No hay almuerzo gratis




DURANTE ESTOS últimos dos años hemos recordado una y otra vez que no hay almuerzo gratis. Este aforismo lo popularizó el Premio Nobel de Economía, Milton Friedman, y sintetiza el hecho de que por cada beneficio suele haber un costo.

En efecto, la "obra gruesa" del gobierno no será un almuerzo gratis. Con todo, la definición de nuevos derechos y beneficios sociales no estará exenta de altos costos que deteriorarán el bienestar económico y social futuro.

Uno de los pilares de esta obra gruesa es la gratuidad universitaria. La evidencia es elocuente al respecto. Un dólar gastado en el nivel preescolar rinde ocho veces más que en el sistema de educación superior. Luego, no existe ninguna inversión de mayor rentabilidad social en todo el sistema educativo que en el nivel preescolar. Por lo tanto, una de las principales luchas del actual movimiento estudiantil, aunque legítima, está fuera de toda lógica de eficiencia económica y equidad social.

No obstante, aún hay desafíos pendientes en este ámbito. La evidencia reciente (Rubio, 2016) señala que a pesar de la considerable expansión de la matrícula en educación superior, aparentemente también existió una expansión de la demanda, lo cual explicaría por qué no se redujeron tanto más los salarios y con ello el retorno de la educación superior.

De la misma manera, se aprecia que la educación es la principal política pública para la igualación de oportunidades. Los resultados muestran accesos relativamente parejos a la educación básica y media, pero una brecha importante en el acceso de la educación preescolar y superior y en los resultados educacionales según el ingreso familiar. Aunque se ha avanzado, aún estamos lejos de acercar las oportunidades según origen. De hecho, la semana pasada asistimos una vez más a la entrega de magros resultados en el Simce de lectura de Segundo Medio, con caídas en los resultados absolutos, y un aumento en la brecha socioeconómica.

Asimismo, cabe preguntarse si el aumento en capital educacional ya se amortizó en términos de movilidad social durante los últimos años. Para evitar una eventual amortización se debe avanzar en un acuerdo transversal en la necesidad de priorizar en la calidad del sistema educacional. Sociedades con mayores niveles de movilidad tienen mayor crecimiento económico, son percibidas como más justas y garantizan más estabilidad social y política. Un retroceso en este ámbito se puede traducir en estratificaciones mucho más rígidas.

Chile ha experimentado un ciclo de transformación virtuosa que ha permitido un aumento significativo en los niveles materiales de vida, ha cambiado los patrones de consumo y estilos de vida. Por otro lado, hemos enfrentado cambios en la estructura social a través de un aumento en el capital cultural y educacional. Estos cambios han tenido consecuencias que se traducen en mayor movilidad social y más meritocracia. El actual gobierno no puede ni debe poner en riesgo estos avances.

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