Papa dice en primera misa que Iglesia no puede ser una "ONG piadosa"

<P>El Pontífice recordó a los cardenales las líneas de la Iglesia: "Caminar, edificar y proclamar".</P>




El primer día del Pontífice que llega "casi del final del mundo" -como él mismo se definió- fue en sintonía con la sencillez mostrada frente al mundo en la noche de su proclamación y que lo ha caracterizado en el Arzobispado de Buenos Aires.

El Papa Francisco se despertó temprano en la Casa Santa Marta, donde se quedará algunos días más antes de mudarse al departamento papal. A las ocho de la mañana, con un auto de la Gendarmería Vaticana -tras rechazar el Mercedes usado por su antecesor- y sin escolta, llegó a la Iglesia de Santa María la Mayor, en Roma. Lo había anunciado el martes, despidiéndose de los fieles que lo vitoreaban en la plaza: "Muchas gracias por la acogida. Nos vemos pronto: mañana iré a rezar a la Virgen". El Papa llegó a la iglesia del centro de la capital italiana y allí rezó en silencio en el altar de Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. Se paró frente al altar mayor, donde, según la tradición, se guarda un fragmento de la cuna de Jesús. Saludó uno a uno a los padres confesores que operan en la basílica. "Misericordia", les repitió, pidiendo que utilicen mucha cuando escuchan los pecados de los fieles: "Ustedes son los confesores, entonces sean misericordiosos con las almas. Lo necesitan". De hecho, la frase que eligió como lema de su misión episcopal es: "Miserando atque eligendo". Se trata de un fragmento del Evangelio de Mateo: "Jesús vio un hombre, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y lo vio con misericordia y eligiéndolo le dijo: 'Sígueme'". Esto quiere decir el Papa Francisco: "La Iglesia no debe ocuparse sólo de los que ya están en ella, sino abrirse a los que han perdido el camino".

Tras su primera visita fuera de las murallas que limitan la Ciudad del Vaticano, el Papa argentino quiso pararse en la casa del clero de la Calle de la Scrofa, en el pleno corazón histórico de Roma. En ese colegio había alojado en los días previos al cónclave. Tenía que recoger su equipaje y quiso saludar al personal. Y, antes de irse, pidió que le cobraran por su permanencia. "Quiso dar el buen ejemplo", comentó el vocero del Vaticano, padre Federico Lombardi.

El mismo estilo más cercano a la gente, el Papa lo demostró en otros detalles: cuando salió a presentarse al mundo por primera vez, en la noche romana oscura y fría, no vistió la muceta de terciopelo rojo; la cruz de plata que ya tenía cuando era cardenal fue su único adorno. En ese momento, a su lado estaba el arzobispo vicario de Roma, algo que rompe con los esquemas de los miles de años de tradición eclesial. Antes había aceptado la obediencia de los cardenales, quedándose de pie, sin sentarse en el escaño que estaba dispuesto para él frente al altar de la Capilla Sixtina. Y luego aquel afectuoso "buenas tardes, hermanos y hermanas", una sonrisa casi pudorosa, una reverencia frente a la multitud. El Papa Francisco está conquistando a los feligreses y les gusta a los escépticos.

Bergoglio celebró su primera misa como Papa, ayer por la tarde, justo en aquella pequeña iglesia encajada en el Palacio Apostólico, donde fue elegido por sus 114 compañeros. Bajo los frescos de Miguel Angel, empezó su homilía, dirigida a los purpurados y enfocada hacia la evangelización, diciendo: "Caminar, edificar y proclamar: estas son las líneas de la Iglesia. La vida es camino. Si nos paramos, no funciona. Me gustaría que todos nosotros tuviéramos la valentía de andar en presencia de Dios". "Si no proclamamos a Jesús, nos convertiremos en una ONG piadosa, no en una esposa del Señor", enfatizó. Palabras sencillas, pronunciadas improvisando, sin leer. Con aquel mismo aire tímido y austero que parece un marco de su personalidad. Queda por ver si lo será su pontificado.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.