Muere Dino de Laurentiis, el gran productor italiano de Fellini y David Lynch
<PA los 91 años falleció este protagonista del cine mundial. Trabajó además con Bergman y Polanski.</P>
Hijo de un vendedor de pastas de Nápoles, Dino de Laurentiis tuvo apetito para todos los platos cinematográficos que se cruzaron en su vida. Su único método de trabajo fue "el instinto" y, sin tener los contactos ni la cultura de sus colegas Carlo Ponti (un abogado que heredó el bufete de su padre) o Franco Cristaldi (hombre de gusto exquisito, que leía Cahiers du Cinéma), se transformó en una marca registrada. Di Laurentiis lideró los momentos de gloria del cine italiano y de Hollywood. Fallecido este miércoles a los 91 años, en su hogar de California, deja más de 600 películas, donde hay literalmente de todo: desde clásicos como La strada y Terciopelo azul, hasta éxitos comerciales del calibre de Conan el bárbaro y Hannibal.
La amplitud de intereses de De Laurentiis siempre fue movida por la sed de grandes proyectos y su carrera puede resumirse así: el mismo hombre que en 1954 apadrinó a Fellini para crear La strada, también fue responsable de El vengador anónimo, con Charlees Bronson, en 1974. Ambos fueron éxitos, a su manera.
Hombre del sur italiano, De Laurentiis medía 1.63 de estatura y en su hogar el pan se repartía entre ocho hermanos. Mientras creció en Torre Annunziata, cerca de Nápoles, alimentó su futura vocación cinematográfica. "En el pueblo no había nada que hacer, excepto ver películas con los amigos. El cine era un mundo de fantasía que me fascinó siempre" afirmaba en el libro de entrevistas Dino.
De Laurentiis entró a estudiar actuación al Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, a fines de los años 20. Antes de producir fue tramoyista, ayudante de dirección, asistente de cámara y, en 1943, estuvo en el frente bélico poco antes de la rendición de Italia.
"Hacer películas es puro instinto. Nadie le enseñó a Picasso cómo pintar. Aprendió solo. De la misma manera, nadie te enseña a producir películas y nunca sabes por qué un guión o un actor son los correctos. Todo viene del instinto y la intuición", decía en una entrevista con Los Angeles Times en 2001.
De Italia a América
Después de la II Guerra Mundial, tuvo su primer éxito con Arroz amargo (1949), drama neorrealista del director Giuseppe de Santis, sobre los jornaleros del arroz en el norte de Italia. Tal como su amigo Carlo Ponti, el productor napolitano siempre tuvo debilidad por las mujeres y en 1949 dejó a su esposa por Silvana Mangano, la voluptuosa protagonista de la cinta.
De Laurentiis estuvo casado durante 40 años con Mangano (una de las estrellas del cine italiano de los 50 y 60) y tras su muerte, en 1989, contrajo matrimonio con la productora estadounidense Martha Schumacher, 35 años menor. En 1957 volvió a colaborar con Fellini en Las noches Cabiria (segundo Oscar tras La strada), navegó en las aguas de la comedia (Los monstruos de Mario Monicelli) e instauró una práctica que hoy es norma: la coproducción internacional. Desde los años 50 comenzó a traer estrellas de Hollywood a Italia y así fue como financió Ulises (1954), con Kirk Douglas, La guerra y la paz (1956), con Henry Fonda y Audrey Hepburn, o La Biblia (1966) con Peter O'Toole y Ava Gardner.
Harto de las nuevas normas gubernamentales italianas que obligaban a hacer filmes sólo con actores y temas locales, el megalómano magnate abandonó su país y se radicó en EEUU a principios de los 70. Acá estuvo tras al menos dos títulos capitales del cine americano de los 70: Serpico (1973) de Sidney Lumet y Los tres días del cóndor (1975) de Sydney Pollack. También tuvo la confianza para apoyar a dos autores europeos: a Visconti le produjo El extranjero en 1967 y a Bergman El huevo de la serpiente en 1977.
En 1982 lanzó a la fama a Arnold Schwarzenegger con Conan el bárbaro (1982), dos años después llevó a los abismos del fracaso a David Lynch con Duna (1984) y en 1986 resucitó su carrera con Terciopelo Azul, su obra maestra.
De Laurentiis se nacionalizó estadounidense en 1986 y uno de sus últimos grandes éxitos fue Hannibal (2001), segunda parte de El silencio de los inocentes. A pesar de que le dio respetabilidad al cine italiano, no es del todo inexacto decir que nació en el país equivocado. Ya en los años 60 tuvo estas palabras sobre su tierra natal: "En Italia desprecian a los que trabajan duro y tienen un objetivo, mientras que en América esa es la gente que triunfa". Su muerte, en Beverly Hills, epicentro de Hollywood, no pudo haber sido más coherente.
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