No se enoje si lo mandan a La Chucha

<P>Un pequeño pueblo, casi un caserío, ubicado en el corazón de la calurosa Costa Tropical de Granada, en España, lleva este nombre bastante curioso para los chilenos. Pero más allá de la anécdota, este lugar ofrece buenas playas y gastronomía, además de mucha tranquilidad.</P>




La Chucha existe. Como diría Joan Manuel Serrat, el Mediterráneo pinta de azul las noches de invierno y verano en La Chucha, y ésta es vigilada en forma permanente por el faro del Cabo Sacratif. No importa la estación del año, La Chucha es siempre solitaria y tranquila, y su clima agradable y templado.

En estos años de crisis, La Chucha es aún más desierta. A raíz de la cruenta recesión económica muchos españoles han debido, no "irse a La Chucha", sino que irse de La Chucha y vender sus casas de veraneo; hoy varias están vacías y casi fantasmas. La misma suerte tuvo el único bar del pueblo, que hace tres años dejó de funcionar.

Las calles de La Chucha son gratas y silenciosas, con muchos árboles y flores que al ser mecidos por el viento de la costa producen el único ruido perceptible, junto al del mar. En su playa, algo pedregosa y de arena gris, el agua es cálida y refresca a los pocos bañistas que se ven en esta época del año, no obstante ser verano en Europa. Es un lugar apetecible para los amantes de la pesca y los deportes de tabla y vela.

Situada a 500 kilómetros de Madrid, el clima de La Chucha es similar al de la vecina Costa del Sol, también en Andalucía. De hecho, se puede llegar a La Chucha desde Málaga, que está a algo más de 100 kilómetros de allí en dirección poniente, o desde la bella Granada, 80 kilómetros al norte. El balneario más cercano es Calahonda, a 5 kilómetros, y la ciudad más próxima Motril, a 10 kilómetros.

Calahonda es la base de operaciones para ir a La Chucha, ya que ofrece infraestructura hotelera y gastronómica que este curioso pueblo no tiene. Es pequeño, pero no tanto. Por eso conviene alojarse en Calahonda e ir por el día a La Chucha a disfrutar de su apacible playa. Otra opción es alojarse en el camping de la playa de Carchuna, a poco más de 1 km de ahí. Este recinto, además de espacio para acampar, cuenta con cabañas y una cafetería. Pese a su tamaño, la playa de La Chucha cuenta con estacionamiento, salvavidas, duchas, quitasoles, sillas, arriendo de equipos náuticos y Cruz Roja.

Así, un día de playa ideal sería irse por la mañana a La Chucha, llevar comida o almorzar en la cafetería del camping, para luego seguir disfrutando el atardecer y la hermosa puesta de sol junto al faro Sacratif. Tras ello regresar a Calahonda por la costa, atravesando la playa de Carchuna; esta última, además, posee un castillo en plena costa, que se utilizaba antiguamente como edificio militar para proteger a la zona de los ataques moros. Un itinerario magnífico para hacerlo ida y vuelta caminando, en bicicleta o en una pequeña scooter.

El plan por la noche es vestir ligero y salir de tapas por los bares y restaurantes de Calahonda, con deliciosas especialidades en pescados y mariscos, típicas de esta zona de Andalucía. Entre ellas, las sardinas asadas; fritura de pescado; puntillitas de calamares (patitas de calamar rebozadas); pulpo en varias preparaciones; quisquillas de Motril (unos deliciosos camarones de tamaño considerable); la "espichá" (pejerrey secado al sol, salado y luego frito) o los chocos, una especie de calamar que se prepara rebozado o a la plancha, con ajillo. También se puede probar el exquisito y tradicional gazpacho andaluz, y una multiplicidad de frutas, varias de ellas tropicales y a tono con el microclima de esta región de España: mangos, guayabas, plátanos, papayas, kiwis, chirimoyas, paltas, nísperos, duraznos y sandías, por nombrar algunas. En efecto, La Chucha y los balnearios de la zona están rodeados de vergeles y huertos con estos cultivos.

Es temprano en la mañana. Carmen y Mercedes son dos vecinas que conversan animadas afuera de sus casas, y además de ellas sólo se divisan dos adolescentes con tablas de bodyboard en dirección a la playa. Carmen vive todo el año en La Chucha y Mercedes pasa allí varios meses al año. Mientras Carmen se tapa la boca impresionada, Mercedes no se sorprende cuando les explicamos el significado multiuso que el nombre de su pueblo tiene en Chile. "Cuando he ido a Sudamérica hay veces en que prefiero decir que vivo en Motril y no en La Chucha, porque sé que en algunos países es una palabra fea", dice.

El origen del lugar, según las mujeres, se debe a que allí antiguamente se emplazaba un cortijo -o finca- que pertenecía a un lugareño apodado "El Chucho". En España, la palabra "chucho" equivale a lo que en Chile llamamos "quiltro", es decir, un perro mestizo.

Por eso, si algún día alguien lo manda a "La Chucha", no se sienta ofendido. Mejor piense en este hermoso y tranquilo lugar de España y dese cuenta de que, a lo mejor, no le vendrían nada de mal unas serenas vacaciones aquí. Compre sus pasajes y sólo responda "sí, ¡me voy a La Chucha!".

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