Matilde Pérez reedita obra de los 70 y abre gran retrospectiva
<P>Desde el 28 de septiembre, Fundación Telefónica acoge más de 120 obras de la artista de 95 años. </P>
La instalación del Túnel Cinético en el Instituto Chileno-Norteamericano, en 1970, marcó un antes y un después en la trayectoria de Matilde Pérez. Vanguardista e interactiva, la pieza invitaba al público a ingresar en un pasadizo de efectos visuales hechos con figuras geométricas, espejos y luces brillantes. Pero algo salió mal: en su debut la obra se calentó y empezó a echar chispas. "Los gringos no sabían qué hacer y yo me vi en cuatro patas apagando el incendio", recuerda la artista.
Hoy, la pionera del arte cinético en Chile tiene una nueva oportunidad de ver su obra tal como la imaginó, pero sin sufrir fallas técnicas. Será reconstruida como parte de Matilde por Matilde, la gran retrospectiva que se inaugura el 28 de septiembre en la Fundación Telefónica.
El recorrido partirá con esa pieza, además de un registro de otras obras públicas que se exhibirán a través de fotos, planos y videos, como su actual diseño para decorar los carros del teleférico del cerro San Cristóbal, un frustrado proyecto de mural cinético para la UC, además de las esculturas móviles que instaló, en 2004, camino a Melipilla. También se mostrará el proyecto del Friso, de metal y luces, que construyó en 1982 para el Centro Comercial Apumanque y que ahora está en Talca. Para eso, la Fundación Telefónica está recibiendo donaciones de fotos o videos tomados por el público que puedan ayudar a recrear la pieza. "Queremos mostrar toda su evolución y cómo hoy, a sus 95 años, sigue igual de activa", dice el director de la Escuela de Arte de la U. Diego Portales, Ramón Castillo, curador de la muestra, junto a la productora Morgana Rodríguez.
Pura literatura
"Una artista sin contexto local. Con una obra subestimada y a veces hasta ridiculizada". Así define Ramón Castillo el transitar de Matilde Pérez por la plástica chilena. Miembro de una generación que se rebeló a la pintura academicista, como Ramón Vergara Grez y Elsa Poblete, la pintora partió a Francia en 1955 decidida a darle un giro definitivo a su obra abstracta. Lo logró abrazando el arte cinético del húngaro Víctor Vasarely y formando grupo con otros latinoamericanos: Carlos Cruz Diez, Jesús Rafael Soto y Julio Le Parc.
El regreso a Chile en 1960 fue duro. Pérez plantea que es posible pintar sin pintura, mientras que Vergara Grez defiende a brazo partido el pincel, cerrándole las puertas del grupo Rectángulo. Al mismo tiempo, la artista sumaba como detractor al crítico Antonio Romera, quien en 1962 escribía que su obra "da pie justificado a quienes se burlan del arte abstracto".
Por más de cinco décadas, la artista siguió fiel a su proyecto. Sus seguidores luchan cada año para que se lleve el Premio Nacional de Arte. Ahora último, los esfuerzos por revalidarla han dado frutos y la obra de Pérez ha resurgido con fuerza. Pero siempre en el extranjero. En 2007 fue invitada a exponer en el Museo Reina Sofía de España y en 2010 su producción se exhibió en París, Berlín y Sicilia. En junio de este año fue invitada a Pinta Londres, la mayor feria de arte latinoamericano del mundo, y el viernes pasado expuso en la galería New York Studio de Paul Bridgewater, en un homenaje al que asistió el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, y artistas chilenos como Jorge Tacla, Iván Navarro y Mario Toral.
La actual muestra en Telefónica será un ajuste de cuentas local para Matilde Pérez. En ella se exhibirán desde pinturas de sus inicios figurativos, con retratos y paisajes, pasando por collages y grabados de los años 60 y 70, como el Open Cube, donde la artista une un cuadrado y un círculo en un efecto visual que vibra. Además, habrá esculturas de madera y piezas tridimensionales hechas en metal de los 80 y 90.
"Ella está en Chile por azar, pero su discurso se forma en Europa y con esa mirada sigue creando", dice Ramón Castillo. "El arte cinético es democrático. Todas las personas son capaces de ver los efectos ópticos, sin necesidad de tener una alta cultura, y eso es lo que a Matilde le gusta. Es arte que se consume en el mismo instante en que se mira la obra", agrega. El resto del arte, dice ella, "es pura literatura".
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