Mi abuelo es un cromañón

<P>Hace unos 50 mil años, el hombre salió de Africa a poblar el mundo. El grupo que tomó camino por el estrecho de Bering es mayoría en el continente americano. Pero hay otro grupo que partió rumbo a Europa y fue conocido como el hombre de cromañón. Descubrí que soy uno de ellos. Y me llevé más de una sorpresa. </P>




"Erís tan cromañón pa tus cosas", me disparó una ex hace unos años. Y no me lo dijo sólo una vez. No es que yo no acepte las críticas, pero con esa en particular estaba muy en desacuerdo. Además, para qué estamos con cosas, suena un poco despectivo. Como un desprecio a los esfuerzos que hacemos los del género masculino por comportarnos como caballeros. De hecho, yo creo que hasta paso por gentleman. Bueno… eso creía.

Entiéndase por cromañón un tipo prehistórico y poco evolucionado. Así lo usan ellas contra ellos. Con mi ex perdimos el contacto, pero me acordé de ella estos días. Especialmente de su "halago" prehistórico. ¿Por qué ahora? Porque una muestra de saliva me enfrentó a mi innegable realidad: mi ADN dice que soy un descendiente directo del hombre de cromañón. Tal cual. Mi "abuelo" era un cromañón de tomo y lomo. Un hombre de las cavernas de Francia de hace 30 mil años.

La historia es más o menos así. Hace 50 mil años, un hombre que vivió al noreste de Africa en la región del valle de Rift, en lo que hoy es Etiopía, Kenia y Tanzania, salió del continente para poblar el resto del mundo. Un grupo de sus descendientes tomó rumbo a Medio Oriente y, aunque algunos se quedaron allí, otros siguieron por Irán hacia Asia Central en busca de mamuts lanudos. Mientras se movían por Asia, otro grupo emigró hacia el sur de Siberia. Esa población de homo sapiens es la que luego tomaría rumbo por el estrecho de Bering y pasaría por allí hacia América para poblar nuestro continente. Pero hay otro grupo que no se quedó ni en Asia ni tomó Siberia, sino que se movió hacia el oeste y se convirtió en la primera gran ola de humanos que llegó a Europa y que hizo desaparecer a los neanderthales.

Ese grupo eran los cromañones. Mis parientes genéticos. Así lo sentencia el estudio Genographic, un proyecto de IBM y National Geographic que hace cuatro años busca hacer el mapa genético de la migración humana desde que el hombre que dio origen a nuestra especie dejó Africa hace unos 50 mil años. Para ello, desde 2006 a la fecha han creado 12 centros regionales en distintas zonas del planeta, donde se han tomado muestras de ADN a alrededor de 100 grupos indígenas diferentes. Pero también permitieron que personas comunes y corrientes compraran un kit de ADN -a cambio de 80 dólares- y con una simple muestra de saliva que registra el ADN puedan reconstruir la ruta genética de sus antepasados. Entre ellos estoy yo. Me hice la prueba a "sugerencia" de mis superiores y ahora me lanzaron el apelativo a la cara. "Usted es descendiente directo del pueblo que lideró la expansión mundial hacia Europa: el cromañón", se lee en el informe. Una verdad científica "irrefutable", se escudan.

Una caja de sorpresas

Está bien. Soy un cromañón. ¿Tiene algo de bueno este descubrimiento? Vamos por parte. Por lo menos, no seguí la ruta de la masa y fui un vanguardista. El estudio de Genographic ha determinado -tras recopilar más de 270 mil muestras de ADN en el mundo- que la mayoría de los sudamericanos, incluidos los chilenos, tienen un linaje genético predominante asiático, lo que confirma que son descendientes de los primeros humanos que llegaron a este continente hace 20 mil años cruzando el Estrecho de Bering. Por eso, la mayoría de los chilenos tiene marcadores genéticos que también posee el 20% de la población china, parte de la japonesa y coreana. Y un patrón dominante (M3) que proviene de un hombre nacido en América del Norte, tras el cruce de Bering y cuya descendencia está presente en el ADN de gran parte de los sudamericanos actuales. Mis ancestros genéticos, en cambio, pisaron por primera vez América después de 1492... es decir, después de Colón. ¿Cómo llegué a parar a Chile? "Lo más probable es que hayas llegado con los conquistadores o incluso con los mercenarios", contestó Máximo Smoje, gerente de soluciones tecnológicas de IBM. ¿Cromañón y mercenario? Ups… No es lo que esperaba escuchar.

Los resultados del análisis en la saliva de mi cromosoma Y -que permiten seguir la ruta de mis ancestros masculinos según los marcadores genéticos que tengo- dicen que el último rastro genético de mi rama se pierde en tres destinos diferentes (todo se ve en la infografía). Una partió hacia Gran Bretaña, otra a Italia y una tercera sigue a España. "Por tus apellidos, la de España sería lo más cercano a ti", dice Smoje. Tiene sentido. Mi apellido paterno es de origen francés -eso me dijeron- y de mi abuelo sólo sé que lo tenemos escrito de diferente manera: Jacque el suyo, Jaque el mío. Con el apellido materno pasa algo similar: originalmente era Del Campo Lantadilla en vez de sólo Lantadilla. Un apellido español que tiene raíz en Castilla. "Esos llegaron a América colgando del barco", agregó Smoje. Tampoco ese comentario que me hizo inflar el pecho.

Esto de las ramas tiene sentido, porque 70% de los hombres que viven hoy al sur de Inglaterra y el 90% de algunos que viven en partes de España son mis parientes genéticos y también del cromañón. Ellos, según Smoje, son tan parecidos genéticamente a mí como podría serlo un primo-hermano real. El mismo Smoje, de hecho, ha logrado contactar a más de 30 parientes genéticos diseminados por el mundo, gracias a un programa anexo a Genographic, llamado Family Tree DNA, que permite buscar a todas las personas que se han hecho este test genético y que comparten los mismos marcadores, es decir, los mismos ancestros comunes. La primera vez que Smoje se asomó a esa aplicación encontró cuatro primos genéticos que habían registrado sus datos. Intercambiaron mails e incluso en un viaje llegó a conocer a uno. Ahora ya son 31. "La mayoría vive en Israel, pero su origen es Lituania, desde donde arrancaron de la zona báltica hacia los Balcanes en la Segunda Guerra Mundial", cuenta con un dejo de emoción. Hasta antes de ese intercambio con ellos, lo único que sabía Smoje era que su abuelo era croata y las sospechas apuntaban a que su marca genética tenía que venir desde esa zona.

Es que en el caso de los hombres, aunque sus características genéticas combinen rasgos maternos y paternos, el cromosoma Y pasa directamente de padre a hijo de generación en generación por miles de años. Así, cualquier cambio o mutación en cromosoma Y es fácilmente percibido por los investigadores. En ese caso, cada vez que identificaron un marcador o mutaciones -muchas de las cuales ocurren por adaptación al medioambiente- trataron de buscar cuándo ocurrió por primera vez y en qué región específica del mundo, pues cada marcador es el comienzo de un nuevo linaje en el árbol genealógico de la raza humana. Así, hasta llegar al Adán africano o primer hombre de nuestra especie (ver infografía). En las mujeres se estudia su ADN mitocondrial, que se traspasa de la madre a sus hijos, pero que sólo sus hijas transmiten.

Mi cromosoma Y dijo que pertenezco al halogrupo R1b, M343. El último es el de los cromañones. Tras ellos, no hay mutaciones genéticas nuevas -al menos, no encontradas en este estudio-, por lo que desde hoy hacia atrás mi último descendiente directo, dice mi informe de ADN, es uno de los varones homo sapiens que se abrieron paso hacia Europa, hace 30 mil años y que posteriormente fueron responsables de las famosas pinturas rupestres encontradas en el sur de Francia. Sí, eran capos para la pintura. ¿Tiene algo que ver eso con el imaginario de hombre prehistórico, rudo y picapiedra que me regalaba sin amabilidad mi ex? Nones. Pero hay más.

Existe evidencia arqueológica de que hubo un repentino florecimiento en las habilidades artísticas cuando los homo sapiens se movieron a Europa. Antes de eso, sólo se habían hecho joyas de hueso y marfil y algunos instrumentos musicales primitivos. Los cromañones trajeron la pintura y las formas de manera mucho más intrincada y detallada. ¿Leyó bien? O sea, artistas de los buenos. Ahora, sé que esa habilidad debe estar bien, pero bien escondida en mis genes, porque si en algo no soy bueno es en el arte de pintar. O tal vez, mis profesores no supieron apreciarlo a tiempo.

Esto no termina acá. "Los cromañones eran cazadores muy sofisticados. Tenían una cantidad interesante de tecnología para la caza terrestre y marina", cuenta Calogero Santoro, investigador del Departamento de Antropología de la U. de Tarapacá. So-fis-ti-ca-dos. Si vamos reteniendo bien, lo de cromañón va tomando tintes que la ignorancia no permitía ver. O sea, decirle cromañón a un hombre no es tan terrible o, al menos, está mal usado si lo que se busca es ofender. Y no es porque sean mis ancestros directos, pero se impusieron a los neanderthales que poblaban Europa y parte de Asia en ese entonces hasta lograr su extinción. Eran artistas, inteligentes y más fuertes. Y, además, sofisticados a la hora de elaborar tecnología de caza. Peor currículo me dan "mis primos" genéticos que se mantuvieron en Europa y que conquistaron América a finales de la Edad Media. Sólo basta mirar la historia para saber que eran harto más "rudimentarios y prehistóricos" que los cromañones, pese a tener varios estadios evolutivos más.

En todo caso, como haya sido la ruta que eligieron mis ancestros, la evidencia científica y este estudio no ha hecho sino confirmar que pese a nuestro color de pelo, ojos, idioma, altura, herencia étnica y otras características básicas que diferencian a los humanos, basta escarbar un poco en nuestro ADN para descubrir que todos somos parte del mismo árbol genealógico y que tenemos un ancestro común que habitó Africa y que, hace 50 mil años, abandonó ese continente para poblar el mundo. "Este proyecto es un igualador social", resume Smoje. La huella genética de ese ancestro es la que siguen los científicos, porque, aunque no lo crea, su descendencia se mantiene viva hasta hoy.

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