Mi Manifiesto: Alberto Espina
Todos los fines de semana subo cerros con mi perro, el Romano, un pastor australiano al que amo infinitamente. Generalmente, vamos a Santa Martina, que queda en La Dehesa. En un día nublado, cuando llueve, cuando hay nieve y sentir el silencio en las mañanas, y después partir en verano por un cerro polvoriento. Es algo que me llena, me carga las pilas. Además, al Romano le cuento chistes y él ladra, y yo lo interpreto como si se estuviera riendo.
Siempre he dicho que soy más estudioso que inteligente, lo que es bueno, porque cuando una persona es inteligente y no estudia se puede informar mal y resolver mal un tema. Si tiene algo de talento y estudia, opina mejor y puede tomar conciencia de lo que va a hacer.
Estudié en el Marshall hasta 4° básico, de ahí me cambié al Grange. Hablaba muy poco inglés. Los primeros días de clases una profesora me dijo: "Go and get some chalk" (anda a buscar tiza), y como yo no entendí encendí la luz. Me hicieron un poco de bullying mis compañeros. Después fui bien deportista, presidente del centro de alumnos y me gané algunos premios.
Mi relación con el pueblo mapuche es buena, quienes afirmen que La Araucanía está en llamas están equivocados. Los conflictos son aislados. En tema de votos siempre he sido primera mayoría en las comunidades. Pero es más que eso, trabajo con ellos, los respeto y acepto su cultura. El Estado chileno históricamente se ha portado muy mal con ellos.
Disfruto mi región y he ido incorporando ciertos elementos de la cultura mapuche a mi vida, por ejemplo, el manejo inteligente de los tiempos que tienen los mapuches, mirar la vida con alegría a pesar de la adversidad, echarles merkén a las comidas o valorar la naturaleza más que todo, por eso subo cerros.
De chico quería ser futbolista y abogado. El primero, porque me gustaba y el segundo, porque todos en mi familia materna son abogados y siempre me indignó que alguien fuera acusado injustamente de algo. Mi instinto era ser como Perry Mason, un abogado penalista. Cuando salí de cuarto postulé a Derecho en la Chile y nada más.
Lo más emocionante en la vida es estar con un hijo hombre en el estadio y abrazarse después de un gol. Mi hijo y yo somos de la U.
Crecí en la calle Urbano Vergara, en Seminario. Lo pasábamos regio, yo soy el segundo de cuatro hermanos. La mayor es ministra de la Corte de Apelaciones, mi otra hermana es profesora de Química y mi hermano menor es pediatra y trabaja con niños con cáncer.
Mi papá era un intelectual, mi mamá una batalladora. No sé qué forma de morir es mejor o peor. Un día me llamaron para decirme que mi papá había tenido un infarto. Llegué a su casa y le tomé las manos, nunca las había visto. Me quedé con una pena, porque me llamó un viernes y yo no quise contestarle porque habíamos perdido recién una guagüita, y él iba a sufrir. Murió al día siguiente.
Mi mamá tuvo cáncer. Un día me senté en su cama en la clínica y me di cuenta de que mi madre se estaba muriendo. El hombre corta dos veces el cordón umbilical, cuando nace y cuando muere la madre. Sentí una soledad tremenda. No he dejado de pensar en ellos ningún día desde el día en que se fueron.
Siempre en mi casa nos hablaron de política. Cuando estaba en sexta de preparatoria, mi profesora me pidió que contara la elección del 64. Yo hice un trabajo en la misma clase, le conté de la campaña de Frei y Durán, la profesora no entendía de dónde había sacado la información.
No diría que soy vanidoso. Hace poco descubrí una crema de un árbol de Marruecos que se llama argán. La uso en la cara cuando me ejercito. Practico deporte los fines de semana y los lunes y los miércoles en Valparaíso.
Como bien liviano. Desayuno un jugo de naranja con un té de hierbas en la mañana y un plato de frutas. A media mañana, la senadora Alvear y yo nos pedimos un quesillo. Después como carnes blancas con ensaladas.
En el orden de quienes mandan en mi casa, yo mando menos que el Romano. Cada vez que voy a salir en la tele, me la apagan. Cuando me pongo mal genio, me dicen que ya me está subiendo el litio. Creo que no podría votar la ley del litio, estaría inhabilitado.
Uno de los dolores grandes en mi vida fue cuando se murió la Luchita, mi nana. Me crió desde los nueve meses y después de casado veíamos boxeo juntos. Cuando estaba muy enferma estuve dos días con ella en su casa en el paradero 26 de Santa Rosa, hasta que falleció.
Me declaré superintendente de casa, doy instrucciones, pero no hago nada. No me dejan participar mucho, me retan mucho. Una vez quise cocinar, pero no me dejaron, y el supermercado me lo quitaron, porque compraba puras cosas que ya había.
Creo que el mundo se divide entre los que son abuelos y los que no. Yo tengo dos nietas maravillosas. A los que somos abuelos se nos nota en la cara, nos reconocemos.
Soy el único de la llamada Patrulla Juvenil que sigo en el Parlamento. ¿Que, qué me pasa con eso? Me alegra que el Presidente Piñera sea Presidente, y que Andrés con la Evelyn sean ministros. Yo quise ir a la reelección. Además, lo paso bien, entro a La Moneda y converso con todos los ministros, el Presidente me da audiencia siempre y no me puede retar... En realidad, me tiene que tratar bien, para que vote los proyectos como el gobierno quiere.
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