Mi Manifiesto: Christopher Carpentier
Soy una persona solitaria. Viví bien solo de chico. Hasta los nueve años viví en barrios donde no había muchos niños, entonces tuve un mundo interno muy rico. Me tenía que entretener solo con lo que había. Creo que de ahí me entró el tema de la cocina. Tenía mucha relación con la cocinera y la nana de la casa mientras mis papás trabajaban.
Me gusta mucho la decoración, el diseño y la arquitectura. En los restoranes que he tenido -Agua, C y ahora Maldito Chef-, siempre me he metido en esa parte.
Durante el verano, aprovecho de jugar polo lo más posible. Hay mucho riesgo y adrenalina en el polo. Además, el contacto con la naturaleza y los caballos me saca del mundo tan urbano en que vivo.
Dejé de usar reloj. Antes medía todo en minutos. Ahora dedico a cada cosa el tiempo que necesite. Si estoy en una discusión sin salida, prefiero parar y volver a retomar el tema más tarde. Ahora que no uso reloj, me sobra tiempo.
Hace un año hago MMA: Mixed Martial Arts. O sea, Artes Marciales Mezcladas. Esto combina boxeo, karate, kick boxing, jiu-jitsu, muay thai, entre otras disciplinas. No hay un arte marcial que sea tan efectivo dentro de la pelea. Es un deporte de mucha resistencia, musculatura, flexibilidad, coordinación. Hay mucha parte mental, de ganarte a ti mismo. Las peleas son como un ajedrez, aunque se vean como una masacre. Voy tres veces a la semana a practicar con el maestro Humberto Norambuena.
Nací el 73. Soy de la última generación que pudo disfrutar del almacén, de pequeñas cosas que ya no existen. Como apreciar un chicle americano, porque no había chicles. O esperar con ansias que tus papás llegaran de un viaje afuera por los dulces o los calcetines que te traían. O un casete. Uno atesoraba esas cosas al máximo.
Fui niño y adolescente durante el gobierno militar. Para mí era normal la dictadura. Pinochet era normal, no existían abusos ni desaparecidos. De un día para otro vino el Sí y el No, y empiezas a darte cuenta que todo lo que habías vivido era mentira.
Viví seis años en Estados Unidos. Ahí aprendí que el sueño americano existe en uno, no en el país. Que si tú corres más rápido alrededor de la manzana, vas a dar más vueltas. Que si yo trabajo más, gano más. Y no me vengan con eso de los ricos y los pobres. Tengo amigos muy humildes que han salido adelante y amigos muy ricos que son derechamente unos flojos.
Los chilenos son más chilenos cuando viven afuera de Chile. Echan de menos el Nescafé, la botella de pisco, la marraqueta. Pero los que viven acá casi todos se quieren ir.
Uno valora todas las cosas que te daban vergüenza cuando chico. Que te fueran a dejar a una fiesta hoy lo valoras y antes te daba vergüenza. O cuando te llamaba un amigo a la casa y decía: "Aló, está el Chris". Y tú mamá respondía: "Buenas tardes, primero".
Mi abuela, una judía polaca que se vino a Chile después de la Segunda Guerra, fue a Estados Unidos a tener a mi papá para que tuviera la nacionalidad. Ella tenía una fábrica de relojes acá y por eso viajaba mucho. Quiso que fuera americano para que le fuera más fácil viajar por el mundo.
Puedo almorzar con el más rico de este país y luego tomar once con el taxista que recién tuvo una guagua. No hago diferencias y eso se lo debo a mi papá. Disfruto exactamente igual con caviar o poroto.
Lo único que no como es mantequilla. Me saturé cuando chico. Me das un pan con mantequilla y me matas.
Siempre he defendido la fusión, que es lo que yo hago. El mejor vino es un ensamblaje. Lo mismo va para la cocina. Los peruanos tienen una gran gastronomía porque mezclan lo chino y lo japonés con lo peruano.
Sentí mucha envidia de mis pares cuando me acusaron de robarme platos de Perú. Yo presentaba una campaña de sabores del fin del mundo para ProChile y no decía si los platos eran chilenos o peruanos, simplemente, del fin del mundo. Lo que más me dolió fue que la polémica se expandiera hacia Perú y que haya habido tanta mala leche de muchos chefs de acá.
A los 14 años, cuando no existían las escuelas de cocina, dije que quería ser el mejor chef de Chile. Las amigas de mi mamá siempre se acuerdan.
Es un gran honor llegar a Utilisima, un canal argentino que compró Fox. En este mismo food network están chefs como Jamie Oliver o Gordon Brown. Eso dice que no he hecho las cosas tan mal.
Andoni, un chef español, dice que los premios son un caramelo envenenado. Son anestésicos. No pesco mucho los premios.
No veo que haya un recambio gastronómico. Mi generación se las peló, tiene calle. Los de ahora vienen de escuelas privadas y a gran parte de ellos los papás les pagan una carrera para que no jodan. Hay pocos buenos cocineros con convicción.
Mi pena más grande fue cuando decidí irme de la casa donde tenía mi primer matrimonio, dejando a una hija de ocho meses. Todavía no lo logro manejar bien. Me angustia. Fue hace tres años. Siento que le debo mucho a esa hija y a veces me pregunto si debí haber luchado más por ese matrimonio.
Es difícil ser papá separado en este país. Las leyes favorecen a las mujeres en todo. El padre básicamente pasa a ser un instrumento económico. Todas las discusiones pasan por cuánto te da tu marido, cuándo te van a pagar… Son pocas las discusiones orientadas a qué días de la semana la vas a ver o por cuánto tiempo te la puedes llevar en el verano. Ser papá es mucho más que pagar el colegio. S
chef
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