Por qué algunas mujeres no logran un vínculo emocional con sus hijos

<P>En la fuerte relación que surge entre madre e hijo actúa un poderoso proceso neuroquímico. </P>




Toda mujer puede ser una buena madre. Eso es lo que dicta el sentido común, pero la realidad dice otra cosa: los casos de negligencia, daño físico y emocional que sufren algunos niños de mano de sus progenitoras revelan que el amor maternal no es algo que venga por definición. Los últimos casos: el juicio a una madre que mató a dos hijos recién nacidos y los ocultó en un tambor por tres años y otra que habría lanzado a su guagua al techo de su vivienda tras dar a luz.

¿Qué hace que una mujer pierda hasta ese extremo la conexión natural que, se supone, debe tener con su hijo? La respuesta es simple. No logran desarrollar el apego. Y si lo hacen, ocurre de forma anormal.

Definido en 1969 por el sicoanalista John Bowlby, el apego es la necesidad de cercanía afectiva entre una madre y su bebé, cuyo desarrollo es crucial para la supervivencia de la especie.

No se trata de querer o no a un hijo, sino de la capacidad de criarlo y cuidarlo con afecto para que sea un adulto sano: una competencia que no se basa en las meras ganas, sino en la biología y en cómo el entorno puede moldearla para bien o mal.

En Chile, el 70% de las madres tiene un apego seguro, según un estudio realizado en 2010 por las universidades de Chile y del Desarrollo. El 30% restante es inseguro y de éste, el 9% es desorganizado: el de más alto riesgo. Esto, porque la madre no sólo no responde de manera adecuada a las necesidades de su hijo, sino que, en la mayoría de los casos, lo maltrata.

Hormonas y cerebro

El apego es un proceso modulado por una serie de hormonas que comienzan a actuar en el cuerpo de una mujer sólo 15 días después de la gestación. La más importante es la oxitocina, conocida como la hormona del apego.

Mónica Kimelman, siquiatra infantil de la U. de Chile, dice que el feto envía señales al cerebro de su madre para estimular la producción de oxitocina, de prolactina (producción de leche) y de dopamina (sistema de recompensa).

La oxitocina tiene un poderoso efecto en la conducta de la mujer durante el embarazo y en el parto, pues la lleva a buscar la proximidad con su hijo e imaginarlo desde los primeros meses. De hecho, aumenta fuertemente su presencia en el momento del parto.

Sin embargo, no es la única que moldea el apego. El genetista de la U. de Chile Carlos Valenzuela dice que "también están involucradas la prolactina, las catecolaminas, la serotonina y los opioides". Estos últimos (hormonas del placer) son sustancias químicas que reducen el dolor y crean sentimientos de alegría. Para que se segreguen opioides en el cerebro y se favorezca la vinculación madre-hijo se requiere del contacto físico.

Por eso, desde el útero, todo se conjuga para que la madre busque interactuar con el bebé. Es así como luego del parto, el olor del área del pezón atrae a los bebés recién nacidos, un proceso que también está regulado por la oxitocina. De allí que la lactancia materna sea recomendada no sólo porque favorece la salud del bebé, sino porque fomenta el apego.

Proceso truncado

Kimelman dice que todo este proceso biológico sufre alteraciones en mujeres que desarrollan un apego anormal. Y el medioambiente juega un papel crucial: si vivió algún trauma (una violación, por ejemplo), si consume drogas, si tiene una sicopatología de base (como depresión) o si, además, no cuentan con una buena red de apoyo o tienen un hijo no planificado.

Por ejemplo, dice, el consumo de drogas "secuestra" todo el mecanismo de mensajes hormonales que propician el apego. El placer por el bebé queda en segundo plano y el cerebro se queda con el placer por la droga.

Los traumas y la depresión aumentan el nivel de estrés en las madres, lo que hace que liberen cortisol, la hormona del estrés, y cuya presencia dificulta al cerebro la transmisión adecuada de oxitocina.

Pero también influye cómo fue el apego que la mujer experimentó con su propia madre. La sicóloga Eliana Heresi, de la U. Diego Portales, explica que cómo fue tratada la mujer durante su infancia construye en ella una imagen de ser o no amada, que luego transmite y repite con su hijo. No sólo eso: la relación con su madre en la infancia también produce cambios en el cerebro de las niñas. Así lo demostró Frances Champagne, experta de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

En una investigación en ratas se demostró que las hembras que recibieron más cuidados de su madre tenían una mayor expresión del receptor de estrógeno: las mismas células que luego expresan receptores de oxitocina, crucial en el apego durante el embarazo.

De hecho, estudios a cerebros de mujeres que muestran apego inseguro han revelado una menor activación en su sistema de recompensa de la dopamina, el que suele prenderse en respuesta a las señales de las caras infantiles. También mostraron una disminución de respuesta de oxitocina en pruebas de contacto madre-hijo.

Pero no todo está perdido para estas mujeres. Heresi dice que el apego inseguro puede revertirse con intervención. "Esas mujeres requieren ser preparadas para ser madres. Es necesario resolver sus problemas de salud mental, antes que pueda darse a otro, como un hijo", dice.

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