tratado de transmitirle a mis hijos, porque son cada vez más necesarios. El respeto a las demás personas, a la gente adulta… Cosas que hoy no existen.

Yo probé drogas y muchas. Creo que casi las probé todas. Las probé de curioso. Hoy ni siquiera fumo pito. Probé éxtasis, ácido, la cocaína, la pasta base. También hay un tema social allí. Era para descubrir cómo eran esas drogas. Las conocí, lo pasé bien. Para mi la vida no ha sido solamente eso, es mucho más. Yo pasé por allí, nada más, me di una vuelta. Para mi es un tema lejano. Ahora me gusta el vino tinto, el whisky y las mujeres. Me he encargado de mantener un perfil bajo, he sido reservado, pero he vivido bastante. He tenido cuidado de hacer las cosas de forma que no las sepa nadie, sobre todo los medios. Lo que he hecho lo hice por mi, es mi vida. Yo valoro mucho mi vida privada, no tengo Facebook, ni Twitter.

Cuando la gente de Chilevisión me planteó en su momento que quería ponerle a su serie de televisión el nombre de nuestra banda me junté con ellos, y yo dije "mm, puede ser". Estuve en contacto. Le di unas vueltas, lo pensé y encontré que la marca Los Prisioneros, a pesar de todo lo que está sucediendo, es una marca que tengo que proteger, porque la marca es mía. A si que decidí que no. Una historia que no me constaba si iba a ser verdadera. Yo no he visto la serie, pero me llegan comentarios. La gente me pregunta si esto fue así, asá. Yo tengo que decir que no la he visto. Pero cuando me dicen cosas les digo "no, parece que eso no fue así". Es ficción, mucha ficción. Ahora, no sé si la gente tiene claro lo que es ficción. La gente la ve quizás por interés o por morbo, porque es lo que hay en la tele. Pero no me amargo. Al final la gente apaga la tele, cambia el canal y se olvida. Se da cuenta de que en realidad no le importaba tanto.

Si esto fuera USA todos los actores ganarían plata y los músicos seríamos millonarios, o al menos una parte importante. Pero nuestra realidad, en verdad, es que optamos por el arte, no por hacernos ricos, sino porque nos gustó. Hay muchas compañias de teatro que pagan la ropa para poder poner en marcha una obra. Ellos tienen en su interior, seguramente desde siempre, ese deseo, esas ansias de expresarse, de desarrollarse a través del arte. Por eso es que me cuesta tanto imaginar mi vida siendo algo distinto que músico. No me arrepiento de nada.

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