Perdido en un "all inclusive"
<P>¿Qué sucede cuando tenemos todo planificado para vacaciones de a dos y un imprevisto nos hace viajar solo? Crónica de ocho largas noches y nueve largos días, en un resort de Punta Cana, al que llegué solo por accidente. Un lugar donde todo está hecho para estar acompañado. </P>
En una reposera con sombra de mediodía, ubicada frente a una de las tantas piscinas del lugar, y donde casi todos los vecinos eran de la tercera edad, fue donde coincidió todo. Leía una crónica de viajes titulada "cualquier lugar menos aquí", que explicaba que viajar es relativo, que no necesariamente implica salir de un país, sino cambiar de aire, estar lejos, "perderse aunque sea por un tiempo corto".
Lo que leía en la pantalla de mi iPhone después de repasar los diarios chilenos en el mismo teléfono, lo había escrito Alberto Fuguet, y de alguna manera insistía en eso de perderse, de no pertenecer a un lugar, tema que recurrentemente aparece en su obra y que me identificaba perfecto. Esa fijación es el eje de su libro Missing, mi mejor compañía en esos días que pasaban lento mientras figuraba perdido en un "todo incluido" de Punta Cana, hasta donde había llegado solo por accidente.
Aclaración: me gusta mucho viajar solo, mis mejores viajes los he hecho solo. Solo estás más despierto y ves cosas que no verías acompañado. Pero esta vez no era la idea. Por un asunto de última hora, en que el escenario no daba otra opción más que acatar un reposo absoluto ordenado por un doctor, lo que sería un viaje de vacaciones en pareja, me tenía por ocho noches y nueve días en uno de esos inmensos resorts plantados frente a la playa, donde todo está hecho para no salir de ahí.
Nunca he sido de ese tipo de vacaciones. Al contrario, lo mío es agarrar la mochila y lanzarse a descubrir un lugar con el plan de vuelo abierto. Pero ahora las vacaciones se vinieron demasiado encima y volando bajo, terminé eligiendo unas vacaciones diferentes que me tenían solo en un lugar donde todo está hecho... para no estar solo.
¿Solo?
¿Sólo uno? ¿Solo? ¿Solito?¿Dos o uno? Así partían prácticamente todas las conversaciones que tuve, desde que pisé el aeropuerto de Punta Cana hasta que me subí al transfer que me llevaría a tomar el vuelo de vuelta.
Les era extraño ver a alguien solo en un lugar donde todos llegan acompa ñados. Pololos, matrimonios jóvenes, matrimonios viejos, grupos de amigos, matrimonios en grupo y familias enteras, tenían copada la capacidad del hotel.
Gente de Canadá y Rusia escapando de temperaturas bajo cero eran mayoría en las filas que se armaban para tomar desayuno y almorzar en el comedor principal del hotel tipo mall gigante. Al momento de entrar, la pregunta era la misma: ¿sólo uno?
Adentro, la preocupación era hacer lo posible por impedir que el equipo de garzones levantara los platos de mi mesa cada vez que me paraba a buscar algo. Porque ellos, al ver mi mesa sola, asumían rápidamente que tenían que limpiarla para futuros comensales. Me pasó seguido los primeros días, hasta que descubrí la infalible técnica de la toalla en la silla.
Ese problema no existía en los restaurantes gourmet, especializados en comida dominicana, japonesa, francesa, italiana y mexicana.
Ahí se prohibían las chalas y los shorts y eso llevaba a que varias mujeres exageraran la nota al llegar vestidas como si fueran a un matrimonio. En estos restaurantes se comía bien y no había aglomeraciones como las del comedor principal, porque había que reservar cupos en un mesón donde siempre se extrañaron por lo mismo: ¿Solo?
No lugar
Un aeropuerto es un no lugar y un resort de Punta Cana tiene mucho de eso. En un no lugar la gente está en tránsito y acá eso se siente. Se siente que éste y los tantos hoteles que rodean la playa uno al lado del otro, son prácticamente iguales y funcionan siempre igual. En Punta Cana no hay grandes cambios y lo más probable es que no los haya. Lo único que cambia es la gente que llega a descansar por algunos días y noches a un lugar donde está lleno de gente.
Esa eterna rotación de pasajeros da la sensación de estar en un aeropuerto con playa, donde la gente llega voluntariamente en tránsito a perderse en una isla dentro de otra isla. Porque en un resort de Punta Cana es muy difícil conocer la realidad del país. En ocho, 10 o 12 días de piscina, playa, paseos y comidas a toda hora, es muy difícil enterarse de que en mayo los dominicanos enfrentarán unas de las elecciones presidenciales más peleadas de su historia o que la corrupción y el narcotráfico es uno de los principales enemigos del país.
Nada de eso se siente. Lo que sí se siente es el ruido que todas las tardes viene de los concursos bailables en la piscina, animados por un insoportable tipo en spanglish. También se siente un ruido constante de grupos de amigos y amigas que gritan y se ríen fuerte mientras sostienen vasos plásticos en cualquier parte de la inmensa construcción, donde buscaba desconectarme rodeado de la frase "wireless in all areas".
El combo atrae cada año a cerca de dos millones de visitantes buscando un tipo de turismo, donde el dinero se traduce en una pulsera para comer y tomar lo que quieras y la aventura significa tomar paseos que van desde fiestas costumbristas recreadas especialmente para el pasajero, hasta salidas a nadar con delfines, pasando por un maravilloso día de spa a bordo de un catamarán y una tarde de snorkel mar adentro, donde en vez de sentir el ruido del mar, sentirás música estilo David Guetta. Porque también hay vida fuera del hotel. Pero todo eso se paga aparte.
Mucho tiempo
Cuando piensas en vacaciones, llegas siempre a pensar en el tiempo. Y si hay alguna ventaja de estar solo en un resort "todo incluido", es sentir que tienes todo el tiempo del mundo. Sobre todo para pensar y observar cosas como la no poca gente que arranca el día con desayunos con excesos de frituras y destilados, o lo poco disimulados que somos los sudamericanos ante la práctica del topless.
Me acuerdo que antes de partir, un tipo me contaba sobre su experiencia de luna de miel en un "todo incluido" y me advirtió que al tercer día era muy probable que me viera con el control remoto frente al televisor. Tal cual. Lo más sorprendente del zapping dominicano no fue la ingenuidad de la televisión local, sino las tres universidades chilenas que tienen comerciales con alta rotación en la televisión por cable dominicana.
Al final, todo se reducía a inventar en qué matar el tiempo. ¿Trotar o dormir en la mañana? ¿Restaurante regular o gourmet? ¿Contratar un paseo o quedarse leyendo? ¿Siesta en la pieza o en las reposeras? ¿Playa o piscina? Cuándo esas son las preocupaciones, quiere decir que estás descansando. Y quizás la única manera de hacerlo en un all inclusive sea estando solo, con la sensación mental de estar en cualquier lugar menos aquí.
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