Pamela Castillo Feuchtmann: La chilena que guía por la Alemania nazi

<P>Profesora de francés, estudió Ciencias Políticas en Alemania y se integró como guía en el ex campo de concentración de Buchenwald. </P>




UNA lluvia de granizos cae estrepitosamente sobre la ciudad de Weimar y dispersa a los grupos de visitantes que se aglomeran en la colina de Ettersberg. Es una tormenta que amaina pronto y la guía chilena Pamela Castillo Feuchtmann (52) espera esa pausa del ruido para apuntar un trazado que circunda las construcciones del lugar. Es la antigua ruta de acceso al campo de concentración Buchenwald, también llamada "camino de sangre" por los ex prisioneros deportados allí entre 1937 y 1945 por los nazis. Castillo retoma el recorrido, mientras los flashes de las cámaras de los turistas hacen eco en el memorial.

"Nunca me imaginé trabajar en un lugar como este. Siempre digo que no busqué este trabajo, este trabajo me buscó a mí", reconoce Castillo. Profesora de francés egresada de la Universidad de Chile, trabajaba en la Galería de Arte Nacional de Berlín cuando fue contactada para unirse al equipo de pedagogos de la Fundación Buchenwald, en marzo de 1997. Habían pasado 12 años desde su llegada a Alemania, donde se estableció para estudiar Ciencias Políticas, pero no había visitado el campo de concentración. Lo conoció recién cuando fue entrevistada para el trabajo. "Me volví llorando con ira, con indignación, pero con mucho respeto por las víctimas y los sobrevivientes", recuerda la docente.

Comenzó así una preparación intensiva en torno a la historia de la Alemania nazi, los hechos precedentes y su desenlace. Y en particular sobre el campo de concentración, donde fueron encarcelados 250 mil judíos y oposi- tores. Las listas de prisioneros y las recopilaciones testimoniales cifraron en 56 mil las personas que murieron en el lugar.

"Este campo era de trabajo, no se construyeron cámaras de gases al interior. Pero hablamos de exterminio por el trabajo forzado y las condiciones de vida de estas personas, que murieron por hambre, frío, falta de atención médica y violencia. Hay que entender que el principio de la SS era que quien podía trabajar podía seguir viviendo y el que no, tenía que morir", explica Castillo, quien añade que el prisionero más joven fue un niño de dos años.

La guía conoce la historia que esconde cada pilar, enrejado o celda. No estaba todo en los libros, la mayor parte de lo que ha aprendido viene de boca de los ex prisioneros. "El proceso de investigar es duro, son hechos muy duros, inimaginables, que cuesta digerir. Sobre todo, cuando los ex prisioneros te cuentan detalles, cosas muy personales. Hay que filtrarla un poco, para no exponer los sentimientos íntimos de un sobreviviente", explica.

No todo se conservó del campo original, que también sirvió para instruir a soldados, fabricar armas y que incluyó, incluso, un zoológico para la entretención de las tropas. Lo que se mantiene en pie, sin embargo, permite tener una clara idea de los horrores ocurridos, desde que se atraviesa la pesada puerta metálica con la inscripción "Jedem das Seine" o "A cada uno lo suyo".

En abril de 1945, cuando el arribo del Tercer Ejército norteamericano permitió la liberación de los prisioneros, se contabilizaban 21 mil personas encarceladas, incluidos 900 niños y jóvenes. En 2010 se conmemoraron los 65 años de ese momento y se buscó a los soldados que llegaron a Buchenwald y a los menores de edad recluidos. Castillo cuenta que llegaron 200 en total. "Fue un momento fuerte, emotivo, porque hasta hoy les dan las gracias por la liberación", dice la pedagoga.

El desafío para los pedagogos y el equipo de investigadores científicos que trabaja para la fundación, cuenta Castillo, fue recuperar la historia del sitio y diseñar la metodología de enseñanza. Hoy, la distribuyen a través de seminarios, recorridos, manuales y documentos.

"Se trataba de desarrollar métodos de concepción pedagógica que no tuvieran colores políticos. Sobre todo, para presentar una historia objetiva, en el sentido de los derechos humanos y hacerle entender a los jóvenes que lo que ocurrió no se puede olvidar, para que no se vuelva a repetir nunca más", dice Castillo.

La guía chilena, que es además la única sudamericana en la fundación, tiene hoy su oficina en uno de los antiguos cuarteles de la SS. Dice que con su trabajo ha aprendido "que el ser humano es capaz de hacer lo infinitamente bueno, pero también lo infinitamente malo".

En julio próximo se cumplirán 75 años de la apertura del campo de concentración, una fecha que será conmemorada con discreción. "La historia de Buchenwald es una historia universal, no sólo un fenómeno alemán ni algo que se quedó en la historia", añade Pamela Castillo.

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